Capítulo 24- La verdad siempre sale a la luz.

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Estoy seguro de que, en algún momento en sus vidas, han mentido. Quizá fuese una mentira piadosa para no lastimar a nuestros seres queridos. Es muy común hacerlo. A diferencia de esas palabras insignificantes en nuestra vida cotidiana, existen otras mentiras mucho más graves que, de alguna forma u otra, acaban saliendo a la luz y terminamos diciendo la verdad. Lastimando a aquellas personas y culpándonos luego de haber obrado mal.

Mi caso tiene un poco de ambos.

No sé por qué lo hice. Quizás por el miedo a que Emma me viese de manera diferente o tal vez por miedo a su opinión sobre el tema. El punto es que fue tonto hacerlo ¿Por qué pude decirle, en ese momento de sinceridad, que mi padre nos había abandonado y no podía mencionarle el hecho de que mi hermano pequeño se encontraba en silla de ruedas? No es que me avergonzara ni nada de eso, estaba orgulloso de mi hermano. Con once años de edad lo tomaba de forma tan natural; siempre riendo y jugando. No había un solo día en que no lo viera sonreír y bromear conmigo. Tenía un autoestima tan alto que me daba envidia.

Recuerdo bien la noche en que tuvimos el accidente, un estúpido camión de carga conducía en dirección contraria y nos dio de lleno. Tomé el volante que se encontraba frente a mi madre y lo giré bruscamente. El auto dio un vuelco y derrapó contra el suelo de grava. Mi cabeza se estrelló contra el vidrio, dejándome inconsciente. Por varios minutos todo se volvió negro.

Cuando desperté ya me encontraba en el hospital. Como siempre, mi madre me recibió con una sonrisa. Inmediatamente pregunté por mi hermano.

La sonrisa de mi madre desapareció, dejando paso a las lágrimas. Me alarmé al instante. Temía lo peor. No estaba preparado para perder a mi hermano.

Tras el impacto, la cabeza de mi hermano se inclinó de forma brusca hacia atrás. Causándole una paraplejia traumática, una lesión grave en la médula espinal al comprimirse. Los médicos declararon que tuvo demasiada suerte de salir con vida.

La pregunta era ¿volvería a caminar? Los médicos no estaban seguros. Era un setenta y cinco por ciento seguro de que no lo haría.

Luego de dos años de arduos estudios, las esperanzas disminuían. No en Él, nunca en Él.

Encontré un equipo de basquetbol en silla de ruedas un poco alejado del centro de la ciudad. No jugaban a partidos verdaderos pero las prácticas eran muy entretenidas y Alex se divertía como nunca. Hace mucho no lo veía con ese brillo en sus ojos. Su emoción al llevarlo a su primera práctica era inigualable.

No es que no quisiera contarle todo esto a Emma. Lo he estado pensando desde que nos volvimos grandes amigos. Solo que... no tuve una oportunidad.

Bueno, tal vez sí la tuve y no quería arruinar todos los bonitos momentos que compartíamos.

Siempre aborrecí a la gente que sentía pena por mí, solo por ser el hermano del chico de la silla de ruedas. Todos disculpándose, diciendo que lo sentían con una mirada cargada de algo más que siempre repelía. Se notaba a kilómetros lo incómodos que se estaban.

Ahora, el de la situación incómoda era yo. Mi madre entrando con mi hermano a mi casa, cuando Emma se encontraba en el sofá de mi sala de estar.

-¡Hey Tú!

- ¿" Hey Tú"? Sabes que tengo un nombre ¿verdad? – dije mientras lo empujaba ligeramente con el codo.

-Sí, más bien abusón- bromeó.

Siempre nos comportábamos de esa manera. Molestándonos y bromeando.

-Está bien, basta ustedes dos- dijo rodeando los ojos en señal de exasperación mientras se acercaba a mí para darme un beso en la mejilla- ¿Cómo te fue en la comisaría?

-De hecho...- comienzo tomándola de las manos y sonriendo como tonto- hay nuevas noticias.

-¿Enserio? ¿Ya la han encontrado? – preguntó emocionada. Y ni hablar cuando asentí- ¿Dónde está? ¿Está bien? ¿Le hicieron daño?

Reí un poco ante su preocupación. Aun sosteniendo sus manos la guie hasta el salón.

-¿Por qué no se lo preguntas Tú misma?

Estaba nervioso, sonrojado y asustado. Era la primera vez que traía una chica a casa y le contaba acerca de mi familia. Emma era una persona muy especial para mí, y mi madre lo sabía. Ella y Alex estaban al tanto de todo lo que había sucedido. Había veces en las que mi hermano bromeaba con que, cuando la encontrara, debería proponerle matrimonio por lo obsesivo que me encontraba por su búsqueda. Mi madre rio ante la broma e inquirió que al menos debería exponerle mis sentimientos.

Y eso hice.

Sonreí ante mi recuerdo.

Solté las manos de mi madre cuando por fin llegamos al salón y me encontré con una sonrojada y confundida Emma que me miraba con una interrogante en su rostro.

-Emma- comencé tomando sus manos- ella es mi madre, Amanda.

Notas de Autora:

¡HEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEYYYY! ¿Cómo están?

Capítulo corto. Pero ya estoy trabajando en el próximo y en estos días lo publico.

Muchas gracias por seguir leyendo, aunque tarde una eternidad en actualizar. Algún día se los compensaré.

Recuerden que si comentan, comparten y votan me da mucha más motivación a seguir escribiendo!

¡Nos vemos en la próxima!

Maia.

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