Capítulo veintisiete

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¡Hola, amores míos!

Mi vida es un vodevil. En serio. No alcanzo a explicaros cómo se me ha complicado el día a día, pero espero que os oriente un poco el hecho de que faltan ¡dos semanas para mi boda! A todo ello hay que sumarle que puede que ese mismo día tenga el examen práctico de mi oposición... 😰😰😰 O lo que es peor, puede que el examen me lo pongan durante la luna de miel... 😱😱😱 en cuyo caso tendría que cancelar mi viaje. Añadidle además que antes del día 16 tengo que presentar el proyecto para la nueva programación de mi programa de radio: colaboradores nuevos, sintonias nuevas, contratos nuevos... 

Así que ando medio loca entre estudiar, gestionar el trabajo, organizar la boda y pelearme con las aseguradoras. Es por este motivo por el que casi no he aparecido por Wattpad en toda la semana, y ni siquiera me ha dado tiempo de pararme a leer todos los comentarios del anterior capítulo, aunque he sufrido con cada notificación de vuestros "hilos interminables", porque me moría por entrar al trapo. No me estoy quejando, ni mucho menos, pero no quiero por nada del mundo que penséis que os abandono.

El viernes pasado os dejé en la más absoluta incertidumbre, lo sé; pero espero compensarlo con este capítulo. ¿Creísteis que Brodick se iría sin más? ¡Mujeres de poca fe!

¡Feliz lectura!😊





—No espero que lo entendáis.

Brodick pateó una piedra con la punta de su bota de piel, sujetándose las manos tras la espalda. No se sentía muy orgulloso de sí mismo en aquel momento. Lo que les pedía a sus primos era demasiado, viniendo del mismo hombre que les había instigado a abandonar cualquier empresa o sueño mientras no consiguiesen completar su venganza.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando? —preguntó Cormac con la mirada perdida.

Aquel era un lugar para perderse en el espesor de la llanura, rodeada de brezos, en la que apenas se divisaban unos grupos de árboles por detrás de una pequeña colina. El prado verde que se extendía ante sus ojos, uno más de los que poblaban las salvajes Tierras altas, y que otras veces le había ayudado a relajarse, esta vez solo causaba en él más desasosiego, porque le recordaba todo lo que ansiaba poseer y podía perder.

—No sabría decirlo, puede que un par de semanas más...

Volvió su vista hacía Sarah. Estaba apartada de los demás, comiendo un trozo de pan que parecía costarle masticar. Su mirada también estaba perdida y en lugar de hallar en ella la alegría que debería llenarla tras haber encontrado a su hermano, sus ojos se veían apagados y tristes. Sabía que era por su causa, que le había decepcionado, una vez más, al reconocer que tenía que marcharse a Edimburgo. La había notado tensarse tras él cuando lo había reconocido y se había sentido como un miserable por volver a hacerle daño.

Se había negado a aceptar la recompensa, al menos eso hablaría en su favor. No lo había hecho para ganarse su perdón, sino porque no concebía la idea de cobrar por un trabajo que había realizado por decisión propia. No lo había hecho para ganar nada y ni siquiera para defender la injusticia de las sucias tretas de Urquhart. Lo había hecho por ella, porque quería que recuperase a su hermano, porque sabía cuánto lo ansiaba, porque quería verla feliz. No hubiera podido marcharse dejándola en una situación peligrosa y gracias a Dios que había seguido su instinto, porque Sarah se enfrentaba a mucho más que la pérdida de su amado hermano. Ella habría llegado a cualquier extremo para salvarlo y no pudo evitar volver sentir celos de aquel amor tan puro y entregado que ella le profesaba a William. Su sentimiento de posesividad sobre la muchacha estaba fuera de toda lógica o mesura. En aquel preciso momento solo quería arrastrarla fuera de allí, tomarla en sus brazos y hacerle el amor con toda la salvaje demanda de su cuerpo.

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