Cincuenta y siete.

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Tres.

Tres te quiero que me tienen sonriendo ampliamente, tu risa preciosa que me hace suspirar, tu manera de pronunciar mi nombre que es como estar en el cielo. Y esto no es todo lo que produces en mí, pero es que si describiera todo no sabría cómo empezar o terminar, son tantas cosas que ya ni es como hablar. Hablar contigo me hace olvidarme hasta de mi nombre y solo lo puedo recordar cuando tú me llamas por él, cuando lo susurras, cuando crees que no te he escuchado cuando en realidad es todo lo contrario. Cuento uno a uno tus suspiros y las veces que dejas de hablar para que yo te responda, intento entender correctamente lo que me dices mientras disimulo mi nerviosismo, rogando para que no notes que no sé qué decirte, que estoy en blanco; que me he quedado sin habla y todo lo que puedo hacer es morder mis labios con nervios, mirar a cualquier sitio para dejar de imaginarte aquí conmigo, rompo el silencio y bromeo un poco sobre tus conquistas, que amarga risita la que sale de tus labios, y no puedo evitar reír también, suspirar, cerrar los ojos y repetirme mentalmente que no debo creer todo lo que dices y que debo empezar a verte como un amigo más, oh que imposible sonó eso, si cuando has dicho "si estas ocupada, te puedo llamar luego" no pude evitar sentirme mal, y decirte que quiero que no cuelgues, que me gusta hablar contigo, que te eche de menos, que te quiero, aquí conmigo.

Atrapada en tu infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora