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La tienda de helados artesanales del centro fue el escenario de su primera cita.

Originalmente ellos planeaban ir al cine y después pasarse por un café, pero como no consiguieron ponerse de acuerdo con el asunto de la película y además, era algo tonto querer pasar el rato con alguien en un lugar donde apenas podían mirarse mientras todo el mundo se quejaba para que bajaran la voz, terminaron por cambiar sus planes en el último momento.

Era casi seguro que si iban al cine pelearía, porque Tom era el que hablaba y Julio el que mandaba a callar.

Tampoco es que pudiesen hacer mucho escándalo en la tienda de helados, pero cuando pasaron frente a la misma, los dos se quedaron idiotizados con el lugar y tuvieron que aparcar para tomarse algo.

Los helados que servían ahí eran hechos a mano, libres de conservadores, ellos mismos hacían la galleta para los conos y las canastas y tenían sus sabores registrados, era increíble, algo caro, pero Julio no se estaba frenando en ese asunto.

—No tienes que pagarlo todo tú —dijo Tom cuando vio la lista de precios, el chico se sintió tentado a decirle que salieran, aunque se le hizo agua la boca cuando vio que uno de los meseros pasaba a su lado con una pequeña bandeja y un helado que además de precioso, se veía riquísimo.

Era muy frustrante para él no tener autonomía económica. Antes, cuando trabajaba con el abuelo en la empresa de ganadería limpiando los corrales de las vacas (Un trabajo remunerado, pero asqueroso) siempre traía algo en los bolsillos. A veces sentía que había pasado de ser un casi-adulto a ser un bebé en pañales.

Odiaba tener que pedirle dinero a su madre, odiaba pedirle permiso para salir y odiaba no tener su propia casa, pero entendía que en ocasiones era mejor dar su brazo a torcer en lugar de precipitar las cosas; esa semana, por ejemplo, había anotado un pequeño logro en su lista cuando le cambiaron la silla de ruedas por un andador con ruedas.

Era una paja subir escaleras, aun se cansaba muchísimo, pero le dijeron que, mientras más ejercitara los músculos y siguiera asistiendo a sus terapias, mejor iría la cosa y "mejor" le gustaba.

—No tengo que hacerlo —dijo Julio con una sonrisa—. Pero soy un triste hombre soltero que vive con sus padres, eso me deja en que no gasto para una renta, comida, agua o luz. Puedo gastarme todo mi dinero en ti y seguiría sin irme a la ruina —comentó riéndose. Tom no tardó en acompañarle con una mueca de jovialidad.

—Ya ¿No deberías ahorrar para tu futuro? —comentó ladeando el rostro, sintiéndose un poco más cómodo con la situación.

—El banco me descuenta automáticamente para la cuenta de ahorros, no tengo que preocuparme por eso, aunque, tal vez debería dejar un fondo para la gasolina y el mantenimiento de la camioneta —comentó con un resoplido—. De todas formas, eso no es lo importante, el asunto aquí es que debes decirle a Dominik que se controle, eso no tiene ninguna gracia —agregó señalando el andador. El día en que se lo dieron, Dom pasó toda la tarde jugando con él, lo pintó de azul marino y le dibujó un montón de estrellas, como un cielo nocturno, era muy extraño, pero a Tom no le molestaba.

Espérame al otro lado del abismo (LCDVR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora