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Últimamente los besos de Ana no sabían a nada.

Julio llevaba ya varias semanas esforzándose por saborear el momento como las primeras veces, pero era obvio que algo había muerto entre los dos. Al menos era obvio para él.

Rompiendo el contacto miró a la belleza en sus brazos, ella seguía siendo exquisita, pero de repente le parecía una persona gris, alguien a quien no conocía más allá de encuentros sexuales o besos apasionados.

Julio no dudaba que fuese una mujer increíble, ella era inteligente, hermosa y siempre conseguía lo que quería, pero, tan simple como sonaba, ellos habían perdido la chispa.

—Ana —le dijo mirándola a los ojos.

Ella suspiró.

—Ya, entiendo, no tienes que decirlo —murmuró, no era una tonta, podía darse cuenta rápidamente cuando un hombre había perdido el interés, no era la primera vez que le pasaba y había aprendido que, cuando alguien no te quería, sin importar cuánto tratases, no había forma de salvar la relación.

No es que ella estuviese buscando algo serio, pero era evidente que también la parte sexual se había terminado.

—Lo siento —Julio se encogió de hombros mientras hablaba.

—No importa. —Ella le sonrió, con una mueca divertida, pero distante—. Es una lástima.

Fue lo último que dijo antes de marcharse y seguir con su vida.

Julio la observó irse hasta que desapareció entre las filas de los autos del estacionamiento. En efecto, era una lástima, pero no había nada que hacer al respecto, de modo que se dio media vuelta y regresó a su lugar.

Al llegar con Tom, le encontró con la silla de ruedas atorada en el suelo, mientras escondía el rostro en sus manos. No podía ver su expresión, pero alcanzaba a apreciar la piel de su cuello, completamente roja, quizás por enojo o por vergüenza.

Tom era un desastre.

Julio ladeo la cabeza, mirando la rueda atorada. Así como estaba iba a tener que levantarlo para sacar la silla. Con su constitución no sería difícil, sin embargo, esa no era su principal preocupación, lo que le tenía callado era la culpabilidad que le embargó por haberle dejado solo en aquel sitio.

Suspirando se acercó a él.

—Espera, voy a ayudarte —murmuró, acercándose para tratar hacer algo al respecto, sin embargo, fue rechazado de manera inmediata por los gritos de un enfurecido Tom

—¡Déjame en paz! —exclamó—. ¡No te atrevas a sacarme! —Sin levantar la cara, ocultó su expresión con más fuerza, intentando parecer un poco menos lastimoso.

Julio suspiró, poniéndose en cuclillas frente a él, tratando de encontrar su mirada, pero le fue imposible, Tom estaba encerrado en sí mismo, dispuesto a permanecer así hasta el final de los tiempos.

Espérame al otro lado del abismo (LCDVR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora