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Uno de esos días Julio se apareció por la casa de Tom a media tarde, sonriendo como si se hubiese ganado la lotería y tan perfecto como nunca había estado

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Uno de esos días Julio se apareció por la casa de Tom a media tarde, sonriendo como si se hubiese ganado la lotería y tan perfecto como nunca había estado.

La madre de Tom le recibió en la cocina, donde le invitó a merendar mientras Tom permanecía sentado esperando a que le sirvieran. A esas alturas él podía caminar casi sin ayuda, pero únicamente por periodos cortos, el resto del día se apoyaba en un bastón. Los médicos le dijeron que dejar el bastón iba a ser prácticamente imposible, debido a las secuelas en sus huesos y músculos, pero que, con el tiempo, su uso sería mínimo.

Tom levantó la vista, viendo a Julio caminar con una sonrisa radiante hacia él. Nada más entrar, se sentó en el asiento de enfrente, sacando de su bolsillo una pequeña cajita de terciopelo rojo y extendiéndola hacia Tom.

—¡Oh por dios! —exclamó Lucia, dejando caer la cuchara que llevaba en la mano cuando, al girase, se encontró con la escena, sin embargo, Julio permaneció con la mirada fija en Tom, abriendo la cajita y dejando ver un anillo de platino con piedras brillantes. La joya tenía un diseño elegante, discreto, pero por encima se veía que había costado lo suyo.

Tom, como era de esperarse, se puso tan blanco como una hoja de papel. Permaneció congelado en su sitio sin saber que decir, casi parecía que había dejado de respirar, sin embargo, después de varios segundos levantó la vista hacia Julio.

—¿Qué es eso? —preguntó con la expresión en blanco.

—Un anillo—contestó Julio sin borrar la sonrisa de su rostro.

—¿Cómo que un anillo? ¿Si no es mi cumpleaños? —era obvio que de repente había entrado en un estado de completa negación.

—Pues es que no es por tu cumpleaños ¿Recuerdas lo que te dije? ¿Qué si las cosas salían como lo planeaba te pediría matrimonio? Pues salieron mejor así que aquí estoy —Su sonrisa creció más de lo imaginable—. ¿Te quieres casar conmigo? —Julio parecía haberse tatuado la mueca de felicidad en la cara, pero Tom parecía enfermo.

—¿Estabas hablando en serio? —cuestionó tragando duro.

—Pues sí, hablaba muy en serio ¿No aprovechaste el tiempo para pensar en una respuesta? —le interrogó, a lo que Tom negó con la cabeza mientras sus ojos permanecían abiertos de par en par. Julio sonrió—. Vaya, pues todavía tienes tiempo, yo no tengo prisa.

Pero siguió mirando a Tom, quien, a su vez, estaba concentrado en el anillo.

—¿Y que se supone que estabas esperando que "saliera bien"? —Lo cuestionó como una manera de hacer tiempo. Enseguida se arrepintió de haberlo hecho.

—Pues, es que hoy me han aprobado el crédito hipotecario, podemos comenzar a buscar una casa ahora mismo —dijo como si fuese obvio y Tom abrió los ojos aún más.

—¡Ay joder! —exclamó su madre alarmada por lo que estaba pasando justo enfrente de su cara. No podía creerse que realmente le estuviesen pidiendo matrimonio a su hijo ¡Mucho menos que el pretendiente fuese Julio De La Vega! Ella sabía de la relación que tenían, pero ¿Era realmente algo tan serio? Viendo la cara de su hijo, era obvio que él tampoco se lo esperaba.

—Perdón ¿Puedes repetir es ultimo? —Tom comenzaba a ponerse azul.

—Pronto tendremos casa —aseguró.

—Creo que voy a vomitar—Era obvio que se encontraba aterrorizado. Tenía las manos temblorosas y respiraba de manera irregular.

—¿Quieres que te lleve al baño? —preguntó Julio, inmune al malestar ajeno y Tom negó con la cabeza de modo efusivo.

—Solo necesito un segundo...—murmuró bajando la mirada—. ¿Quieres ir a la tienda a comprarme un helado? Eso me haría sentir mejor —preguntó con una expresión suplicante.

—¿A qué tienda? —comentó captando la indirecta.

—A la del centro, la que vende helado artesanal —luego hizo una pausa—. Estaría bien que te fueras en autobús.

Julio sonrió divertido.

—Me iré en la camioneta —Luego tomó la lista en el refrigerador—. También haré la compra, si no les molesta y a ver si mamá quiere algo.

Tom asintió, sin escuchar nada de lo que estaba diciendo y se despidieron que una escueta mueca.

Su madre se apresuró a sentarse a su lado.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupada. Tom asintió, sin mejorar su expresión.

—Sí, solo quiero pensar un momento—dijo. Parecía estarse calmando, así que Lucía suspiró dejándolo estar.

Tom se quedó mirando a la nada un buen rato, en el mismo sitio, apenas y comió, de vez en cuando le echaba un vistazo al anillo que Julio había dejado en medio de la mesa. Lucia estaba preocupada al ver el semblante del chico, hasta que de repente este suspiró y comenzó a comerse la sopa de verduras que le había preparado.

Cuando Tom le pidió que le sirviera un poco más se zumo, supo que estaba bien, quizás no excelente, pero si mejor.

Julio tardó varias horas en volver y cuando lo hizo, Tom le recibió con una sonrisa.

—Vamos a casarnos —fue lo primero que le dijo—. Pero solo hasta que pueda ayudarte monetariamente.

Hubo una pequeña pausa en la que los dos se miraron, evaluando al otro y luego Julio sonrió.

—¿Eso quiere decir que estamos comprometidos? —preguntó sentándose frente a él, dejando una bolsa con paquetes de helado individuales y otras más con despensa. Tom alargó la mano revisando los botes de helado.

—Lo estamos —contestó frunciendo el ceño—. ¿Compraste con vino? —cuestionó sacando una de las porciones.

—Compré todos los sabores, probablemente debería llamar a mis padres, les ayudará a mantener sus niveles de azúcar cuando se enteren —dijo encogiéndose de hombros.

—¡Se casan! —El grito de la madre de Tom sonó a través de la ventana más cercana, esa que chocaba con la del matrimonio De La Vega y sonó tan alto que no les hubiese sorprendido si todos los vecinos la escucharon.

—¡¿Qué?! —Contestó la madre de Julio—. ¡¿Cómo que se casan?!

—¡Julio se propuso y Tom le dijo que sí! —Lucia apenas hizo pausas entre palabras, la mujer estaba muy sorprendida. Tanto de la proposición, como del hecho de que su hijo aceptara sin mayor problema (aunque esto último era relativo).

Tom soltó una risita tomando una porción de helado de galleta con chispas de chocolate.

—Supongo que eso lo hace oficial ¿Cierto?

Julio asintió.

—Definitivamente.


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Subo antes el capítulo para dedicárselo a mi hermana que está haciendo sus pruebas de ingreso a la universidad ¡Suerte Fany! :D (Edit: Fany pasó su examen y ya se fue a estudiar la carrera ^*-*)

PD2: Cuarentena, mi hermana está de vuelta xD. Aunque sigue estudiando (?).

Espérame al otro lado del abismo (LCDVR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora