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Julio llevaba un par de meses enfrascado en un interesante proyecto.

Desde que comenzó a salir con Tom la idea venía rondándole en la cabeza, no sabía por qué, pero quería hacerlo, así que comenzó a trabajar en ello en cuanto tuvo la oportunidad.

Para empezar con todo, necesitaba una habitación y cortinas gruesas, donde ni un solo pequeño vestigio de luz entrara para arruinar su sorpresa; rápidamente se apropió de una de las habitaciones de la casa, era un estudio que usaba su padre, pero últimamente lo tenía un poco abandonado.

Pasó alrededor de dos semanas rogándole al hombre para que le entregara las llaves del mismo y le dejaran la casa libre un sábado por la noche.

—¿Planeas secuestrar a alguien, Julio? —preguntó su madre con tono desconfiado y amenazador cuando le vio sellando las ventanas con periódicos y cinta adhesiva—. Dime, por favor, que no es nada ilegal lo que estás haciendo —gruñó llevándose una mano a la frente, cubriéndosela como si una migraña se encontrase en camino.

—No mamá, no es nada malo —se quejó poniendo los ojos en blanco—. Te aseguro que van a poder pasar un buen rato en el hotel que les reservé sin preocupaciones —Pero la sonrisa de diablillo en su rostro hizo que la mujer se cruzara de brazos y negara con la cabeza.

Por experiencia propia, Graciela sabía que su hijo podía ser un desastroso torbellino cuando estaba planeando algo y que casi siempre tenía que soltar dinero para indemnizaciones voluntarias.

—A no. —Haciendo una mueca, comenzó a negar, muy nerviosa—. No, no, no y no —la sensación de desconfianza aumentó de repente—. No, no te voy a dejar la casa sola y no te voy a dejar la llave del estudio de tu padre. —Ella le extendió la mano mientras la movía apresuradamente–. Anda, dámela que no quiero que rompas nada.

—No voy a romper nada —aseguró Julio—. Ya vas ver que pasa algo chulísimo en esta habitación.

—¿Te quieres coger a Tommy aquí? —preguntó ofendida—. ¡Al menos réntale una buena habitación, avaro! —La mujer parecía dispuesta a darle un par de cachetadas a su hijo, mientras en la cocina, el padre de Julio dejaba caer la taza de café al suelo, destrozando la pobre pieza de cerámica; para el pobre hombre el lenguaje de su mujer seguía siendo demasiado violento cuando se refería a la vida sexual de Julio—. ¡Julio Cesar, es la tercera este mes! —se quejó Graciela andando a pisotones rumbo a la cocina. Julio aun no entendía como su madre podía ser tan pequeña y tan gritona.

Julio pasó por un rato difícil para convencerla de que el asunto del estudio era por una causa más o menos noble, así que fue ella la primera en ver la sorpresa que tenía preparada y como pocas veces, quedó encantada con el resultado; gracias a eso logró conseguir que aceptara marcharse mientras pensaba detenidamente sobre rentar un piso, sin embargo, desechó la idea, él aún tenía planes para su dinero y quedarse ahí le ahorraba mucha pasta.

Espérame al otro lado del abismo (LCDVR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora