Londres era una hermosa ciudad, era como en las películas y yo no dejaba de mover la cabeza para todos lados como mi cachorro Billy. Cada característica era hermosa, las calles, los telefonos públicos, autos y las personas que daban un agradable ambiente. Si Sam estubiera aquí conmigo probablemente estaría apuntando todo y riendo con euforia de emoción, es una pena que este en el cielo, coqueteando con los ángeles seguramente, sonrío con tristeza.
El auto de mi Mamá se detiene frente a una blanca casa, grande, un pequeño jardín delantero con una pequeña entradita, tiene ventanas de color azul y un improvisado balcón, me gusta, me agrada.
- Es aquí bebé, en cuanto veas tu cuarto, morirás - habló animada mi cariñosa madre.
- Eso espero - le sonrío suavemente.
Abro la puerta del vehículo y sosteniendo a Billy con cuidado entre mis brazos salgo del carro. Enseguida, la puerta de la gran casa se abre, dejando mostrar a Marcel, el novio de mi Mamá, con su amable sonrisa decorada por sus simpáticos hoyuelos. Se acerca y besa mi mejilla.
- Vaya vaya, como estas de grande - me sonríe él.
- La pubertad - hago una mueca.
El ríe.
- Bien, puedes entrar y acomodarte, yo ayudaré a tu madre con tus maletas y.. bienvenidos - habla al final dirigiendose hacia mi y mi cachorro.
- Gracias - murmuro.
Camino hacia la puerta de entrada y me escabullo dentro, es una enorme casa, el suelo está completamente alfombrado, hay algunos sillones en el lado lateral por lo que deduzco que será el living, a mi izquierda tengo la amplia vista de un vestidor, donde suelto a Billy que corre por los pasillos meneando su cola, parece feliz. Dejo mi abrigo en uno de los colgadores y doy un breve recorrido, es bastante bonita, las paredes son de un acogedor color crema, aún asi prefiero mi pequeña casa de tres piezas en Pensilvania junto a mi padre, pero he extrañado un poco a mi madre y Papá necesitaba tiempo de soltero independiente. Sonrío hacia mis adentros, ya lo imagino bebiendo en casa junto a Bob, su mejor amigo.
- ¿Y qué te parece? - suspira detrás mio mi Mamá.
- Es bastante bonita, si - asiento a gusto hacia ella. Billy llega a mis pies - y este pequeño está feliz.
Ella ríe.
- Me alegra que les haya gustado, ahora.. - toma mi mano - vamos a conocer tu habitación.
Subimos las escaleras y hay un gran pasillo con cuatro puertas. En una de ellas mi madre se escabulle y me deja ver una amplia habitación con paredes celestes, una gran cama en medio, un escritorio en una pared y un ventanal con cortinas pesadas, camino hacia el y me doy cuenta que da hacia el balcón que tiene un gran árbol a un costado, la vista es genial.
- Wou - murmuro mirandola- esto está hermoso, son muy considerados - la abrazo- gracias Má.
- Siempre he querido lo mejor para ti cariño - dice con su dulce voz- y no me he olvidado de tu hijito - ríe separandose y apuntando a un lado de la cama - para que se acomode.
Hay una camita de perro roja, grande. Sonrío.
- Gracias.
- No es nada, ahora ponte comoda y luego bajas para que cenemos los tres juntos - sonríe por última vez y desaparece tras la puerta.
Suspiro sentandome en la orilla de mi nueva cama, acaricio el suave cobertor, mañana estaría en mi nueva escuela, iniciando mi ultimo año de preparatoria, me deprimia saber que Sam no estaría ahí, con su brillante sonrisa, su rubio cabello y sus chistes malos, la extrañaría tanto. Pero tenia que iniciar de nuevo, y ser feliz por ella y por mi.