Capítulo 8 -El enemigo está dentro de nosotros-

953 109 60
                                    

Después de dejar atrás el sendero de luces, aparecemos en un paisaje de tierra roja resquebrajada y montañas rojizas que se elevan en el horizonte hasta alcanzar una densa capa de nubes verdes.

Desorientado, sosteniendo el brazo de Zhuasraht en el hombro y presionándose la herida con la mano, Valdhuitrg examina el lugar con la mirada y dice:

—Este mundo ha sido creado hace poco... —Eleva un poco la cabeza y olfatea buscando en la esencia del paraje—. Nunca había estado aquí.

Observo las grietas de la tierra, las recorro con la vista y elevo la mirada para fijarla en las montañas. Me concentro e intento apreciar lo que se esconde tras la fina capa visible, pero, aunque me esfuerzo, tan solo soy capaz de percibir cómo la realidad de este lugar sigue trasformándose.

—Continúa creciendo —digo, forzando la visión, tratando de apreciar la naturaleza oculta—. Este mundo aún no ha terminado de formarse.

Cuando voy a girar la cabeza para mirar a Valdhuitrg, siento el peso que ejerce con su caída en Zhuasraht y cómo ambos me arrastran al suelo. Después de impactar contra la tierra resquebrajada, aparto el brazo del ser de mineral verde de mi cuerpo, me acerco al demonio, le doy la vuelta y lo dejo tumbado boca arriba.

Inquieto por la debilidad que muestra su rostro, me fijo en la herida y veo que, aunque no sangra, parece que los restos del veneno la han infectado. Los bordes, que antes eran marrones, han cobrado un color negruzco.

—Vamos. —Lo zarandeo—. Venga, Valdhuitrg, te necesito aquí.

Aunque estoy cerca de un minuto tratando de que despierte, al final tengo que darme por vencido. Sigue vivo, pero está tan débil que su cuerpo apenas puede hacer otra cosa más que luchar por cada respiración.

Impotente, arrodillado, miro las montañas rojas y me recluyo en mi mente. No sé cómo invocar los senderos de luces, no sé cómo salir de este mundo, no sé cómo curar a Valdhuitrg ni cómo ayudar a Zhuasraht. Estoy solo, perdido en el Ghoarthorg, en un sitio de naturaleza cambiante que crece con las mentes atormentadas de los encadenados...

«Estoy atrapado...».

Unos truenos lejanos me sacan de mis pensamientos. Aunque parece extraño, siento como si este mundo quisiera hablarme, como si quisiera mandarme un mensaje que no logro descifrar.

Observo en silencio la naturaleza cambiante del paraje, veo inmensos relámpagos extenderse por las densas nubes y escucho susurros distantes que murmuran mi nombre.

Vagalat... Vagalat... —repiten varias veces.

Aun sin saber cómo lo logran, provengan de dónde provengan, los pronuncie quién los pronuncie, consiguen recordarme quién soy y hacen que me enfrente a mis temores.

Sé que estoy débil y que aún no estoy preparado para vencer, pero he llegado muy lejos para hundirme. He pasado por cosas iguales o peores, he caminado por fangos negros que tiraban de mí para arrastrarme a las profundidades de la oscuridad, he andado por lugares que me reclamaban y logré dejarlos atrás. Luché y vencí. Desafié a Él y gané la primera batalla. Siempre que caigo, consigo levantarme...

—Mi vida es una lucha eterna, una en la que siempre tengo que combatir en las peores condiciones —pronuncio en voz alta mis pensamientos porque necesito oírlos—. Da igual lo que me depare el destino. Nada va a impedir que siga avanzando. —Me pongo de pie y me mantengo observando el horizonte—. No me voy a rendir, he de cambiar lo que ocurrió, he de vencer a Los Ancestros.

Con el deseo de impartir justicia y de recuperar el mundo que dejé atrás, cojo la cadena partida que se une a Zhuasraht, sostengo la que me enlaza a Valdhuitrg y empiezo a caminar arrastrando a mis compañeros por este paisaje desértico.

Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora