Sintiendo cómo me arden los músculos, percibiendo cómo me queman las llamas carmesíes que emergen del libro que tiene la representación de Laht, grito, separo las manos de las páginas y lucho contra el nexo que ha empezado a formarse entre mi alma y la proyección en la que encarnaba a alguien corrompido por el poder; a alguien que compartía mi naturaleza.
—No... —mascullo, escuchando en mi mente el eco remanente de las millones de consciencias extintas por el estallido del planeta—. ¡No! —bramo, revirtiendo el poder que quiere invadirme, expulsándolo de vuelta hacia esa visión—. Nadie conseguirá que sea alguien que no soy —afirmo, notando cómo El Silencio que se halla en lo más profundo de mi ser emerge con fuerza—. Se acabó —sentencio, cortando la conexión, extinguiendo las llamas que surgen de libro, haciendo que caiga al suelo envuelto en humo.
Mientras tranquilizo la respiración, mientras me alejo lo más que puedo de lo que acabo de vivir, mientras me repito que ese no era yo, que era una versión de mí que nunca ha formado parte de mi vida y que nunca la formará, oigo cómo resuenan unas pisadas que avanzan por el pasillo en el que se hallan las esculturas de seres con candiles.
—Es interesante verse a uno mismo convertido en lo que se odia —escucho cómo habla quien que camina hacía mí.
Sabiendo quién es, reconociéndolo por el tono de la voz, me doy la vuelta, lo miro a los ojos rojos y respondo:
—Hace tiempo que he superado el odio que tenía hacia la peor versión de mí.
Cuando la entidad nacida de la imperfección alcanza la sala, se detiene, contempla el libro humeante y dice:
—Aunque te has perdonado y te has aceptado tal como eras, sé que haber visto en lo que podrías haberte convertido, en lo que puedes convertirte, te produce un miedo que hace que dudes de tu propia naturaleza. —Eleva la mirada y la centra en mi rostro—. Desprendes miles de dudas y mucho temor.
Aunque no quiera reconocerlo, permanezco en silencio sabiendo que dice la verdad, que el miedo por convertirme en algo parecido a lo que he visto, a ese otro yo capaz de destruir mundos sin sentir más que satisfacción, hace que crezca dentro de mí una profunda incertidumbre.
—¿Y qué sería sin mis temores? —espeto, fijándome en la armadura oscura que le cubre el cuerpo—. ¿Qué sería sin mis sentimientos, sin mis debilidades? Me convertiría en alguien que no valdría la pena ser. —Lo miro desafiante, viendo en él a la fuerza que quiero destruir—. El único modo de canalizar El Silencio para mantener el equilibrio es aceptarse. Solo así podré vencer la imperfección. Solo así podré vencer lo que representas.
—¿Imperfección? —Me observa sin mostrar ninguna emoción, sin trasmitir nada en su rostro, con los ojos rojos fijos en los míos—. ¿Crees que soy la imperfección, que formo parte de ella o que le sirvo? —Guarda silencio durante varios segundos—. Me decepcionas. Creía que en ti encontraría a alguien más inteligente que esa versión que ha despertado Zahragrt.
Mientras permanecemos en silencio, observándonos, intento alcanzar su mente, tratando de obtener respuestas, de averiguar si dice la verdad, si no es una manifestación de Los Ancestros y si sabe más de esa versión de mí que está engullendo partes de la creación. Sin embargo, aunque me esfuerzo, aunque canalizo toda la fuerza de mi alma, no logro más que rozar la superficie, siendo rechazado por multitud de murmullos oscuros e ininteligibles que repiten frases siseantes buscando hacerme perder la cordura.
Obligado a blindar mi mente y apartarme de la suya, sin saber por qué está aquí y qué quiere de mí, le pregunto:
—¿Por qué he de creerte? ¿Por qué no he de pensar que tú has creado la visión para hacerme dudar?
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Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]
Fantasi(Continuación de "El Mundo en Silencio") Tras vencer a We'ahthurg y sobrevivir a la destrucción del Mundo Ghuraki, Vagalat se encuentra flotando en el vacío en un estado casi de letargo. Sin apenas poder mover los párpados y los...