20. Contactos.

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NARRA SOFIA

Ir al parque de atracciones fue una experiencia fantástica. Sin embargo, de eso ya han pasado varios días y ahora es de nuevo domingo.

En estos momentos se supone que debería de estar haciendo deberes  pero he decidido que mejor doy una vuelta alrededor del campus para relajarme un poco.

Estos días han sido agotadores e inaguantables para mí. Por la mañana he tenido que asistir a las clases del internado, como siempre, no obstante, ahora no solo tengo clases por la mañana sino que también tengo que quedarme por la tarde ensayando junto a Brent y la profesora Hest para que el musical pueda llegar a salir de manera decente.

A pesar de que al principio solo ensayábamos el guión, ahora le dedicamos más empeño a las canciones y el hecho de transmitir emociones.

Hest piensa que Brent y yo tenemos mucha química como pareja ficticia pero que nos rehusamos a dejar que fluya de manera adecuada, tanto mientras cantamos como mientras actuamos.

Finalmente todo esto ha concluido en que a día de hoy me sienta estresada y agotada, es por eso que estoy dando una vuelta por el campus del internado.

Después de estar más de diez minutos dando vueltas por ahí, busco el lugar adecuado en donde sentarme, poder respirar un poco y dejar que el tiempo fluya a mi alrededor. Como no encuentro ningún banco libre de personas decido sentarme en el césped junto a uno de los árboles más grandes que he visto en todo el campus.

Apoyo mi espalda contra el tronco del árbol, cierro los ojos y dejo que mi mente y cuerpo fluyan solos.

Cuando abro los ojos me doy cuenta de que ya ha oscurecido, lo que significa que me he quedado totalmente dormida todo este tiempo.

Rápidamente me levanto de donde estoy y corro intentando entrar de nuevo a la parte de habitaciones del internado. Sin embargo, en mi intento por llegar a la entrada me choco contra alguien y si no fuera porque este me agarra por la cintura podría decir que me hubiese caído y llevado un bonito golpe proporcionado por el suelo.

—¿Sofia? —pregunta un tanto desconcertado Dylan.

Este arruga su frente como si no creyese lo que está viendo.

—¿Si? —contesto un tanto confusa por encontrármelo a estas horas fuera de su habitación.

—¿Qué haces aquí fuera tan tarde? —me pregunta cómo si me hubiese leído la mente.

—Bueno... —Me pienso dos veces sin contarle el motivo verdadero pero finalmente lo hago—. Me quede dormida mientras me apoyaba en uno de los árboles del campus —comento de manera tímida causando que Dylan se comience a reír por lo bajo.

—La próxima vez ya sé dónde puedo echarme una siesta si no quiero que nadie se entere.

Al oírle agacho mi cabeza con vergüenza. Asimismo, noto como mis mejillas arden, lo que significa que me he sonrojado.

Rápidamente pienso en algo horrible para que se me pase el sonrojo.

Piensa en niños pobres que no tiene que comer, o en la muerte de la madre de bambi, eso siempre es triste.

—¿Y tú qué haces aquí? —pregunto cambiando de tema.

—Mis amigos y yo vamos a salir del internado a dar una vuelta por ahí —justifica y se rasca la nuca.

Cumpliendo los catorceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora