Capítulo 11.

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Maya.

Me quedo de pie mientras Adam desaparece de mi habitación. ¿Qué demonios he hecho? Me he dejado llevar por el momento, por la maldita forma que tiene de nublar mis pensamientos y esa manera de seducirme, de atraparme, de corromperme. Soy otra persona cuando caigo en sus brazos, simplemente no puedo evitarlo.

Lo había extrañado de una forma increíble, mientras me hacía el amor no dejé de pensar un solo momento en lo mucho que deseé por días y meses que esto sucediera, que él me creyese, que volviera y esto está matándome.

Me paso desesperada las manos por la cara. Debo ir a una farmacia y muero de vergüenza. ¿Por qué se ha marchado sin ayudarme? La verdadera pregunta aquí es: ¿Qué pasará ahora?

No, simplemente no puedo perdonarlo, al menos no en este momento. Ni siquiera sé por qué me ha creído de repente, que fue a ver a Tyler, ya lo sé pero antes de eso, decidió creerme de un día para otro, ojalá hubiese sido tan comprensivo cuando todo explotó contra nosotros. Recordar su mirada de reproche y hasta de odio de aquella espantosa mañana me da escalofríos.

—¿Qué haces ahí? —Julia me asusta. No me he percatado del ruido de la puerta y hasta ahora me doy cuenta de que estoy detrás del armario, oculta, como si hubiera hecho algún tipo de crimen.

—Necesito que me ayudes —musito. Con Becca sería tan fácil resolver este pequeño inconveniente.

—Lo que quieras, cariño.

—He tenido sexo sin protección —suelto y cierro los ojos.

—¡Estás de broma! ¿Con quién? Evan... no, no, no, tú no te acostarías con Evan de buenas a primeras. White estuvo aquí. ¡Madre mía! ¿Lo hiciste en tu cama? Si lo has hecho en la mía tendrás que lavar mis sábanas —se queda callada en cuanto observa mi cama. El colchón, incluso, no está del todo recto y las sábanas al igual que las almohadas están revueltas—¡Vaya! Si es todo un semental —agrega y no puedo parar de reír.

—¡Julia! Concéntrate, he tenido sexo sin protección. Necesito esa pastilla de emergencias y no quiero ir sola a la farmacia. ¿Me acompañas?

—Puedo ir a comprarla si es lo que quieres realmente, pero quiero todos los detalles. Regreso enseguida. —Toma su bolso y sale corriendo.

No tarda demasiado pero si lo suficiente como para que haya ordenado mis ideas y aplacado la pequeña llama que ya se había formado en mi interior. Después de contarle a Julia los detalles que quería escuchar y reírnos, al menos por unos minutos, por el desorden que hemos hecho Adam y yo en mi parte de la habitación, recuerdo que una vez más he dejado a Evan en el abandono.

Nuevamente opto por un mensaje disculpándome y esperando verlo pronto. Si de verdad quiere ser mi amigo y solo mi amigo no tendría por qué molestarse, ¿cierto?

Me tomo la pastilla y mientras espero la respuesta de Evan, llamo a mamá. Cada día lejos de ella y mis pequeños hermanos es un martirio, puede ser que por momentos agradezca no tener tantas responsabilidades, aunque ahora la culpa de estar tan lejos parece una responsabilidad aún mayor.

—¿Héctor está bien? ¿No ha vuelto a ser el niño callado de antes? —pregunto.

—No, al menos ese tal Adam hizo algo bueno. Lo curioso es que Héctor nunca ha querido decirme qué fue exactamente lo que hizo para que esos niños dejaran de molestarlo.

Sí, mamá está enterada de todo. Poco a poco le dije cada acción que Adam había hecho por mí, porque a veces cuando me oía llorar por horas en mi habitación, no lograba entender qué tan especial fue Adam White en mi vida. Decidí contárselo, desde aquel gesto que tuvo con Sarah cuando mi hermana pensó que era un príncipe, hasta que dejó la casa de al lado a mi nombre.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora