Capítulo 48 -Somos 3.

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Connor Aldrin.

—¡Estoy nervioso!, ¿Escuchaste? Lo estoy... ¡Mucho!— le dije de forma alterada y con bruscos movimientos de manos.

—Escuché— me respondió ella con una leve risilla.

—¿Qué demonios es gracioso?— le pregunté luego de inclinar un poco la cabeza para lograr verla mejor y fruncir el ceño.

—Yo te dije lo mismo hace unos meses y tú me dijiste que todo iba a estar bien.

—No podía decirte o demostrarte lo contrario; pero he estado asustado desde que me lo dijiste y he querido ponerlos en una maldita burbuja a ambos.

—¿Cómo de hámster?— preguntó riendo con ambas manos en su enorme vientre.

-Justo como esas- asentí con la mirada baja, un tanto avergonzado por tal grado de paranoia.

-Connor- me llamó suavemente entonces volví a colocar mi mirada sobre la suya luego de meter ambas manos en los bolsillos de mi pantalón de vestir.

-Me hubiera gustado estar en una esfera de hámster. Me hubiera sentido segura. Además no hubiera tenido que caminar, hubiera estado rodando por toda la ciudad.

Me acerqué a ella aún riendo y vi como estaba usando sus tacones con las correas desatadas.

Me senté delante de ella, me deshice de mis zapatos y luego de sus probablemente agotadores e incómodos tacones. Le coloqué mis zapatos y después los ajusté por las cintas lo más que pude pero eran enormes para sus pies y por eso era seguro que se le salieran.

-Gracias.

-De nada- me coloqué sobre mis rodillas y coloqué mis manos sobre las rodillas de ella al tenerlas justo frente a mi.

-Hay que irnos, tenemos que ir por unas cosas a la casa y hacer varias llamadas.

-Lamento que no te puedas quedar.

Me levanté de forma lenta, me incliné y logré besar sus labios de forma inesperada. Sentí una sonrisa formarse en sus labios entonces me aparté.

-Era un evento especial pero se acaba de convertir en uno mucho mucho mucho mejor.

Le di mis manos y la ayudé a levantarse de la pequeña silla giratoria.

-¿Lista?

-Sí- respondió sonando bastante calmada y con un confiado asentimiento de cabeza.

-Entonces yo también- tomó su pequeño bolso del escritorio y comenzó a caminar fuera de la oficina a la cual habíamos entrado simplemente para hablar en privado.

La observé unos segundos y no pude evitar reír, su caminar era bastante gracioso, no sólo por mis enormes zapatos sino también por su contoneo.

-Deja de reírte de mi- me miró sobre su hombro con adorable puchero.

-Sí, lo siento- respondí en un tono más serio.

Estuve a punto de caminar hacia ella cuando extendió una de sus manos a mi dirección pero levantando tan sólo un dedo le hice saber que debía esperar.

Regresé y tomé sus tacones.

Ella miró sus pies, después mis manos y rió.

-¿Cuántos pares de zapatos perderías sin mi?

-No tengo idea- me dijo divertida.

-Suerte que me tienes.

Tomé su mano con mi mano libre, entrelacé nuestros dedos y salimos.

Cuando la vida se complicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora