VIII - Empleo.

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La hora de la cena llegó, los tres jóvenes tomaron asiento en la pequeña mesa de la cocina, se sentía una gran incomodidad.

El platillo de la noche: sandwiches y jugo de naranja.

—Vamos, coman. —Habló primero Rachel señalando el plato grande donde se encontraban todos los sandwiches que ella misma preparó, fue la primera en animarse a tomar uno.

—No sé como afecte esto, y espero no me lo tomen a mal, pero creo que Joy debería conseguir un empleo. —Dijo Daniel mientras tomaba otro sandwich para llevarlo hacia su boca.

—¿Perdona? —Rachel dejo de comer, Joy sólo los miraba a ambos esperando que no se desatará otra discusión como la que había escuchado a lo lejos por la mañana— ¿Es muy necesario?

—El dinero no me rinde, no soy el padre de ninguna de ustedes dos. —Dijo firme mirándolas a ambas.

—No tengo ninguna objeción. Daniel tiene razón y sinceramente me frustra mucho estar encerrada aquí sin hacer nada.

—Pues... —Suspiro mientras masticaba.

—Yo la ayudaré, no te preocupes.

—Si ella quiere no me puedo oponer —Dio un sorbo a su jugo— y necesitamos dinero así que adelante.



A la mañana siguiente Rachel había desaparecido, ya no era tan nuevo, porque ahora iba y venia cuando se le daba la gana, pero de que volvía... volvía.

Joy tomó las prendas que mejor se le ajustaran –porque su hermana era dos tallas más grande que ella- y salió al living a esperar a Daniel, por primera vez en su vida estaba ansiosa de trabajar, y no por la paga o por lo que fuera a dedicarse, sino por las ganas de salir de ese apretado apartamento.

Daniel salió vistiendo un básico pantalón de mezclilla y camisa blanca, en su antebrazo llevaba colgando su bata de farmacéutico, al salir miro de arriba abajo a Joy, aunque usara la misma ropa que Rachel, ella se veía mucho más hermosa.

"Controlate" pensó e hizo un ruido con la garganta para entrar en actitud seria.

—¿A donde me llevarás? —Sonreía de oreja a oreja dejando mostrar sus perfectos dientes.

—¿Empezaremos hoy? —levantó las cejas— Pues tengo que trabajar, así que no se como le haremos. —Llevo su mano derecha a su barbilla y entrecerró los ojos— Aunque ahora que lo pienso, hay una bacante en donde yo trabajo, pero no tienes ningún conocimiento en medicina.

Oh no. La bacante vacía en el consultorio no era para un doctor o farmacéutico más. Buscaban una chica linda que repartiera sobre la avenida folletos de la clínica, sus servicios, promociones, etcétera; el empleo le quedó como anillo al dedo a Joy.

—No pudiste traer chica más linda, Daniel. —Dijo una de sus compañeras en la farmacia, una mujer de aproximados cuarenta años.—¿Es tu novia?

—¿Mi novia? —La miraban desde adentro mientras ella empezaba a repartir los primeros folletos a las afueras de la clínica— Ni hablar. —bajó la mirada— Sólo amigos, Helen.

—Es bellísima, no dudo el porque el jefe la escogió en cuanto la vio. —rió— ¿Tu padre ya la vio?

—No, esta en el último piso atendiendo a no se quien. Y espero que cuando la llegue a conocer no insista en que es mi novia. —giró los ojos— ya sé que es bonita, pero nada que ver.

—Me quedó claro, campeón. —Rió y ambos volvieron al mostrador donde se suponía debían atender a los clientes— ¿Cómo es que la conoces?

El mismo cielo en una época diferente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora