Capítulo 9 -El pasado manifestado en el futuro-

803 112 132
                                    

Al mismo tiempo que Babarghet mantiene en una sala a Zhuasraht flotando en medio de una esfera de color plateado, reparando la esencia de su cuerpo y la energía que da forma a su alma, Valdhuitrg reposa en una habitación y Karthmessha vigila su descanso.

Han pasado tantas cosas, tengo tanto que asimilar, que mientras ellos luchan por su vida y ellas hacen guardia, yo me mantengo sumido en mis pensamientos, recorriendo la estancia donde se encuentran los libros del silencio.

No sé el tiempo que llevo andando de un lado a otro, pero, aunque mi cuerpo necesita descansar, no puedo evitar mantenerme en movimiento. Tengo la extraña sensación de que si me detengo me devorará la carga de un pasado oscuro y la del futuro del hombre mayor.

Inmerso en un conflicto que no logro resolver, abrumado por el peligro que amenaza con hundirme, con el peso del devenir de los hechos sobre mis hombros, con la angustiosa certeza de que el pasado y el futuro dependen de mí, aunque sé que no me puede escuchar me dirijo al hombre que mejor sabría aconsejarme:

«Maestro... ¿cómo puedo vencer?».

Ojalá que mi mentor estuviera aquí, sabría qué hacer, sabría qué decirme. Él no tardaría en encontrar una solución, un modo de reclamar mi poder, una forma de vencer a las imperfecciones y retroceder en el tiempo para evitar que tomen forma los futuros oscuros.

—Maestro... —susurro mientras continúo recorriendo la estancia—. No sé qué hacer...

El silencio no tarda en adueñarse de la sala, envolviendo la atmósfera, tragándose mi voz, devolviéndome con fuerza a la realidad en la que mis hermanos y mi mentor ya no existen.

Aunque me duele no tenerlos cerca, mientras alcanzo un extremo de la estancia y me doy la vuelta casi de forma automática, me aferro a los recuerdos que me traen esperanza y a la ilusión de retornar al pasado.

Camino sin decir nada, sin pensar nada, fijando la mirada en los libros del silencio. Puede que sean la llave para encontrar un modo de vencer, pero las veces que los he ojeado no he conseguido más que ver el movimiento de la tinta y la danza que producen las palabras indescifrables.

Aun presintiendo que será inútil, me aproximo de nuevo, cojo uno y trato de leer los mensajes ocultos. Paso las páginas con rapidez, moviendo los ojos en busca de frases o párrafos coherentes. Sin embargo, cuando casi he llegado al final, al comprobar que no quiere compartir sus secretos conmigo, lo dejo en la mesa, inspiro con fuerza y apoyo las manos en el altar a los lados del libro.

—Necesito ayuda... —digo casi implorando mientras miro las tapas de los otros libros—. Dadme algo. Mostradme algo. Por favor...

Me quedo quieto casi un minuto, con la esperanza de que compartirán de algún modo su conocimiento, pero al final me doy por vencido, niego con la cabeza y me volteo.

—¿Por qué siempre es todo tan difícil? —murmuro, avanzo un par de pasos y veo un resplandor que proviene de detrás de mí.

Cuando me doy la vuelta, contemplo con sorpresa que el altar ha desaparecido y que su lugar lo ocupa una superficie cristalina que vibra. Me acerco, la toco y veo cómo a través de ella se muestra La Sala de Los Ancestros.

—¿Una visión? —pregunto, sintiendo cómo la representación cobra vida, cómo la imagen me rodea y acabo en medio de La Sala.

Antes de que pueda seguir hablando, observo moverse a la sierva de Los Ancestros, la mujer de la armadura azul claro, que entra con prisas en la estancia y se dirige al ser que se halla en el trono.

—El humano ha arrasado a otra guarnición y ha liberado otro pueblo. ¿Van a permitir los amos que siga mancillando su reinado?

El ser se mantiene imperturbable, pero el siervo de la cabeza afeitada que porta la maza se adelanta un paso y ordena:

Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora