Llevaba largo rato escuchando como el grupo de hombres oculto entre el follaje se preparaban para dar el golpe. A la primera señal de compañía, Neil Brodick MacNeil, había dirigido su mirada hacia sus primos, Cormac y Liam, para comprobar que ellos habían notado también que estaban siendo observados. No necesitaba más que un leve asentimiento de cabeza para asegurarse de que todos sus hombres habían comprendido que se les avecinaba una reyerta.Era común encontrarse con grupos de bandidos en las agrestes tierras altas y también era muy común que pensasen que un grupo de once hombres era fácil de derrotar. Pero muy pocos de los incautos que se aproximaban a intentar limpiar los bolsillos de los mercenarios MacNeil salían vivos para contarlo. Engañaba su aspecto caballeresco, pues desde que habían jurado lealtad al Rey, Juan I, el pequeño ejército de Brodick mostraba una apariencia menos bárbara, pero eso sólo se debía a su papel de emisarios en aquella misión, que requería cierta elegancia. Sin embargo, debajo de las túnicas seguía bullendo la sangre de guerreros, mercenarios, que desde bien jóvenes habían aprendido la barbarie de la guerra y la supervivencia.
El instinto, que le erizaba ahora el vello de su nuca, le había salvado la vida en incontables ocasiones y se había convertido en una parte de sí mismo tan arraigada que podía predecir con fiabilidad cuando se avecinaban problemas. Él y sus primos luchaban desde muy tierna edad, entregados a aquella vida áspera y solitaria que se renovaba constantemente en el campo de batalla. Eran guerreros feroces, eficaces, despiadados, cuando la situación lo requería y aquellas cualidades habían hecho que desarrollasen una merecida fama de infalibles que los había convertido en mercenarios muy temidos y codiciados en el reino. Tanto así, que el mismo Juan de Balliol había reclamado sus servicios para la corona.
Brodick estaba más que preparado para la lucha en ciernes: estaba ansioso. Los numerosos encuentros con señores feudales que había mantenido en las últimas semanas habían puesto a prueba su paciencia. Había sido un auténtico padecimiento aguantar los airados enfrentamientos con los jefes de las Highlands mientras trataba de conseguir su lealtad para los planes del Rey. Le sorprendía que algunos de aquellos arrogantes jefes intentasen obtener provecho de la situación, si bien no podía negar que su propia lealtad a Juan de Balliol había sido prometida a cambio del apoyo de la corona para recuperar sus tierras.
Se levantó del peñasco donde se hallaba recostado mostrando absoluta despreocupación, sacudiéndose las nalgas para limpiarse la tierra adherida a la túnica, mientras se acercaba con parsimonia a su caballo. ¡Buen Dios! Estaba deseando atravesar unos cuantos pechos con su espada para desquitarse de toda la contención que había practicado desde su salida de Edimburgo. Él no era un pacificador, por todos los infiernos, era un guerrero. Prefería mil veces cualquier refriega como la que se avecinaba que ejercer el papel de pacificador sentado a una gran mesa. Pero el monarca creía que sus hombres impondrían el respeto y el temor necesarios para que los barones de la corona se preocuparan de evitar cualquier confrontación con sus deseos.
—¡Eh, Liam! Prometisteis contarnos como lograsteis escapar de la alcoba de aquella joven en Lanarkshire —anunció en tono despreocupado mientras levantaba el plaid que cubría el lomo de su montura, observando que había dos bellacos más escondidos tras la loma—. Estoy seguro de que fue por poco que no acabasteis con un puñal en vuestras nobles partes.
Liam, deduciendo la treta de distracción de su primo, rio acercando su mano izquierda al pecho para dar mayor énfasis a su diversión mientras con la mano derecha sujetaba la empuñadura de su espada.
—Primo, he de confesar que no esperaba semejante arrebato por parte de una muchacha tan decorosa. Si no hubiera visto con mis propios ojos como se encendían en sangre los suyos, no podría haber imaginado que fuera capaz de tal alarde de cólera.

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La ofrenda
HistoryczneEl hermano de Lady Sarah de Rose ha desaparecido poco después de la muerte de su madre. Ante la apatía de su padre y la difícil situación de su clan, la joven doncella está dispuesta a todo, incluso a renunciar a su futuro y a su honor, con tal de a...