Capítulo ocho

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—¿Ves? Cuando pones estas dos letras delante de una palabra consigues justo la palabra contraria. Ahora, vamos a convertir todas esas palabras en su contrario, ¿de acuerdo? —Sarah se esforzaba por mantener los ojos abiertos mientras daba las lecciones de escritura a Archibald.

—Pero, mi señora —El joven escudero parecía confundido—, ¿por qué no se usan palabras distintas si son cosas distintas?

Echándose a reír, Sarah se recostó sobre el respaldo de su asiento. Se quedó pensativa, como si no pudiera decidir la respuesta y, al momento, se inclinó hacia delante– Porque, no son sólo distintas, Arch, son opuestas. La una no existe sin la otra y el hecho de que se escriban igual nos ayuda a relacionarlas.

Brodick observaba apoyado en uno de los pilares del espléndido salón de la mansión cómo Sarah enseñaba al escudero. Habían disfrutado de una opípara comida y había descubierto que además de todas sus virtudes, su noble dama hacía las tartas más deliciosas que hubiera probado nunca. La de hoy había sido de manzana. La textura más suave y el sabor más intenso le hicieron creer que estaba en el cielo y se arrepintió de no haber dejado más hueco en su estómago para el postre. No volvería a cometer ese error.

—¡Fantástico! Las has escrito todas bien. Ahora vamos a aprender a escribir números cuando están indicando posiciones. Yo los nombro y tú los escribes. ¿De acuerdo? Tienes que poner las letras que forman la palabra que yo pronuncio, no el número que tú conoces. Luego veremos cuánto te has acercado a la forma correcta. —Sarah esperó el asentimiento del muchacho y fue contando lentamente y dándole tiempo para poner todas las letras—. First, seicont, thrid, fowert, fift, saxt... (2)

—Y, ¿para qué necesitamos escribirlos? ¿No sería más fácil poner el número? —preguntó el chiquillo y procedió a demostrarlo— ¿Aaaasí? —Fue alargando la palabra a la vez que escribía.

—Sí, es más fácil. Pero no siempre se hace así. Si no aprendes a escribirlo tampoco sabrás leerlo si por ejemplo recibes una carta y la fecha está escrita con letras. ¿Entiendes?

—Entiendo milady. No he recibido una carta en mi vida, pero si vos decís que esto es útil, no lo discutiré.

Ahora fue el turno de Brodick para reír. El muchacho cuestionaba cada una de las indicaciones de Sarah y ella a pesar de todo se mostraba paciente con él, aunque ya le había visto poner los ojos en blanco tres veces en el corto tiempo que llevaba observando. Sarah se volvió hacía él y le reprendió con un dedo acusador. La actitud de la muchacha desde que habían hablado la mañana anterior era mucho más alegre y confiada. Le buscaba de vez en cuando para charlar y siempre se mostraba encantadora, como en aquel momento. Ella escuchó su risa y se volvió a mirarlo, levantó un dedo acusador, pero no pudo evitar sonreír de oreja a oreja.

—Parece que hemos suscitado la atención del gran público, Archibald. Tal vez nuestro invitado quiera ayudarte a corregir tus ejercicios. —Le retó.

Brodick se acercó y miró por encima del hombro de Sarah. Notó que la muchacha se estremecía e inspiraba con fuerza. También cerró sus ojos cuando las puntas de su pelo, que llevaba suelto, rozaron la suave piel de su hombro. Llevaba un precioso vestido con un escote muy abierto; no era profundo en los pechos, pero dejaba libres las clavículas y una buena proporción de piel. Caramba, él también se estremeció.

—Veamos... tercero no acaba en "t" sino con una "d". El resto está muy bien, Archibald.

—Cierto, Arch. Todos los números del orden acaban en "t", excepto el tercero, que acaba en "d". Es otra de las excepciones de las que hemos hablado. Tendrás que tenerlo en cuenta también a la hora de pronunciarlos —añadió, con voz entrecortada.

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