Capítulo 2.

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Adam.

—¡Mamá! —grito desde mi habitación.

No podía creerlo, Franco tenía razón. Mi madre le había pedido a la revista que dijeran algo respecto a la relación ficticia entre Miranda y yo. Pero nunca pensé que pondrían algo como esto. ¿Qué anunciaremos nuestro compromiso? ¡¿Cuál compromiso?! Mi madre quiere que me explote la cabeza.

Bastante tengo con soportar todos los protocolos a los que me expone. Solo a mí se me pudo ocurrir venir a vivir con mis padres. Siempre fue un infierno y sigue siendo un infierno. Esta jodida vida llena de modales y el qué dirán aumenta mis crisis de ira.

Katherine ha insistido en que retome las peleas clandestinas porque cada día me pongo peor. He duplicado mi dosis de medicamentos y sigo entrenando todos los días, sin embargo, hay días como hoy que pierdo la calma. Además, continúo sin ver a un doctor, un especialista, sin ir a ningún grupo de apoyo o como sea que lo llamen. Soy un desastre.

Recién acabo de darle un puñetazo a la pared y me he lastimado los nudillos. No es fácil lo que enfrento, sé que parece solo una forma de justificar que en realidad eres un inadaptado al que todo le molesta y aparte eres un violento total. Podemos parecer esa clase de persona a simple vista, pero hay algo en nuestros cerebros que no termina de conectar.

El TEI, existe y hay personas que lo llevan perfectamente, hay otras que se descontrolan y cometen errores grandísimo, yo ya cometí el primero, no quiero cometer más o quizás ya lo hice, porque al final mi enfermedad no me permitió concentrarme aquel puto día. Estaba tan lleno de rabia, de furia, de dolor que no le creí a la dueña de los rizos más hermosos del planeta.

Y no es que ahora le crea, es solo que estoy más sereno, al menos más sereno en el sentido en que si hablase con ella en este momento ni loco la ofendería como lo hice. Quisiera que las cosas fueran más sencillas.

Me he pasado estos últimos días pensando en Maya más que nunca. ¿Se sentirá bien en la universidad? ¿La tratarán bien? ¿Habrá hecho nuevos amigos? ¿Seguirá con Tyler? ¿Estará con alguien más? ¿Por qué Maya no se me sale de la cabeza?

Cuando tengo estas pequeñas crisis que, a diferencia de lo que los demás pueden ver como impulsos, inician como pequeños calambres en mis extremidades, que se esparcen por todo mi cuerpo y terminan con golpes en la pared, la imagino acercándose a mí, que pone su pequeña mano en mi mejilla y me calma. ¿Por qué nadie puede lograr eso? ¿Por qué nadie dice las palabras correctas? ¿Por qué nadie me ve como ella? ¿Por qué nadie es ella? ¿Cómo una niña entendió mejor lo que padezco que mi familia? ¡Carajo!

No puedo seguir así, han sido diez largos meses. De Miranda me olvidé en menos de uno. Claro, a Miranda no la amaba de esta forma que me vuelve loco cada día más.

—Mamá —vuelvo a gritar bajando las escaleras. Todos están desayunado.

—Gritar no es de gente educada, Adam.

—Decir mentiras tampoco lo es. —Golpeo la mesa y tiro la revista.

—Cálmate, Adam —me pide mi padre.

—¿Qué me calme? Mira lo que han puesto. Entiéndelo de una vez mamá, no voy a casarme con Miranda, ni con las hijas de tus amigas, ni con nadie. No quiero estar con nadie. Resuelve esto, por favor.

—¿Cuál es el problema entonces? ¿Qué más da si la revista dice eso o no?

—No quiero mentiras.

—¿Te preocupa que lo lea? —suelta la pregunta con ironía y me enfurezco, sé perfectamente a quién se refiere—. Cariño, que estudie en Yale no la hace automáticamente en alguien de sociedad. Seguro jamás en su vida ha visto esta revista.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora