Capítulo 12 -Las ruinas de un viejo mundo-

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Apenas pasados unos momentos desde que hemos llegado a las ruinas, escucho cómo Zhuasraht cae al suelo. Valdhuitrg y yo vamos a ayudarle a levantarse, pero, en cuanto lo cogemos de las manos y tratamos de ponerlo de pie, nos dice:

—Estoy muy débil. —Mientras baja los brazos, observo las profundas grietas que se han creado en la superficie de su cuerpo a causa de que Valdhuitrg extrajera energía—. No puedo acompañaros, os retrasaría y os pondría en peligro. Debo quedarme y reposar hasta que recupere las suficientes fuerzas para estabilizar el mineral.

Valdhuitrg niega con la cabeza y contesta:

—No te voy a dejar aquí, viejo amigo.

—No hay otra opción —pronuncia Zhuasraht tratando de que en su tono no se refleje tristeza.

Con la mirada fija en el suelo, intentando hallar alguna forma de no tener que abandonarlo, Valdhuitrg repite un par de veces:

—No puedo dejarte.

Tras unos segundos, Karthmessha mira al demonio y le dice:

—Me quedaré con él hasta que se recupere. Una vez lo haga, os alcanzaremos.

Aunque a Valdhuitrg no le gusta la idea de dejar a Karthmessha y Zhuasraht aquí, sabe que no tiene elección, que tenemos que avanzar y, tras unos instantes, asiente y empieza a hablar:

—Está bien... Quédate con él. —La mira a los ojos—. Buscad un sitio cercano donde resguardaros y no llaméis la atención de las criaturas que habitan las ruinas por la noche.

—No te preocupes —responde la diablesa.

Cruzo la mirada con Karthmessha y, sin saber por qué, siento que el tiempo parece detenerse. Aunque intento moverme, los músculos no reaccionan. Sin poder controlarlo, en cuestión de segundos, noto cómo me adentro en sus recuerdos más profundos hasta que alcanzo uno que acaba tomando forma.

Antes de que pueda reaccionar e intentar salir de él, percibo como si algo o alguien quisiera que permaneciera y observara lo que la diablesa guarda en lo más íntimo de su ser.

—No entiendo... —susurro mientras vuelvo a ser dueño de mis actos y contemplo la gran habitación repleta de esculturas de seres con cierta semejanza a la especie de Valdhuitrg—. ¿Qué es este lugar? —Me doy la vuelta y dirijo la mirada hacia una puerta de metal oscuro—. ¿Por qué estoy aquí?

Antes de que pueda girar la cabeza para ver quién me toca, siento el gélido tacto de unos dedos huesudos en el cuello y escucho:

—Porque para dejar atrás este tiempo debes conocer a tus aliados y saber lo que perdieron.

Cuando por fin logro mirar en la dirección de donde ha surgido la voz, no veo más que una neblina oscura que desaparece con rapidez.

—¿Quién eres? —pregunto mientras oigo el sonido que genera la compuerta de metal oscuro al abrirse.

Vuelvo a centrar la mirada en la entrada de la habitación y veo cómo Karthmessha se adentra con dos demonios pequeños; con una niña y un niño de su especie. Aunque la puerta está abierta tan solo unos segundos, me da tiempo de observar lo que está ocurriendo en el pasillo. En el corredor hay una multitud de demonios y diablesas que corren mientras rayos de energía azul vuelan contra ellos.

—¿La rebelión...? —murmuro, contemplando el miedo que reflejan los rostros de los pequeños demonios y la preocupación que proyecta el de Karthmessha.

Apenas pasa un minuto, se escucha una explosión que acalla el sonido que proviene del pasillo. Los gritos, las pisadas, los golpes contra las paredes; todo se desvanece y su lugar lo ocupa un silencio que genera una intranquilidad que llega a proyectar un temor casi irracional.

Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora