MAYA
Mi corazón deja de latir y cualquier sonido desaparece, en mi cabeza se repite una y otra vez la última oración que ha pronunciado: "Soy Andrew Beckett, el padre de Maya". Entra en todos mis sentidos, en cada parte de mi cuerpo, como si intentara conectar con algún lugar en mí que me haga sentir feliz por este momento. ¿Es mi papá? ¿Realmente es mi padre?
Doy algunos pasos hacia atrás y tanto Adam como el hombre que dice ser mi padre esperan que diga algo. ¿Qué demonios voy a decir? Este hombre abandonó a mi madre cuando tenía dieciocho años. Ni siquiera me reconoció como su hija y antes de que cumpliera la mayoría de edad, enviaba, todos los meses, una miseria para reponer su ausencia. ¡Qué carajos quiere! Me lleno de furia, y mis ojos de lágrimas.
—Adam —susurro—. Que se marche.
—Quiere retirarse, por favor —le pide con amabilidad.
—Hija.
La palabra me suena ofensiva. ¿Hija? Diecinueve años después me llama hija.
—Yo no soy su hija —le aclaro entre dientes.
—Por favor, Maya. Me ha costado mucho dar contigo.
—Ya me miró, ahora puede irse.
—Maya. —Intenta tocar mi brazo y Adam lo detiene con su mano sana.
—No la toque y lárguese de aquí. Es la última vez que se lo pido con amabilidad.
Cierro la puerta y me quedo ahí, sorprendida y sin saber qué decir o qué hacer exactamente. Me llevo las manos al pecho. Trato de encontrar alguna emoción, tristeza ¿quizás? Solo experimento un vacío profundo y devastador, porque ha sido una figura justamente fantasma y vacía en mi vida.
No puedo creerme que sea él, que me haya encontrado, ¿cómo es posible que me busque ahora y no en San Francisco?
—Voy a seguirte buscando, hija. Hay muchas cosas que quiero decirte —la voz de Andrew Beckett sigue escuchándose a través de la madera de la puerta.
La confusión me invade.
Estoy impresionada hasta la médula y no es hasta que los brazos de Adam me rodean que entiendo que la persona que acaba de irse es mi papá, quien tanta falta me hizo, es el apoyo que nunca recibí. Inmediatamente pienso en lo doloroso que fue para mi madre estar embarazada y sola a los dieciocho.
Los padres de mamá no la ayudaron y la echaron a la calle, así que mi mamá decidió tenerme a pesar de saber que no podría ofrecerme nada y ese hombre jamás estuvo para nosotras, no nos dio un techo, comida, ni un maldito apellido, aunque no sirviera de nada.
No sé por qué estoy llorando, no he cruzado ni diez palabras con él. Sigue siendo un desconocido para mí pero aún así, muchas preguntas atacan mi mente: ¿Cómo me ha encontrado? ¿Vive en Connecticut? ¿Desde hace cuánto me busca? ¿Por qué está interesado en mí ahora? ¿Tiene algo que ver con el accidente de Adam? ¡Demonios, voy a volverme loca!
Aún en las condiciones en las que está Adam me anima a caminar y no me suelta, me lleva acurrucada en sus brazos a pesar de que está dando brinquitos y jadea con cada movimiento, trato de alejarme y lo miro preocupada.
—Te estoy lastimando.
—Me duele más verte así, tan descolocada. —Me lleva hasta la habitación.
Se acomoda en la cama solo, yo debería ayudarlo, no reacciono, eso es lo que pasa. Me acurruca nuevamente a su lado.
Entonces, me doy cuenta de lo mucho que extrañaba esto, tenerlo a él cuando todo parecía borroso y difícil de entender, saber que al volver a casa podía llorar en sus brazos hasta agotar mis lágrimas sin sentirme derrotada y perdida. Tener la seguridad de que sin importar lo grave que fuesen mis problemas, a su lado todo parecía sencillo.
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¿Cómo volver a ti?
Teen Fiction*Segunda parte de ¿Cómo estar sin ti?* Adam sabe que su vida cobró sentido cuando Maya apareció en su camino, Adam sabe que no volverá a amar a nadie como a Maya, Adam sabe que desde que Maya no está todo es oscuro y turbio, Adam sabe que está dest...