Capítulo 31.

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ADAM

Nos apartamos un momento, es inexplicable lo que acabo de sentir al mirarla en el marco de la puerta. Cuando se marchó conservé la calma, no hice ningún destrozo, incluso me preparé un café y avancé un poco con el trabajo desde mi portátil. Pensé que todo iría bien, sentí la seguridad de que esos días que Maya quería lejos, era justo lo que necesitábamos.

Poco tiempo después fue la estabilidad emocional la que me traicionó. No sé si todo esto que siento por ella se deba a que la encontré cuando más perdido me hallaba. Si la hubiera conocido en circunstancias normales, a lo mejor lo que siento por ella no fuese tan intenso o a lo mejor sí. Es que Maya lo vale.

No solo es la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida, es mi amiga, mi compañera, el único ser en esta tierra que encontró una parte rescatable dentro de mí, que no salió corriendo al descubrir mis demonios, que siempre está.

Puede que Katherine me haya ayudado con las peleas y sus técnicas extrañas para liberar un poco de frustración, pero Maya; Maya me ha mostrado que hay todo un mundo en el que las personas como yo, hacen una vida normal, sin mayores complicaciones.

Me hizo ver lo que no logró mi familia, ni la misma Katherine. Y cómo no amarla si cuando me mira con sus bonitos ojos verdes, es suficiente para estremecerme por completo.

Vuelvo a besarla, tengo miedo de lo que dirá. Me ha visto como no quería que lo hiciera. Debo confesar que he tenido un ataque de debilidad. He terminado en el suelo llorando como un niño, el retener mis impulsos de romper cosas, gritar o volverme loco, esta vez, se han transformado en lágrimas. Y, honestamente, es una manera más llevadera, un poco más dolorosa, sí, pero me siento bastante normal y no un monstruo.

—Maya... —susurro más afectado de lo que debería al tenerla a horcajadas.

—Lo sé —sonríe un poco—. Lo sé —repite.

—¿Has vuelto? —pregunto nervioso. Es algo tonto que lo pregunte, hicimos un acuerdo, no puedo presionarla.

—Sabes que necesitamos pensar muchas cosas.

—Lo sé. Y lo siento.

—Y cambiar otro par de cosas.

—También lo sé —respondo.

—Y que un par de horas separados no es suficiente para resolver todos los conflictos que hay en esta relación.

—Quisiera decir que no, pero lo sé.

—Dijiste que me esperarías aunque las semanas se volvieran meses.

—Sé todo lo que dije, Maya —me inicio a poner tenso—, mi intención no era que me vieras así. No voy a presionarte. Me duele mucho tener que separarnos, eso es todo.

—A mí también. Eres la única persona que quiero ver cuando estoy triste y cuando estoy feliz. Eres la única persona con la que quiero vivir todo, Adam.

—¿Eso qué significa? ¿Te ha pasado algo? ¿Por eso has vuelto?

—Sí. Tú y yo nos amamos, debería haber más sonrisas que lágrimas. Y aunque insisto en pasar unos días viviendo en lugares diferentes, creo que me equivoqué al querer enfrentar toda esta tormenta sola y no a tu lado.

Maya tiene razón, mi padre también la tiene. Y creo que después de todo lo que se ha revelado en las últimas cuarenta y ocho horas no queda nada más que nos haga tambalear. Por supuesto que habrá peleas y discusiones que no podremos evitar. De alguna forma esta vez tiene que ser diferente.

—De acuerdo, hobbit. Tendremos que aprender a no caer en lo mismo.

—Te amo Adam White. —Roza mis labios y pronto siento su lengua en busca de la mía.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora