Capítulo 18 -La ceniza y la llama extinta-

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Cuando el portal se cierra y la luz que proyecta se termina de desvanecer, veo cómo ha cambiado el entorno. Aunque no he sentido más que un leve zumbido durante el tránsito, en ese segundo en el que mi cuerpo ha vibrado, hemos sido trasladados a una zona muy alejada del cráter, dejando atrás un paraje casi yermo compuesto por roca rojiza para ir a parar a un lugar con un paisaje más vivo.

Mientras el animal que monto avanza golpeando el suelo con fuerza, elevo la cabeza, me fijo en el cielo rojizo y en las nubes de tonos apagados que quedan teñidas con la luz carmesí.

Observando la belleza de un firmamento bañado en varios rojos, veo cómo una gran criatura desciende un poco por debajo de la capa de nubes y cómo queda a la vista la forma alargada de su cabeza. Durante un breve instante, contemplo cómo resaltan los ojos de un azul apagado en la piel de un añil mucho más vivo. Antes de que se eleve y vuelva a quedar oculto, rozo la mente del animal gigante y siento que forma parte de un grupo grande de seres de su especie que viven en la parte alta de la atmósfera.

Al poco de perder de vista a la criatura, mientras percibo cómo intercambian pensamientos las que conforman el grupo, embargado por la fuerza de la vida que desprende esta parte del mundo, no puedo evitar que media sonrisa se me marque en el rostro.

Cuando noto cómo Valdhuitrg azuza la montura para ponerse al lado del Ghuraki, bajo la cabeza, me alejo de la sensación de plenitud y oigo la pregunta que pronuncia mi compañero:

—¿Quién es Vhareis?

El Ghuraki se mantiene callado unos segundos, observando de reojo al demonio.

—Ella es la última de una larga estirpe. —Centra la vista al frente—. Ella es la líder de los pueblos libres. —Antes de hacer que la montura trote a más velocidad, sentencia—: Es la esperanza de este mundo de cenizas.

«¿Los pueblos libres?» pienso, mientras bajo ligeramente la mirada y contemplo el suelo cubierto por hierba amarillenta.

—Ceniza... —escucho cómo susurra Valdhuitrg.

Elevo un poco la cabeza, veo a mi compañero y luego centro la vista en algunos de los árboles gigantes que salpican el terreno separados decenas de metros los unos de los otros. Al mismo tiempo que observo las ramas cargadas de hojas rojas y cómo el viento mece las más pequeñas, hago que el animal trote a más velocidad y me pongo al lado del Ghuraki.

—¿Qué son los pueblos libres? —le pregunto.

Antes siquiera de que me mire, noto cómo siente cierta molestia porque Valdhuitrg y yo le estemos lanzando preguntas.

—Los pueblos libres son los restos de las grandes civilizaciones que antaño poblaron y engrandecieron este mundo. —Hace una breve pausa—. Son los supervivientes que han conseguido escapar a la ceniza y luchan por evitar que se siga propagando. —Al ver que voy a hablar, suelta—: Guarda tus preguntas para Vhareis.

Gira la cabeza, vuelve a centrar la vista al frente, se aferra con fuerza a las riendas, las gira un poco y dirige la montura hacia un lugar en donde una gran grieta parte el terreno por la mitad.

En silencio, pensando en este mundo, en la ceniza, en Los Ancestros, en el conjuro que nos trajo aquí, en el sacrificio de mis hermanos y en el extraño hombre de ropajes blancos que planeó el viaje, miro a Valdhuitrg y le pregunto:

—¿Qué piensas?

El demonio me devuelve la mirada y contesta:

—No creo que mienta. —Observa cómo el Ghuraki cabalga a cierta distancia de nosotros—. Aunque eso no es lo que me preocupa. —Alza un poco la cabeza y ve cómo los rayos rojizos del sol atraviesan la capa de nubes—. Temo que en este mundo no encontremos el modo de vencer a Los Ancestros. —Contempla cómo queda a la vista la cabeza de uno de los animales que viven en la parte alta de la atmósfera—. Las imperfecciones no tardarán en alcanzarnos. Nos seguirán. —Inspira, baja la cabeza, mira cómo el Ghuraki se adentra en un camino que conduce a la parte interna de la grieta—. Y si cuando nos alcancen lo únicos aliados con los que contemos para hacerles frente son gentes que han sobrevivido a esa ceniza, dudo que podamos resistir más de un combate. —Se queda pensativo unos instantes mientras nuestras monturas se adentran en el sendero—. Tus hermanos se sacrificaron, al igual que muchos de mi pueblo, al igual que un gran número de seres de muchos mundos, es hora de que hagamos que sus muertes tengan un propósito. Debemos hallar al hombre de los ropajes blancos para que nos explique cómo vencer a Los Ancestros.

Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora