Capítulo 16.

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Maya.

Mide mucho más que yo y pesa mucho más que yo; lo cual convierte la tarea de llevarlo hasta la ducha en algo bastante imposible. Aún en contra de su voluntad pido ayuda. No quiero tirarlo y que termine de lesionarse por completo.

—Listo, todo suyo —me regresa a la realidad el enfermero que me ha ayudado.

—Gracias —respondo pensativa.

Asomo mi cabeza por la puerta del baño y me encuentro a Adam sentado en una silla en medio de la ducha. No tiene cara de felicidad, pero, en cuanto me mira una sonrisa preciosa aparece en su rostro. Tengo que admitir que me moría por volver a tener esta dinámica con él.

Con Adam puedo ser completamente yo, la Maya inocente y no sentirme estúpida y ser la Maya atrevida y no sentirme mal. Estar con él es sencillo. A pesar de ello, sigue habiendo muchas diferencias en nuestros estilos de vida. Todo este tiempo he creído que por más que huya de sus raíces, siempre las tendrá en la espalda.

Me acerco lentamente después de quitarme mis zapatos, subir mi pantalón lo más que puedo, aunque es algo complicado y sostengo mi quijada. Esto de ducharlo es muy tentador, tengo que quitarle su bata y una vez que lo haga no habrá nada más que piel, músculos y ese punto exacto que me hace desearlo con tanta locura.

Con mucha paciencia suelto la bata y la saco por su cabeza. Sin poder evitarlo mis ojos viajan por todo su cuerpo y él se suelta a reír.

—Me miras como si fuera un pedazo de carne —bromea.

—Quizás —contesto y quito el cabezal de la ducha para poder mojar su cuerpo y no su cabeza, ya que la tiene completamente vendada. Antes de prender la ducha me acerco a él y le doy un beso tierno.

Estoy tan enamorada de Adam como antes, como si el tiempo no ha pasado, como si se hubiera tratado de una separación de días y no de tantos meses. Y entonces me pregunto, ¿realmente olvidamos a las personas cuando las relaciones se terminan? ¿Realmente dejas de sentir todo aquello que un día te volvía loca hasta la médula?

Creo que no, cuando te enamoras incluso de los defectos de la otra persona, jamás olvidarás, solo pretendes seguir, pretendes enamorarte de nuevo, pretendes que estás bien porque la vida y la sociedad te obliga a pretender, a mentir, a sonreír. Pero aquel chico o chica que enloqueció tu mundo e hizo vibrar hasta tus entrañas, sigue ahí, dentro de ti y es justo lo que me ha pasado con Adam.

Solo rozo sus labios, sé que le duele todo aunque diga que no. Creo que incluso le duele respirar. Me separo y acaricio las pocas partes no azuladas, verduscas o moradas de su rostro. Se me contrae el pecho cada vez que recuerdo que casi lo pierdo para siempre al enviarlo ebrio a casa.

Cierra sus ojos y disfruta de mi tacto. La escena puede resultar chistosa para muchos, finalmente, está desnudo en una silla, dentro de un baño y su pequeña novia pretende ducharlo sin excitarse o despertar a mini Adam.

—Si me sigues viendo de esa forma voy a cometer una locura —murmura.

—Pues tendrás que controlarle —le digo.

El agua inicia a salir y Adam vuelve a cerrar sus ojos disfrutando de la forma en la que las gotas recorren su cuerpo. La pierna que tiene lesionada está completamente recta gracias a otra silla que ha puesto el enfermero. Se supone que no debo mojarla y eso hace todo muy complicado.

Tomo la esponja de baño y la lleno de jabón líquido. No puedo evitar morderme el labio cuando paso la esponja por su pecho. Trato de ser delicada, aun así la experiencia es placentera. Siempre me ha gustado su abdomen perfecto y marcado. Tengo unas ganas intensas de besar cada espacio y me detengo. He de controlarme, no sé qué me pasa, no suelo ser así.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora