Capitulo IV

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Llegaron las diez como siempre, justo a su hora. Abrí la puerta y di la bienvenida a otro día de trabajo haciendo lo que me gustaba. Tenía unos cuantos maniquíes que vestir, de modo que incluí esa tarea en la lista de cosas que hacer para ese día. Entré en el almacén para escoger la ropa para los maniquíes y en ese momento oí la campanilla de la puerta que me hacía saber que había entrado alguien.

Asomé la cabeza y no vi a nadie. Miré por toda la tienda y decidí que debí  haberlo imaginado. Tomé toda la ropa que necesitaba y me dispuse a hacer mi trabajo. No me gustaba nada tener que ponerles camisas a los maniquíes, porque últimamente son tan anatómicamente correctos que casi resulta embarazoso cuando la gente entra y me encuentra con unos pechos de plástico en la cara.

Casi había terminado con el primer maniquí cuando me di cuenta de que le había tirado la mano. Bajé la vista y no la vi por ningún lado.

¿Dónde demonios se metió? No es que haya podido levantarse y marcharse de aquí.

Me puse a de rodillas y empecé a arrastrarme como un cachorro en busca de la mano perdida.

Dios, esto es ridículo, yo soy ridícula.

—Está ahí, debajo de la mesa —dijo ella.

Yo estaba debajo de un mostrador y me sorprendí tanto al oír la voz de alguien que me estampé con la cabeza en el estante que tenía encima.

—¡Agh! Maldita sea —maldije por lo bajo mientras me frotaba la cabeza—. Hmm...gracias, he estado buscando por todas partes desde hace cinco minutos —dije, agarrando la mano y levantándome para darle las gracias a mi clienta—. No puedo creer que no pudiera encontrar... —empecé a hablar en la dirección de la voz y entonces me di cuenta de que la tienda estaba vacía. Me giré frenética, buscando a la dueña de esa voz. Pensándolo mejor, caí en la cuenta de que ya había oído esa voz... en mis sueños—. Oh, Dios mío. ¡Era ella! Era la misma voz. —Me agarré a una de las estanterías para no volver a caerme de cara.

Dios, ¿qué demonios está pasando? Si se trata de una especie de broma, ojalá los bromistas dieran la cara. No me está haciendo la menor gracia.

Ya estaba harta. Me estaba empezando a enojar de verdad.

—¡Si sigues aquí, sal! ¡Esto ya es suficiente! —grité en la tienda vacía.

Me quedé ahí esperando durante lo que me pareció una eternidad antes de volver al trabajo.

—Esto ya se está pasando de la raya... si sigue así, tendré que contárselo a Karly. ¡Oh!, le va a encantar. Dios, jamás me dejará olvidarlo. —Solté un suspiro—. Ayer debí de darme fuerte de verdad en la cabeza. Tiene que ser eso. Tiene que serlo...

Sacudí la cabeza y me puse a trabajar esforzándome más de lo que lo había hecho en mucho tiempo. Necesitaba mantenerme concentrada. En cualquier otra cosa, para no pensar más en mis sueños o en la extraña sensación de asecho que llevaba días sintiendo.

Si vuelvo a escuchar esta voz, le preguntaré a Karly qué cree que puede ser. Podría hacerle una pregunta hipotética, así no sabrá que se trata de mí. Sí, claro, Lauren Jauregui eres una genio, como sí yo fuera de sacar sin más una pregunta sobre fantasmas. Se daría cuenta inmediatamente. Me conoce demasiado bien. Agh, mierda. Esto es un asco.

Me pasé todo el día dándole vueltas a la molesta pregunta de "¿Quién es la dueña de esa voz?" Ojalá lo supiera.

Miré el reloj y vi que otra vez me había saltado la comida. Si nadie me lo recordaba, parecía que siempre me olvidaba o que tenía demasiado que hacer para ir a prepararme algo. Karly solía recordarme mi mala alimentación a menudo, pero hoy tenía una cita a la hora del almuerzo y no apareció. Siempre tenia animo para comer juntas.

A FRIEND IN NEED (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora