Capitulo XXX

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Salimos a la autopista para encontrarnos con el típico tráfico monumental de Chicago. Dios, se supone que en los 70's no había tantos autos, diablos a veces odiaba esta ciudad.

—¡Jodida mierda! Vamos a tardar tres horas en llegar si seguimos así —se quejó Dinah.

—¿No podemos ir por otro camino? —pregunté desesperada.

—No, desgraciadamente, éste es el camino más rápido —dijo resignada.

—Maldita sea. Esperemos que esto se aclare en el cruce —dije con esperanza.

Aguanta, Camz ya vamos por ti. Por favor, aguanta.

Al cabo de dos horas y media en la autopista de peaje, por fin llegamos a la carretera 31 que llevaba a Elgin. Dinah condujo el coche por el tráfico continuo de la ciudad en la carretera de dos carriles. Torció a la derecha por un camino de tierra e inmediatamente sentí que se me encogía el estómago. Teníamos que estar cerca.

A continuación torció a la izquierda junto a un pequeño cobertizo pintado como un viejo granero rojo y se paró en el camino de entrada.

—Creo que es esto. Deja que vuelva a comprobar la dirección, pero estoy casi segura de que ésta es la casa de Luis Felipe Santos —dijo, comprobando la lista, amaba esa lista.

—La hora, por favor —dije, dándole unos golpecitos en la muñeca.

—Las siete y media...bueno casi. Dios, cuánto hemos tardado. —Suspiró.

—Mierda, no nos queda mucho tiempo —dije sin darme cuenta.

—Lauren, ¿hay algo que no me estás diciendo? ¿Tiempo para qué? —preguntó.

—Es sólo que tengo un mal presentimiento —mentí.

Salí del coche, corrí a la puerta principal y llamé al timbre. Esperé unos minutos y volví a llamar. Cuando nadie contestó, me puse a golpear con fuerza la gran puerta de madera.

—¿Hola? ¿Hay alguien en casa? —grité.

Dinah se había reunido ya conmigo y se puso a mirar por las ventanas para ver si había alguien en casa.

—No veo a nadie. Voy a mirar detrás. Tiene un porche ahí detrás que es donde hacíamos las fiestas.

—Muy bien, yo voy a seguir intentándolo aquí —dije y ella se dirigió a una gran zona rodeada por una valla. Abrió el portillo y se encaminó a la parte de atrás de la casa. Yo seguí llamando al timbre y dando golpes en la puerta hasta que noté que la piel de mis nudillos se empezaba a rebelar.

—¿¡LUIS?! ¿Me oyes? —rogué ante la puerta. Sacudí el picaporte, pero tenía el seguro puesto.

Por favor, que haya alguien en casa... ¡por favor!

Un coche se detuvo detrás del Ford de Dinah y un hombre cuya cara me resultaba conocida salió del coche. Era Luis, si no me equivocaba.

—Oye, tú eres Luis Felipe, el amigo de Austin, ¿verdad? —le pregunté.

—Sí, ¿y quién eres tú? —dijo él con mal humor.

—Me llamo Lauren, nos vimos en la playa el otro día.. yo soy...

—Ah, eres Lauren. Supongo que estás buscando a Mila —dijo, cruzándose de brazos.

—Sí...llevo buscándola todo el día, Luis... sé que no me conoces muy bien, pero Camila corre peligro, grave peligro —dije, intentando sonar convincente.

—¿Peligro por qué? ¿Por Austin? Estás loca —dijo, empujándome para pasar.

—Por favor, Luis, tienes que creerme. Sé perfectamente que Austin ha estado bebiendo mucho hoy y probablemente también ha estado fumando. Ésa no es forma de conducir. Podrían matarse. Seguro que te ha hablado de Camila y de mí, pero a pesar de eso, piensa en lo que puede pasar. Tu amigo podría morir hoy —dije apasionadamente, sobre todo esto último, con la esperanza de provocar algún sentimiento en este idiota drogado.

A FRIEND IN NEED (camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora