Capítulo doce

9.9K 985 367
                                        

Aquí lo tienes cristina1316, espero que sea lo suficientemente largo para saciar tu sed, jejeje.

¡Feliz lectura a todos!





Tenía que hacerlo. Era su única opción. William estaba en peligro. Cada día que pasaba, Sarah estaba más convencida de que esa era la verdad y no otra. Y si estaba dispuesta a dar su vida por su hermano, que lo estaba, también podía comerse su orgullo y poner en marcha su plan, aunque le costase una humillación.

La última vez que lo había visto, él había estado furioso y, en el fondo, sabía que lo mejor era dejar que las cosas se calmasen, mas no podía. Todo lo instintivo dentro de ella le gritaba una y otra vez que el peligro les acechaba y que tenía que encontrar la forma de que el tanaiste volviera a casa. De modo que si el momento no era el más adecuado, tendría que serlo, porque no podía permitir que su temor y cobardía fuesen la causa de un mal mayor. Tenía que decírselo. Hoy. Pero no conseguía encontrar a Brodick por ningún sitio. Había pasado la tarde esperando que volviese de cazar, pero cuando por fin halló a Cormac, éste le dijo que habían vuelto hacía rato y que todos se habían retirado a descansar.

Cuando los últimos rayos de sol acariciaban el horizonte, salió al patio y lo halló al fondo, junto al portón de entrada, sentado en un banco de madera, atareado en la labor de pulir su espada. Vestía un pantalón de piel que se pegaba a sus poderosas piernas flexionadas, entre las que él sujetaba la claymore. La camisa de algodón blanco impoluto se ceñía a su pecho y sus robustos hombros para caer suelta sobre la delgada cintura. La luz anaranjada del ocaso no hacía más que potenciar su belleza, iluminándolo como si fuera el dios vikingo que ella siempre veía en él.

Todas las terminaciones nerviosas de Sarah respondieron ante su rudo atractivo, reaccionando como aquella primera vez que lo vio, increíblemente poderoso, en su caballo de guerra frente a la puerta de entrada de Kilravock. Haciendo acopio de valor, caminó directa hacia él, sin pasarle desapercibido cómo se oscurecía su semblante cuando se percató de que ella le acechaba. No había llegado muy bien a su posición cuando ya la estaba echando de allí. Mal comienzo, pensó.

—Lady Sarah, os recomiendo que volváis dentro. No soy una compañía agradable en estos momentos, creedme.

—Lamento molestaros, pero necesito hablar con vos.

—No hay nada de qué hablar. —Tomó una bocanada de aire, todavía sin enfrentarla y continuó en tono resignado—. Tenéis que olvidar lo que ha sucedido, Sarah.

Se tensó al escuchar su nombre pronunciado con tanta resignación. Algo se calentó en su pecho, su mente voló a otro momento, a otra circunstancia en la que él la llamaría por su nombre con ternura y, sin querer, un nuevo anhelo empezó a crecer en su alma. Reunió de nuevo todas sus fuerzas para centrarse en su objetivo. Él no estaba dispuesto a charlar, pero lo cierto es que no había esperado nada mejor que su negativa.

—Tengo que hablar con vos de negocios, mi señor.

Eso desde luego consiguió captar su atención. Levantando las cejas con sorpresa, Brodick se volvió hacia ella.

—¿De negocios? —Sonrió ligeramente mientras pulía con una pasta de agua y óxido de hierro su claymore—. No podéis estar hablando en serio.

—Corregidme si me equivoco...

—Lo haré —interrumpió él.

Con un suspiro de exasperación, Sarah continuó con su razonamiento. No iba a ser fácil. Él parecía condenadamente dispuesto a no tomarla en serio.

La ofrendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora