Capítulo 22- Al fin paz.

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Tres meses.

Tres malditos meses sin verla.

"Emma... ¿Dónde estás?"

Me encontraba tan desesperado.

No debí haberle hablado así. No debí dejarla irse. Fui un idiota.

Llegué a mi casa luego de otro día en la Universidad.

O en el infierno. Así lo sentía. Todo me recordaba a ella.

Me encerré en mi habitación, dando un golpe seco con la puerta para luego deslizarme por esta hasta sentarme en el suelo.

Mis lágrimas brotaban de mis ojos sin mi permiso.

Era tan frustrante no saber nada de ella. Nadie sabía nada. Ni siquiera se encontraba en su departamento.

Una angustia en mi pecho crecía más y más impidiéndome respirar, haciendo salir pequeños sollozos de mi boca. Mis rodillas temblaban al igual que mis manos.

¿Y si algo grave le había sucedido? ¿Y si se encontraba en peligro? No me lo perdonaría nunca. Todo esto es mi culpa.

Me sentía tan impotente. Tan inútil. Como cuando nuestro padre nos abandonó. No pude hacer nada para detenerlo. Él simplemente se fue.

Miré hacia arriba intentando buscar una respuesta.

¿Qué debía hacer? Yo no era un héroe. Ni siquiera era un hombre bien formado.

Solo era un chico.

O ni siquiera eso. Por la forma en que escondía el rostro entre mis rodillas parecía más bien un crío.

Unos golpes secos se oyeron del otro lado de la puerta.

- ¿Jason?

Me levanté rápidamente para dirigirme al baño y lavarme la cara. No podía dejar que mi madre me viera así. Yo debía ser el hombre de la casa. En el que pudiera apoyarse. No al revés.

-Un segundo mamá- hablé intentando tragar el nudo en la garganta con más o menos éxito.

Cambié mi camiseta por una limpia y abrí la puerta.

Con solo verla, ya sabía que no escaparía de hablar de mis sentimientos. Mi madre era como Emma. Ambas podían leerme con un libro abierto.

Su mirada denotaba una ligera sorpresa ¿Tan mal lucía?

-Solo... quería decirte que la cena estaba lista.

Tragué grueso. No me había percatado de cuánto tiempo había estado llorando. Miré por mi ventana y corroboré de que ya era de noche.

-No tengo mucha hambre... luego iré y comeré lo que sobre- mentí descaradamente. Hace días que no comía como se debía. No tenía estómago para ello.

Mi madre me miró dulcemente. Con esos ojos que me acunaban y susurraban que todo estaría bien, pero a la vez llenos de preocupación al ver el estado en el que se encontraba su hijo.

-Jason... ¿Está todo en orden? Hace días que no sales de tu habitación si no es para ir a la Universidad.

Maldije mentalmente. No podía mentirle a mi madre. Bueno... más de lo que ya lo estaba haciendo.

Suspiré pesadamente. Mi pecho se contrajo para luego relajarme completamente.

-No, mamá. No está nada bien- dije directamente.

Tomó mi mano entre las suyas, me hizo entrar a mi cuarto y sentar en mi cama junto a ella.

-Sabes que puedes contar conmigo ¿Cierto? Somos una familia.

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