Capítulo 17 -El mundo más allá del tiempo-

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No sé dónde estoy ni si el ritual ha funcionado y me hallo en el mundo del futuro distante, no sé el tiempo que he pasado inconsciente, la única certeza que tengo es que poco a poco he ido recobrando los sentidos y comienzo a percibir lo que me rodea.

El cuerpo me duele y los músculos arden, cuando intento forzarlos siento como si estuvieran a punto de estallar. Estoy tan agotado que hasta me cuesta intentar abrir los párpados. El conjuro para utilizar la energía del Ghoarthorg me ha debilitado, el tránsito a este lugar ha drenado mis fuerzas y necesitaré algo de tiempo para recuperarme.

Mientras me hallo inmóvil, tumbado, notando la humedad de la arena mojada en la piel del rostro, sintiendo el cálido tacto del agua templada acariciarme el brazo, escucho el rítmico sonido que producen las olas.

El aire húmedo, el olor a sal y el ruido que generan algunas aves al volar y sumergirse en busca de presas revelan que estoy al lado de un mar o de un gran lago salado.

Después de conseguir abrir los ojos, atisbo a ver algo más que la arena sobre la que estoy tirado y logro distinguir el tono entre un azul y un verde claro del agua.

«¿Qué lugar es este?» me pregunto, notando cómo la debilidad apenas me deja pensar.

Aunque debería luchar contra la falta de fuerzas y la parálisis, al no percibir ninguna amenaza cerca, me dejo llevar por el sonido relajante de las olas, me adentro en mis recuerdos e ignoro el lugar donde me encuentro. He vivido tanto en tan poco que necesito un poco de tiempo para mí mismo.

«Adalt... Bacrurus... Doscientas Vidas...».

Los nombres de mis hermanos resuenan en mi mente mientras los sentimientos por haberlos encontrado y haberlos perdido fluyen desde lo más profundo de mi ser y se adueñan de mí.

En este momento, en el que me hallo tumbado inmóvil sintiendo el cálido tacto del agua y el calor que proyecta el sol desde el cielo, permito que mis emociones tomen el control y dejo que una lágrima brote, que surque la piel, que bañe la mejilla y que descienda hacia la arena.

Durante este instante de sinceridad conmigo mismo, aunque no me guste aceptarlo ni exteriorizarlo, pienso en cómo a veces me siento superado por la enorme carga de conseguir restaurar la realidad que Los Ancestros destruyeron. En momentos como este, el peso por el destino de la creación me agobia y para soportarlo tengo que aferrarme con fuerza a la esperanza de la victoria.

No es debilidad, no es rendición, tan solo es que una parte de mi ser, la más vulnerable, la que trato de ocultar y fortalecer, la que en el fondo siempre consigue hacerme seguir adelante, me pide un respiro. Esa porción de mí mismo quiere que asuma que no soy más que un ser limitado enfrentándose a criaturas con poderes que escapan a mi imaginación.

—Las imperfecciones... —susurro, notando cómo los músculos empiezan a dejar de arder y cómo se va desvaneciendo la parálisis y la falta de fuerzas.

Mientras escucho el murmullo del mar golpeando la playa, mientras siento los sonidos de las aves al volar y zambullirse en el agua en busca de presas, hundo las palmas en la arena húmeda, flexiono los brazos, alzo la cabeza y contemplo el lugar donde me encuentro.

—¿El mundo distante...? —suelto un pensamiento en voz alta, mirando las rocas que no muy lejos dan comienzo a una pequeña cadena de montañas que desde tierra adentro avanzan hasta hundirse en el agua.

Elevo un poco más la mirada, la subo por encima de la pequeña construcción montañosa y observo el cielo de un azul apagado que se extiende hasta un punto cerca de horizonte, hasta una zona en la que un gran sol rojo proyecta su luz y calor y trasforma el firmamento en un cúmulo de tonos carmesíes.

Los Ancestros del Silencio [La Saga del Silencio parte II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora