Capitulo 40

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"No puedes decir estar bien, mientras tu mirada exclama dolor por todas partes".

Narra Andy:

–Andy, ¿estás escuchando? –Oí decir a Juan.


–No, lo siento –respondí saliendo de mis pensamientos.

–También lo tome como una broma –Rasco su cabeza. –Me siento tan culpable –Mustio.

–Me siento como una mierda. Así me siento –Murmuré.

*

Estacione el auto enfrente de ese gran edificio donde trabaja mi mamá y espere unos minutos.

La puerta del copiloto se abrió y ella entro con unos papeles en mano, seguido de acomodarse cerró la puerta y prendí el auto para dar marcha hacia mi casa.

– ¿Cómo te fue hoy? –Aprovecho a preguntar cuando el semáforo estaba en rojo.

–Bien, ¿Qué hay de ti? –Aceleré en cuanto el semáforo dio verde.

–Bien –Guardó silencio y luego volvió a hablar. – ¿Estas peleando con Ashley? Te veo molesto, Andy.

¡Ya vaya que me conocía lo suficiente! Estaba molesto, conmigo mismo por ser un idiota.

–Terminamos –Aclaré.

Ya no dijo más durante el trayecto del camino hasta llegar a casa. Sabía que pensaba que eso estaba bien, pero si mencionaba algo de eso me molestaría con ella porque el que hayamos terminado no quitaba que la haya dejado de querer, al menos aun sentía eso por ella.

–Quiero que limpies tu habitación –Dijo mientras bajaba del auto.

–Mamá –Llamé y ella se giro a verme antes de girar la perilla de la puerta.

– ¿Si?

Me debatía en sin contarle lo que ocurría con Camila.Mi mamá de alguna manera se enojaría conmigo porque siempre me había dicho que no debíamos de tratar mal a las personas o hacerlas sentir menos, no entendería pero quería decirle.

–No, nada –Le sonreí.

Ella negó y se volteo para abrir.



Narra Camila:

Minutos después se acerco para intentar abrazarme pero me aleje, rodeo sus brazos con fuerza y yo forcejeaba para soltarme, no quería. No quería estar cerca de ella.
No quería que me viera aunque era estúpido que lo mencionara porque ya lo había hecho.


– ¡Tranquilízate! –Gritó. Me sostuvo fuerte de los hombros.
Me retorcía no quería siquiera verla.

– ¡Déjame! –Pedía entre llanto.

– ¡¿Qué es esto?! –Tomo mis manos y las alzo, ella tenía mucha más fuerza que yo.

– ¡Me lastimas, joder! –Ahogue un grito. Mi respiración se volvía agitada y mi corazón palpitaba como si de alguna forma se fuera a salir y las lágrimas no paraban de salir. Estaba desesperada, tenía ganas de golpear algo con tanta fuerza, tenía frio, demasiado y no podía ni conmigo misma, me sentía mal, muy mal.


– ¿Qué te pasa? –Pregunto. Sentía palidecerme, y mi cuerpo se estaba volviendo débil.

No respondía y seguía con el intento de soltarme de su agarre lo que lo volvía más difícil ya que me apretaba aun más fuerte.
De un ágil movimiento me atrajo a ella y me rodeo con sus brazos, me abrazo fuerte para que no pudiera escapar.

Sollozaba en su hombro y ella acariciaba mi espalda, podía escucharla llorar también.

Oí la puerta principal abrirse y la voz de mi papá que resonó preguntando si había alguien en casa.

– ¿Qué...? –Callo. No pude ver su cara ya que estaba de espaldas.

Poco a poco me separe de ella, limpie mi nariz escurrida y mire hacia la puerta de la cocina para ver si mi papá seguía ahí, y si ahí estaba con cara de confusión.

Salí de la cocina corriendo hasta llegar a mi habitación. Cerré de un portazo y me recargue en ella, me deslice hasta quedar en el suelo.

Miré mis cicatrices, cada una que marcaba lo que era una guerra perdida, cada una en la cual no había ganado nada, absolutamente nada.

Me levante del suelo y comencé a tirar todo lo que encontraba a mi paso. Lo que había en mi tocador lo tire, quebrando perfumes y toda esa mierda. Tenía rabia, odiaba a todos, pero lo principal... Me odiaba a mi misma.

{...}

Dos días de que había sido descubierta por mi mamá. Dos días en los que no había asistido a clases. Dos días en los que no había salido de mi habitación excepto salía por algo de comer, que eso pasaba cuando mi mamá se iba a trabajar. Dos días en los que no me había cortado.

Al siguiente día que había sido descubierta toco la puerta para ver cómo estaba a lo que yo solo había respondí con un "lárgate".


Abrí la puerta y salí por algo de tomar, ya no tardaría en que ella llegara del trabajo.

Me serví y comencé a beber. Escuche la puerta abrirse, seguro era ella y no tendría escapatoria.

Apareció en la cocina y me examino con la mirada para luego abrir sus labios y decir:


–Mañana tienes una cita con la doctora Jazmin.

–No estoy enferma –Dije, mientras ponía el vaso sobre la mesa.

–No te pregunte, Camila.

–No me importa, no iré –replique.

–No es lo que tu digas –Dijo enojada.

Apreté la mandíbula y subí a mi habitación pasando al lado de ella sin darle una mirada.

*

Llegamos al consultorio, por más que me encerré ella me había amenazado con internarme en un centro de rehabilitación si no iba.

Me senté en uno de los sofás de la sala de espera. Venia llorando durante el trayecto del camino, no soportaba esto.

Ella se sentó enfrente de mí, la de recepción la llamo y se levanto. Entro en una puerta blanca.
Ganas de pararme y huir no me faltaban, pero era cobarde, demasiado.

Veinte minutos después salió, y me hizo una seña para que entrara.

Me levante del sofá.

–No voy a entrar –Dije entre dientes. –No mencionaste que tipo de doctora, no voy a entrar porque no estoy loca –Alce la voz.

–A menos de que quieras ser interna... –Interrumpí.

–Es una jodida mierda ¡no estoy loca! ¿Qué carajos te pasa? –Le grité.

La recepcionista solo miraba atentamente. Una mujer salió de la habitación de donde había salido mi mamá.

–No asisten acá los locos, Camila–Habló la mujer.

La miré fulminante. Me resigne y pase a la habitación.

Escuché la puerta cerrarse detrás de mí.

–Toma asiento –Pidió la mujer apuntando a una silla que estaba enfrente de su escritorio.

Obedecí y me senté de mala gana.

–Tranquila, no es nada malo que asistas a un psicólogo. De hecho, muchas personas lo hacen –Explico mientras tomaba asiento enfrente de mí.

No respondí.

–Bueno... –Comenzó a hablar después de unos minutos. –Se que te llamas Camila,¿cómo te gusta que te digan? –pregunto.

-Camila–respondí fría.

– ¿Vives con tus padres? –Asentí. – ¿Hermanos?

– ¿Es un interrogatorio? –Fruncí el ceño.

Rió por lo bajo. –No, solo trato de conocerte mejor.

– ¿Qué hay de usted? –pregunte.

–Jazmin, mi nombre es Jazmin–Sonrió. –Vivo sola, sin hijos y soltera.

–No tengo hermanos –respondí a su pregunta.

– ¿Asistes a la escuela? –prosiguió preguntando.

–Sí, solo que he sido suspendida una semana.

– ¿Por qué?

–He golpeado a una chica –Sonreí al recordar eso.

– ¿Por qué la golpeaste? –recargo ambos codos sobre el escritorio.

–Porque quería hacerlo desde hace mucho... ¿sabe? Esto me aburre, solo quiero irme de acá llegar a mi casa, acostarme y dormir –Me levante de la silla.

–Háblame de ti –Dijo, ignorando por completo lo que había dicho. Eso sin duda me enojo mucho.

– ¿Estas intentando que te odie?

–Eso no es una buena elección –Hizo un ademan con sus manos. – ¿Eres feliz? –pregunto.

–Define feliz –Me senté de nuevo en la silla.

–Es un estado emocional de satisfacción, alegría –Explico. – ¿Qué sientes ahora?

–Enojo –respondí.

–También es un estado emocional, estas enojada por estar acá, ¿cierto? –Asentí.

Estableció una conversación y seguía con sus preguntas a las cuales le respondía de mala gana. Había preguntado si tenía novio, amigos, si trabaja, que era lo que me gustaba hacer por las tardes y cosas de ese tipo. Luego se volvió más una conversación hacia lo personal, algunas preguntas trate de omitirlas como respecto a mi vida y las cicatrices que llevaba bajo las mangas. Me conto sobre ella, y realmente pareciera como si fuéramos amigas y ella me tuviera la suficiente confianza, pero yo a ella no.

–Vamos, podías contarme más sobre ti –Insistió.

–Le recuerdo que estoy obligada a estar aquí. No quiero contar nada sobre lo que pasa en mi vida –Me negué.

– ¿Sabes? el hijo de una amiga me contó que tiene una amiga que se autolesiona así misma –Contó. – ¿Qué piensas de eso?

Me tensé. –No pienso nada, no me importa –Me levante una vez más de la silla. –Tengo que irme –Camine hasta la puerta.

–Una cosa es tener que irse y otra querer irse –Musito.

–Quiero irme –Dije sin voltear a verla. Giré la perilla y abrí, salí de ahí cerrando la puerta detrás de mí.
Vi a mi mamá quien tenía la vista en mí.

–No voy a volver a venir aquí –Sentencie.

Camine a la salida, escuche como mi mamá gritaba mi nombre y que regresara pero la ignore.
Tome un taxi y regrese a casa, unos metros antes pude divisar a una persona sentada en la banqueta justo enfrente de mi casa.

Le pague al taxista y baje, la persona era Luciano.

Se levanto de donde estaba sentado y limpio su trasero con ambas manos. –Llevo más de una hora aquí, ¿Dónde estabas? –Pregunto.

–Salí a caminar –Mentí.

Frunció el ceño. – ¿A dónde?

–Por ahí –Balbucee.

– ¿Por qué? –Articulo.

–No quiero hablar de eso ahora, ¿a qué has venido? –Cambie el tema, en realidad no quería hablar de eso ahora y no había forma de que creyera.

–A verte –respondió sonriendo.

Lo miré raro.

– ¿Qué? ¿No me crees? –Dijo "ofendido" y se acerco más a mí. Muy cerca.

Tᴜ ʙʀᴏᴍᴀ ᴀᴜ́ɴ ᴇs ᴅɪᴠᴇʀᴛɪᴅᴀ?(Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora