Capítulo 19 -La esencia del mensaje-

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Avanzamos inmersos en una gigantesca tormenta de arena negra, envueltos por millones de granos oscuros que se elevan centenares de metros, arañando la atmósfera, desgarrándola, chocando los unos con los otros, produciendo chispas que descienden en forma de pequeños rayos casi invisibles, destellos que no tardan en transformarse en partículas opacas que golpean el suelo y hacen que emerja más arena.

Aunque caminamos protegidos por la llama de Valdhuitrg, por el fuego que emite un potente brillo que tiñe de rojo las proximidades de la tormenta y pulveriza los granos oscuros, nos es difícil ver más allá de las llamaradas.

No sé el tiempo que llevamos avanzando por este temporal de ceniza, no sé cuánta distancia hemos recorrido, lo único que sé es que la energía distante que palpita débilmente, la que estamos siguiendo desde que pisamos este continente devorado por el polvo negro, parece cambiar la forma en la que vibra, casi como si quisiera decirnos algo.

Mientras observo los granos impactar contra las llamas y desvanecer produciendo pequeños estallidos de luz, Valdhuitrg eleva el brazo y aumenta la intensidad del fuego hasta cubrir una gran porción de terreno.

Cuando el entorno que nos rodea va quedando a la vista, vislumbro un paisaje macabro cargado de restos de animales gigantes y fragmentos de grandes troncos.

—La ceniza ha devorado el mundo... —susurro un pensamiento.

Las manadas que quedaron atrapadas cuando descendió la lluvia de polvo negro no están descompuestas, la carne se halla algo corroída, pero de alguna forma la ceniza evita que se extienda la putrefacción.

Si no fuera porque la muerte se refleja en las miradas vacías y en los cuerpos agarrotados y cargados de dolor, daría la impresión de que las presas que fueron cazadas desprevenidas por la ceniza se hallan en un profundo letargo.

Dirigiendo la vista hacia delante, observando de reojo los restos de los grandes árboles que alguna vez se alzaron hundiendo sus raíces en esta tierra muerta, pienso en la fuerza de la ceniza, en cómo se funde con el mundo y cómo lo devora, y me digo:

«Debemos encontrar las construcciones de Los Ethakhors. No podemos perder más tiempo».

Valdhuitrg, casi como si hubiera sido capaz de oír mis pensamientos, señala una zona donde la tormenta pierde fuerza y me dice:

—La energía proviene de ahí.

Asiento, sigo andando en silencio y giro un poco la cabeza para contemplar al resto del grupo. Athwolyort camina con el ceño fruncido y los puños apretados, se nota lo mucho que le incomoda estar rodeado por una fuerza destructora a la que no puede hacer frente. Detrás de él, están la mejor guerrera de Vhareis y el hermano de la líder de los pueblos libres. Aunque la soldado refleja cierta intranquilidad ante la amenaza que representa la ceniza, el hermano de Vhareis camina sin mostrar la más mínima preocupación, casi como si le divirtiera verse rodeado por una inmensa tormenta de arena negra.

Observándolos, fijándome en los ropajes y botas de metal cobrizo que porta la guerrera, en la piel verde, la melena castaña y los rasgos suaves que contrastan con la dureza de su carácter, en las espadas curvas que lleva envainadas, viendo al hermano de Vhareis apenas ataviado con un par de prendas, una resquebrajada que le cubre parte del pecho y el torso y otra que cae de la cintura y le alcanza la parte alta de los cuadriceps, ojeando cómo anda con los pies desnudos, no puedo evitar pensar en que el destino siempre me junta con extraños aliados.

Mientras vuelvo a centrar la vista al frente, escucho el sonido de un trueno y siento cómo retumba la atmósfera. Cuando parece que la tormenta está a punto de recrudecerse, un rayo de luz se abre paso en medio de la inmensa negrura que nos rodea. Alzo la mirada y poco a poco veo cómo va quedando a la vista el cielo rojizo.

Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora