26-El Rostro De La Muerte.

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Jairo:

En la hora del receso todos nos fuimos a casa de Melkar. Fue un gran amigo para muchos pero yo apenas y lo llegue a conocer, sus risas nutridas de una incomparable alegría revoloteaban por mis recuerdos, su voz grave, su cuerpo corriendo por el campo de fútbol era algo que se me había quedado en la cabeza y mas ahora que aquellos recuerdos se mezclaban con la visión de sus ojos cerrados y estando muerto dentro de esa bolsa.

Todo era un caos en mi mente, me asaltaban una y otra vez los recuerdos de Amáyr, Melkar y Gabriel, legamos a su casa donde había tanta gente reunida, los llantos de dolor se escuchaban desgarradores.

La que en vida fue su madre nos invitó a pasar, sus ojos estaban hinchados y su cabello negro caía en sus hombros, todos los profesores pasaron a verlo y nos invitaron para que en grupos de dos a cuatro pasaramos a verlo. Muchos no se atrevieron, Franco pasó junto a David.

—¿Vas a entrar?—pregunto Lucios con una mueca de tristeza dibujada en su rostro.

—Si. Tengo que comprobar algo pero no quería pasar con Franco Y David. Quiero que me acompañes—.

—Claro—.

Esperamos que salieran varios alumnos y después nos metimos entre la gente. Su ataúd plateado estaba lleno de varios ramos de flores blancas a su alrededor, cirios y velas alumbraban el gran recinto.

Esperé que se fueran los que estaban cerca y enseguida Lucios y yo llegamos hasta el, me paré con cierto nerviosismo y lo vi, ahí estaba él, su rostro serio, parecía que estaba dormido. Le pase mi mano por su mejilla, estaba fría, cerré mis ojos y mi mano paso por su frente, de pronto, sentí el latido de mi propio corazón junto a otro que latía débilmente, una sensación de paz me invadió, al final una luz blanca llegó a mi cabeza y luego se volvió oscuridad.

Lamparas colgando del techo, golpes, personas con el rostro cubierto, voces distorsionadas, el rostro de uno de los encapuchados:

Piel blanca y grasosa llena de espinillas, nariz chata, cabello negro peinado hacia atrás y un lunar en la barbilla; gritos, golpes, puñaladas, un liquido caliente saliendo de sus entrañas, todo borroso y finalmente oscuridad.

Abrí los ojos de golpe, una gota de sudor calló en el ataúd y volví a ver a Lucios que me miraba atento.

—¡Que sucede!—.

—Encontre a uno de sus asesinos—su cara se volcó en un sorpresivo gesto de terror.

—¡Pero!... ¡como!...—.

—Vamonos. Te lo voy a explicar—.

Nos salimos como entramos y antes de que se dieran cuenta nos fuimos a la escuela. Entramos al salón y en una esquina nos sentamos juntos.

—¿Te sientes bien?, desde que salimos de la casa de Melkar te noto decaído—.

—Te lo dije antes. Es como si mañana fuera a despertar y ver que todo esto es solo un sueño. No me acostumbro a ver este tipo de cosas. Ese diario trastocó mi realidad y ahora no se hasta que punto todo es verdad—lo miré con tristeza y el me abrazó dejando apoyar mi cabeza en su pecho, sentí el latir de su corazon y lo miré hacia arriba, sus ojos amarillos me miraron en un brillo cristalizado.

—Lo siento y tal vez soy el único que puede entender tu dolor. Somos tan diferentes del resto que tal vez seamos únicos, nadie puede hacer lo que nosotros y eso, es una gran ventaja, va a ser difícil tal vez pero siempre estaremos ahí cuando uno de los dos caiga, ¿sabes por que?, porque te amo Jairo, porque eres lo único que tengo—lo abracé con todas mis fuerzas.

—Por favor Lucios. Nunca me dejes, nunca—mis lágrimas rodaron fuera de mis ojos y me abrazó muy fuerte al tiempo que depositaba un beso en mi cabeza.

Imperio De Sombras: El Origen De La Oscuridad. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora