Epílogo

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De nuevo, siento el frío atravesándome la carne, hundiéndose en ella y clavándose en los huesos. No sé el tiempo que llevo aquí, rodeado de los restos del Mundo Ghuraki, tan solo sé que, cuando tengo las fuerzas suficientes, consigo despertarme y logro percibir parte de las batallas que asolan los mundos de La Convergencia.

En el tiempo que llevo flotando en el vacío, en los momentos en los que no estoy en letargo ni pensando en lo congelado que está mi cuerpo, de vez en cuando recuerdo los combates que libramos, las luchas que ganamos y cómo conseguimos derrocar el reino de terror Ghuraki.

Sé que nos esperan más enemigos, rivales más poderosos y más sangrientos, pero rememorar la victoria sobre Haskhas y We'ahthurg me da fuerzas para ser paciente, para no desesperar y confiar en que la fuerza del Silencio se impondrá.

Quizá hayan pasado meses desde entonces, pero cuando pienso en los últimos momentos del Mundo Ghuraki siempre siento lo mismo, una sensación extraña, como si hubiera vivido una vida y la hubiera olvidado.

Es confuso, y por más que intento averiguar qué significa, qué se esconde en esa sensación que me turba, tan solo logro atisbar una imagen difusa, un rostro borroso: la cara de un demonio.

No sé qué significará, no sé qué importancia tendrá para el futuro, pero sí que siento que son más que unos rasgos inapreciables, sé que no son producto de mi imaginación, sé que es algo real. Por eso, aunque sea lo último que haga, voy a descubrir qué hay tras esa imagen y qué es lo que no quiere ser revelado.

No pararé hasta entender qué pasó en El Mundo Ghuraki antes de que perdiera la consciencia y los fragmentos de la luna roja destruyeran el planeta. No, no me voy a rendir. Nunca lo hago. Cuando deje atrás este vacío, cuando vuelva a los mundos de La Convergencia, no solo lucharé contra los ejércitos de Él, también averiguaré qué se esconde en ese momento que me intranquiliza. 

Descubriré si ese rostro difuso pertenece al demonio con el que siempre sueño, al demonio que siempre veo caer en uno de los mundos de La Convergencia. Lo haré, descubriré si de verdad es real y, de serlo, lo encontraré.

Hay una guerra que ganar, y si ese demonio es una amenaza, si es un siervo de Abismo, acabaré con él. No voy a permitir que las especies oscuras impongan su dominio, seguiré guardando los pequeños estallidos de poder que surgen cada cierto tiempo para descongelarme y dejar atrás los restos del Mundo Ghuraki.

Escuchando cómo Laht grazna dentro mi alma diciéndome que debemos volar, que debemos seguir nuestro viaje, pienso en que estar aquí, varado en medio de la nada, tiene un significado. Si algo he aprendido flotando en los restos del Mundo Ghuraki es que los impulsos son más fuertes cuando son contenidos. Todo pasa por una razón, y el estar aquí me ha brindando la oportunidad de conocer mejor lo que me debilita, de ser más consciente de mis puntos débiles.

Voy a luchar, voy a vencer, y lo haré sin verme cegado por el deseo de la victoria. Lo haré sin dejar de ser yo, pero sí siendo consciente de que el camino es largo y que se gana paso a paso.

Con eso en mente, para probar cómo va la acumulación de poder, para asegurarme de que ya no queda mucho, de que pronto dejaré este lugar, de que venceré a Él y encontraré a ese demonio de rostro difuso, manifiesto una débil aura carmesí que consigue descongelarme unos segundos.

Con el rostro libre de la escarcha, antes de que se vuelva a helar, sonrío porque todo lo que veo —las estrellas que titilan y los mundos que las orbitan— es Silencio. Sonrío porque El Silencio es vida, paz y equilibrio.

Con los ojos brillando con un intenso fulgor carmesí, antes de que mis labios se congelen, susurro:

—Somos Silencio...

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Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora