CAPITULO 14

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-¡Maldición! –Espeté cuando la astilla se insertó en la palma de mi mano derecha, medía aproximadamente cinco centímetros. Aunque lo saqué de inmediato, la sangre no se hizo tardar, Ethan se acercó a mí.

-Eso no se ve bien amigo, ¿Por qué no usaste los guantes?

-Lo lamento, lo olvidé.

-No se olvidan esas cosas James.
–Me reprende.

Por medidas de seguridad debes usar casco, lentes y guantes, pero estaba tan sumergido en todo este asunto del licántropo, su pupilo y la propuesta que me hizo Mael que trabajaba por inercia. Por suerte fue una astilla y no que me llevara un dedo. La herida sanará pero el dedo no volverá a crecer, por más híbrido que sea.

Ethan insistió en ir a la enfermería, pero me negué, sabía que se curaría, pero cómo explicarle eso a mi compañero, Han se nos aproxima.

-¿Qué ha sucedido? –Consulta.

-James no usó los guantes y mira lo que ha ocurrido.

-Vete a casa. –Me sugirió Han. –No puedes trabajar así.

-Pero Han, él debe ir para que lo vea el doctor Mcgregor, esa herida requiere puntadas.

-No es tan grave, he visto peores.

Ethan no insiste pero veo su inconformidad, me alegro que Han me apoyara, ya para mañana estaré bien. Me envuelvo la mano con un pañuelo y me dirijo a la motocicleta, pronto estoy en ruta a casa de Abigail. El día está oscuro, una persona aparece en mi campo de visión, es una mujer, cuando la determino más, me doy cuenta que es Abba ¿Qué no debería estar en la escuela? El sonido de la Harley le avisa mi presencia y me vuelve a ver, sonriéndome.

-¿Se puede saber qué haces aquí? ¿Qué no es día de escuela?

-Sí.-Se limitó a contestar. Noté que su mirada se encontraba perdida.

-Abba ¿Te encuentras bien?

Abrió los ojos como si despertara y se tambaleó, de no haber sido porque la sostuve hubiera caído al pavimento.

-Estoy mareada. –Repuso, al tiempo que me miraba con detenimiento. –James. –Me llama como si me reconociera.

-Sí. –La miro con preocupación.

Observa a su alrededor y su cuerpo se tensa.

-¿Qué estoy haciendo aquí?

-No lo sé, te preguntaba lo mismo.

-¿No deberías estar trabajando?
–Sus ojos celestes me interrogan.

-Tuve un accidente. –Le muestro la mano.

-¡Oh por Dios! –Exclama alarmada.

-Sólo ha sido un rasguño, pronto sanaré.

Su mirada se pierde en mi mano vendada, luce desorientada.

-¿Qué es lo último que recuerdas?

-Iba con dirección a la escuela, y.... Es todo, cuando me di cuenta tú me hablabas y me encontraba en medio de la carretera. ¿Crees que sea el convertido? ¿Me está llamando otra vez?

-Lo ignoro, pero me alegro haberte encontrado primero. Vamos, te llevaré a tu casa.

-No quiero, siento que debo ir a algún lugar. –Dice pausado, juro que parecía drogada.

-Abba mírame.-Ella lo hace. -¿De verdad no recuerdas nada?

-Una voz.

-Una voz. –Repito.

Almas GemelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora