5

9.7K 1.3K 427
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Cuando eran niños Tom y Julio peleaban todo el tiempo.

Julio recordaba a Tom como el niño más bajito de su generación. Ellos iban en el mismo curso y también se sentaban juntos en el salón de clases solo para poder insultarse mejor. Aquello duró hasta que su maestra decidió que era demasiado problemático y les separó.

Fue Julio quien comenzó las riñas, sin embargo, Tom no era del todo inocente. Al principio se hacían chiquilladas, se aventaban bolas de papel en clase, se empujaban en el receso y se reían del otro por cualquier cosa.

Luego comenzaron a liarse a golpes y en algún lugar del camino comenzaron a lastimarse seriamente.

Julio recordaba la primera vez que fue avergonzado frente a todos por Tom.

Ellos tenían apenas diez años y habían dividido el salón de clases con sus riñas.

—¡Suéltame Thomas! —gritó Julio, con la cabeza pegada al pavimento del pequeño puente del pueblo, mientras Tom se hallaba sentado en su espalda, inmovilizándolo por completo.

—¡No hasta que digas que eres caca! —le había contestado este, sin tener en cuenta realmente hasta qué punto podía hacerle daño estando en aquella posición, por suerte Julio tenía una resistencia envidiable.

—¡Tú eres caca! ¡Pendejo! —exclamó, forcejeando mientras los demás niños los rodeaban incitando a la pelea. Tom frunció el ceño ante la negativa de Julio y luego sonrió.

—¡Sí eres caca! ¡Apestas y vas a tener que bañarte! —En un movimiento rápido le tomó de la playera obligándole a levantarse para empujarle al borde del puente, un puente que por alguna razón no tenía un barandal. Ese año un par de carros se irían al rio y para diciembre estaría lista una pequeña baranda de madera.

Sin embargo, ese día Julio había terminado yéndose de boca al agua, empapándose por completo mientras el resto de los chicos se reían de él. El puente estaba elevado apenas medio metro sobre el nivel del agua y esta misma tenía una profundidad de ochenta centímetros y sin corriente, así que Julio no estaba corriendo un peligro mortal, pero el susto que se dio nadie iba a quitárselo.

—¡Me las vas a pagar Cortez! —Le gritó levantando las manos en puños, tratando de recuperar el aliento mientras Tom se iba corriendo con sus amigos lejos de la escena.

Julio se había vengado pegándole chicles en la cabeza de tal manera que sus padres tuvieron que rapar a Tom.

Aquello se repitió muchas veces a lo largo de los años, cuando tenían dieciséis todavía pasaba.

—¡Di que eres marica y te suelto! —exclamaba Tom empujándole sobre la baranda del puente.

—¡Tú eres marica! —contestaba a gritos como cualquier otro día y en respuesta, Tom le había lanzado con un movimiento certero al agua.

Espérame al otro lado del abismo (LCDVR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora