Capítulo 27

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Adam.

La puerta de mi baño se abre y veo salir a Maya usando un pequeño conjunto de lencería. No es exactamente un conjunto, es una sola pieza que apenas y llega a sus muslos, transparenta todas las partes de su cuerpo y en lo único que puedo pensar es en controlar mis instintos salvajes. ¡Mierda! Me ha puesto más duro que nunca y quiero arrancarle ese pedazo de tela y hacerla mía de una vez.

—¿Quieres que muera en mi fiesta de cumpleaños atrasado? —mi voz ha sonado rara, como un pequeño sonido inestable pero joder, ¿quién puede estar concentrado cuando su figura me vuelve loco, sus pezones están endurecidos y rozan constantemente la tela de su traje? Me muerdo los labios y me acerco a ella.

—¿Te gusta? —pregunta con toda la vergüenza reflejada en su voz.

—¿Tú qué crees? —indago y tomo una de sus manos y la llevó hasta mi miembro.

—Mierda —dice y sonrío. No suele decir malas palabras.

—¿Qué has dicho? —Deslizo uno de los tirantes y beso su cuello hasta llegar a su hombro.

—Nada... Creí que sería un buen regalo...

—El mejor de toda mi vida, Maya.

La atraigo hasta mí y beso sus labios. Caminamos hasta la cama y la tumbo con delicadeza. Recorro sus piernas desnudas con suavidad, hasta subir a sus pechos, los acaricio mientras nuestras lenguas juegan un rato.

Si no me vuelvo loco hoy, no me volveré loco nunca. La deseo tanto que da miedo. Quito el tirante restante y beso desde su cuello hasta su muñeca. Definitivamente ya no es una niña, ahora es completamente una mujer.

La parte superior del traje la bajo hasta su cintura y lo que resta lo uno en el mismo punto. Entrelazo nuestros dedos y presiono sus manos sobre el colchón mientras paso mi lengua en medio de sus pechos y con suavidad tomo uno a uno sus pezones y tiro de ellos un poco.

Libero una de mis manos y la llevo hasta su entrepierna húmeda, introduzco uno de mis dedos y su gemido no se hace esperar. Miro como entierra sus dedos en las sábanas y su boca entreabierta con sus ojos cerrados me ponen peor. La dejo tranquila unos segundos y vuelvo a besarla, tomo su rostro entre mis manos y la miro fijamente aunque sus ojos siguen cerrados.

—Maya, ¿te gusta lo que te hago? Si quieres parar en algún momento, solo tienes que decírmelo.

—Lo único que tengo que decirte es que no te detengas. —Abre los ojos y puedo ver el deseo en ellos. Me pone mucho oírla así, mirarla así, tan perdida en deseo, y me gusta más saber que soy el único que la conoce en este sentido y que no habrá nadie más que la descubra.

Bajo nuevamente y arrastro con mis dientes la delgada y transparente tela que me ha puesto tan loco, hasta que llego a sus tobillos y la dejo caer en el suelo. Me desnudo en un par de segundos, ya no hay más preservativos porque Maya ha iniciado a beber la píldora, hemos buscado una ginecóloga que la oriente el mismo día que he ido al hospital a mi cita con mi doctor, un psiquiatra especializado en trastornos psicológicos.

Estamos avanzando a pasos agigantados, somos felices, mucho.

Beso sus pies, sus tobillos, sus pantorrillas, la parte interna de sus piernas, aprieto sus muslos y solo puedo concentrarme en sus jadeos. Pruebo su intimidad pasando mi lengua de arriba hacia abajo y ella tiembla.

—Adam —me suplica y sonrío. Me ubico en medio de sus piernas. Ella se inclina un poco hacia arriba. Abre un poco más las piernas, está lista para mí y yo para ella. La invado, gime y me acerco a su oído.

¿Cómo volver a ti? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora