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Madre e hijo llevaban mucho rato hablando en la intimidad que la pequeña cocina les otorgaba.

Habían pasado dos semanas exactas desde la plática con Dominik y Tom estaba transformándose en una lata dentro de un microondas. Estaba seguro de que si seguía prolongando la situación, iba a explotar llenando de porquería su alrededor.

—Mamá —dijo con las manos temblorosas.

Lucía, que hasta ese momento se encontraba concentrada en la cantidad exacta de café para su tasa, levantó la vista mirándole con sus ojos claros y brillantes.

—¿Si? —preguntó examinando el rostro de su hijo, últimamente lo había notado extraño; suponía que su comportamiento era derivado de los problemas físicos que estaba teniendo, pero ese día, al ver la expresión en su cara, supo que no era solamente eso.

—¿Puedo decirte algo? —peguntó el muchacho jugando con sus manos.

—Puedes decirme lo que quieras —aclaró ella con el tono suave de voz que la caracterizaba. Ella era dulce por naturaleza, femenina y modosita. Era de las nueras favoritas del abuelo.

Tom inspiró con fuerza.

Miró el rostro de la mujer y luego bajó la cabeza.

Pensó que se había preparado lo suficiente para decirlo en voz alta, pero no era así de fácil, pues las palabras se quedaron atoradas en la garganta, negándose a salir. Era como tener un yunque en el pecho, aplastándole, asfixiándole, necesitaba decirlo, respirar, pero no podía hacerlo, estaba atrapado.

Tom apretó los labios bajando la vista.

—Prométeme que no te vas a enojar —dijo compungido, frunciendo el ceño con preocupación.

Aquel comentario encendió todas las alarmas en la cabeza de Lucía ¿Qué estaba pasando? ¿Había algo mal con su hijo? ¿Le estaba ocurriendo algo? Ella intentó mantenerse inexpresiva para que su hijo no notase que estaba comenzando a asustarse.

—Lo prometo —le dijo y la voz le salió extraña—. No voy a enojarme.

Tom apretó los puños antes de tomar otra respiración, luego se decidió a hablar.

—Creo que me gusta Julio.

Ahora fue el turno de Lucia para tomar una respiración larga.

Al principio pensó que no había escuchado bien, es decir, Tom siempre estaba peleando con Julio aunque en los últimos tiempos se llevaban bastante bien, sin embargo luego de echarle un vistazo al rostro de su hijo, supo que hablaba en serio.

<<Me gusta Julio>> Había dicho, sin preocuparse de darle otro tipo de explicación al respecto. Había tantas verdades que se ocultaban en aquella simple frase.

Lucía no supo cómo reaccionar, no era lo suficientemente buena fingiendo como para mostrarse feliz al respecto y tampoco sentía rechazo ante la idea, ella simplemente estaba en shock, no lograba comprender del todo la información que le había dado.

Espérame al otro lado del abismo (LCDVR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora