La fecha de la boda llegó dos años después de la propuesta y ellos comenzaron a planearlo todo un año antes.
Para empezar, buscaron una casa para comprar en algún barrio bonito y cercano; tarea que les costó varios meses de peregrinación en la ciudad hasta que hallaron el sitio perfecto. Al principio, Julio se negó a entrar en la casa, alguien les dijo que el sitio era tan barato porque hubo un asesinato ahí, de modo que la propiedad había perdido casi por completo su valor. Era una ganga, pero Julio no quería atraer a los malos espíritus, así que Tom pasó un largo rato convenciéndole de que era el lugar ideal para ellos.
Según él, tenía todas las ventajas, era grande, con cuatro habitaciones, un estudio, terraza, corredor, un gran patio, la cocina era preciosa y tenía dos salas de estar a las que podían darles muchos usos. Quitando el asunto del asesinato, todo era precioso y el crimen había ocurrido treinta años atrás ¿Por qué desaprovechar la oferta?
Tom tardó lo suyo, pero al final, Julio dijo que sí, aunque solo si podían traer a un cura a bendecir la casa unas semanas antes de mudarse. Tom aceptó, feliz de haber ganado la batalla.
Luego, le pidieron a Dominik que les ayudara con los muebles, era un poco difícil acomodar todo y realizar la limpieza, así que el chico les echó una mano sin dejar atrás su confusión; cuando se había enterado del asunto de la boda, pegó el grito en el cielo.
—¡¿Qué ustedes qué?! —masculló Dominik dejando caer la cuchara con helado en la mesa. Tenía la boca abierta, sorprendido y les miraba como estupefacto.
—Nos vamos a casar—dijeron los dos al mismo tiempo, mostrando las sortijas de compromiso. Ellos se miraron y luego comenzaron a reírse.
—¿Es un chiste cierto? —Preguntó descolocado, sin embargo, enseguida negó con la cabeza—. ¿Qué digo? Ustedes están locos —murmuró dejando caer los hombros, mientras su mirada se perdía en la nada.
—Nos casaremos en otro estado, donde se permitan las bodas gay, estamos buscando un sitio, pero para adelantar trabajo, necesitamos confirmar a los testigos, uno por uno —Tom guardó un segundo de silencio antes de preguntar—. ¿Te gustaría ser mi testigo? —dijo formando una sonrisa enorme en sus labios.
Dominik guardó silencio, examinando su expresión, hablaba en serio y parecía muy ilusionado. A Dom le dio la sensación de que, si decía que no iba a romper su corazoncito, aunque claro, tampoco tenía razones para negarse, ninguna aparte de la cara de idiota que le estaba poniendo Julio en ese instante.
Tenía una expresión muy jodida mientras miraba a Dom.
—Solo si le puedo pegar a Julio —pidió, levantando la barbilla en una mueca decidida.
—Pon el brazo —contestó Tom haciéndole una seña con la cabeza su futuro marido.
—¡Oye! —se quejó este, ofendido.
—Anda, pon el brazo —le pidió Tom, mirándole con la misma sonrisa enorme que le mostró a Dominik unos momentos antes. Julio hizo una mueca, se le quedó viendo a Dom y le hizo una seña obscena mientras le mostraba el brazo.
Dominik le dio un golpe, para después echarse a reír.
—¡Está bien! —Exclamó encogiéndose de hombros—. Seré tu testigo.
Pero a pesar de haber aceptado, seguía estando confuso con respecto al tema de la boda ¿Por qué? Pues cuando les conoció Tom ni siquiera estaba seguro de su sexualidad ¿Y ahora? ¡Se casaba! Eso quería decir que el tiempo había pasado, tal vez eran unos tres años desde que se volvieron amigos, Dominik se tomó su tiempo haciendo cuentas en su cabeza ¿Se estaba haciendo viejo? Lo mejor sería no pensar en ello, sin embargo, cada vez que tenía que ayudarles no podía evitar sentirse ansioso.
¿Qué más le quedaba? Estaba feliz por ellos, pero las prisas le comían los nervios.
Con respecto a la casa, al principio Tom quería esperar a que estuvieran casados para poder pasar su primera noche juntos ahí, pero entre una cosa y otra su determinación se fue después de pasar tres días lavando los pisos, pintando las paredes y trabajando sin descanso hasta muy tarde.
La comodidad le ganó al romanticismo.
Como muchos otros planes que tenían reservados para después de la boda, los chicos comenzaron a preocuparse menos por tener un escenario perfecto, y más por la importancia del momento que se avecinaba. Aquello afectaba demasiado a las personas de su entorno, sobre todo al padre de Julio, que con el paso de los días mostraba unos niveles de ansiedad terribles.
—¿De verdad van a casarse? —Les preguntaba confundido. El hombre había pasado un camino mucho más duro para acostumbrarse a la idea de su hijo casándose y la verdad, su esposa tampoco ayudaba mucho con el asunto.
—Está decidido, pa —contestaba Julio en cada ocasión.
—¿Ósea que vas a irte a vivir con Tom? —insistía.
—No podemos seguir viviendo como vecinos una vez que firmemos los papeles, no te preocupes, ya tenemos lista la casa donde vamos a mudarnos —explicaba tratando de quitarle importancia al asunto.
—Aaaah —su padre casi siempre guardaba silencio antes de seguir hablando cuando llegaban a ese punto—. ¿Y no puedes traerlo a vivir aquí? —sugería haciéndose el inocente.
—No, ya comenzamos a pagar la casa —argumentaba Julio, dejando claro que era una decisión tomada y que no iba a echarse para atrás—. Pero la casa está cerca de aquí, si tú quieres puedes ir a vernos cuando te plazca —agregaba tratando de calmar el desasosiego del hombre.
El pobre tenía muchos problemas para dejar ir a su hijo, no conseguía meterse en la cabeza que su niño, el cabezota irresponsable, de repente fuera a casarse y a marcharse de la casa ¿Sería una buena idea? ¿Podría mantenerse solo sin meterse en problemas? Lo que más le preocupaba era que terminara hasta el cuello con sus típicos líos de jovenzuelo molesto, es cierto que en los últimos tiempos había madurado bastante, pero seguía sin poder quitarse de la cabeza la cantidad de citatorios que recibió durante su estadía en la escuela, precisamente, por pelear con su futuro marido.
¿Y si se molestaban y terminaban a los golpes? ¿Contaría eso como violencia doméstica? Julio Cesar tenía muchas dudas que no quería externar por no preocupar a su esposa y a la madre de Tom, quienes al igual que él, miraban con extrañeza la idea de que sus hijos se marcharían pronto.
Sin embargo, quienes no tenían dudas eran precisamente Tom y Julio, quienes estaban hechos una maraña de emoción durante los días previos al gran evento, el cual, por cierto, era grande contra su voluntad, pues sus padres se habían encargado de organizar una fiesta en la que invitaron a sus compañeros de trabajo, a los vecinos y un montón de gente que los chicos apenas y conocían, mezclándose con una banda de Drag Queens que Clarice llevó de acompañantes, y de Jorge, quien fue el testigo de Julio.
El día de la boda, parecía que un ejército se reunió en el salón de eventos, pero la pareja, sentía como si solo estuviesen ellos dos.
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Espérame al otro lado del abismo (LCDVR #2)
Romance(LGBT+) Julio y Tom han peleado durante prácticamente toda su vida. Ellos han correteado detrás del otro como idiotas hasta que un día Julio comienza a ignorar a Tom y este, confundido, explora una atracción desconocida por su acérrimo enemigo. ...