Capítulo 31 -El último Ghuraki y el camino de la ceniza-

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Mientras avanzo hacia los seres acorazados que no han sido pulverizados por la energía proyectada por mi alma, mientras observo cómo los soldados tratan de volver a crear una defensa sólida para proteger a Vhareis, mientras camino escuchando el rugir de mis aliados al cargar y veo cómo me adelantan, centro la mirada en El Cazador y contemplo lo poco que queda de él en su antiguo cuerpo.

—En esto te han convertido... —susurro.

El Ghuraki se halla a unos metros del suelo; multitud de gruesos filamentos amarillos emergen de la tierra, se hunden en la carne y lo mantienen elevado. Su rostro agónico proyecta el estado en que se encuentra su alma consumida y sus ojos, resplandecientes a causa de la energía amarillenta que lo posee, reflejan cómo están siendo destrozados los últimos reductos de su consciencia.

Hasta no hace mucho consideraba a Los Ghurakis unos de mis peores enemigos, hace no tanto juré destruirlos a todos, pero al ver lo que Vhareis ha hecho con El Cazador, con el hermano de La Ghuraki que me demostró ser más que una aliada, que me demostró que era una buena amiga, una intensa rabia acompaña un deseo de destrucción que emerge con fuerza de las profundidades de mi ser.

Sin frenar el paso, acercándome hacia el punto donde mis hermanos están haciendo frente a los soldados acorazados, alzo el brazo, dejo que la energía que irradia mi interior se proyecte por él y apunto a Vhareis.

—Pagarás... —mascullo, mirándola a los ojos.

Cuando estoy a punto de arrojar un haz y acabar con la que antaño fue la líder de los pueblos libres, siento cómo alguien alcanza la esencia de mi ser, cómo bloquea el acceso a mi energía y cómo me habla con una voz que retumba dentro de mi cabeza:

«No vas a hacerle daño».

Me giro un poco, dirijo la mirada hacia El Cazador y lo observo con cierta sorpresa. El rostro falto de emociones muestra que ha superado la angustia y el dolor. Los ojos imbuidos por un fuerte brillo amarillo indican que le han sido arrebatados los últimos fragmentos de su consciencia.

Mientras veo cómo una siniestra sonrisa se apodera de él, mientras contemplo cómo Vhareis retrocede hasta quedar cerca de una gran roca negra de paredes lisas que emerge de la tierra, mientras ojeo los grabados extraños de las capas exteriores de la piedra pulida, siento la conexión que se crea entre el objeto y la antigua líder de los pueblos libres, noto cómo brota una fuerza que va más allá de los límites de la creación y bramo:

—¡Preparaos! ¡Ha cargado al Ghuraki con la energía de Los Ancestros y la nada para retrasarnos! ¡El conjuro solo era el primer paso en su plan!

Con los dientes apretados, con el rostro reflejando la ira que lo posee, Athwolyort se fija en Vhareis, ve cómo funde su alma con la roca, cómo proyecta su espíritu convertido en una neblina cobriza hacia las paredes de la piedra y, guiado por el impulso de hacerle pagar su traición, sujeta con fuerza la empuñadura del hacha, esquiva los ataques de los soldados acorazados y corre hacia ella.

—Vas a pagar, traidora —escucho como masculla.

Cuando está a punto de alcanzarla, El Ghuraki mueve la mano y hace que aparezcan multitud de cordeles de energía marrón que inmoviliza a mi hermano de armas.

Viendo cómo se manifiesta la rabia en el rostro de Athwolyort, mirando cómo El Cazador hace que exploten los filamentos que le atraviesan los músculos y lo mantienen elevado, observando cómo se dispone a atacar a mi hermano de armas, impulsado por la fuerza que yace en lo más profundo de mi ser, guiado por la unión de las diferentes energías que he ido absorbiendo, con un pensamiento, con tan solo desearlo, me materializo delante de Athwolyort y dirijo la mirada hacia los resplandecientes ojos amarillos del Ghuraki.

Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora