Imperio De Sombras: El Origen De La Oscuridad. (En Edición)

23 De Abril 2009

Valerius despertó de un sobresalto y sus ojos color ámbar se abrieron mientras veía la luz del sol filtrarse por su ventana y el viento cálido meciendo las finas cortinas. La visión de tanta paz, por un momento lo calmo y junto a el vió una espalda desnuda que contrastaba con el blanco de las sábanas y una larga cabellera negra.

Se levantó de la cama con un piyama compuesta únicamente por un pantalón blanco, casi transparente. Su torso perfecto contrastaba con un par de ojos amarillos y una piel blanca junto a una barba de candado. Llegó hasta la ventana y contempló el paisaje; los campos verdes se levantaban sobre el horizonte, muchas personas iban y venían de aquí para allá junto a un sinnúmero de ganado vacuno.

Cerró los ojos por un momento y los fantasmas del pasado lo asecharon una vez mas. Su vida no había sido admirable ni tampoco ejemplar, al contrario, con el tiempo se ganó el odio de tantas personas al tratar de vivir fuera de las reglas y encima el  tratar de evadir la muerte a cada momento se había vuelto una condenada rutina que lo había desgastado hasta el punto de ser consciente de tomar un solo camino con el fin de prolongar su vida y esa era: Proteger a los herederos. No había otra salida.

Ésta mañana, hace apenas unos minutos, se despertó asustado al ver en sueños otra vez un futuro donde el no existía, donde todo estaba en su lugar, donde los herederos estaban juntos y mas aun, un lugar donde su muerte era lo único que faltaba para que las cosas caminaran por el destino que esperaba para ellos. Después de todo, su vida estaba destinada a protegerlos a cualquier costo, de todos modos, la muerte solo sería un instante y algún día su oscuridad se vería iluminada por aquella luz violeta de su salvación.

Abrió los ojos sin terminar de creer hasta que punto había llegado ésta vez: Gustavo, Jack, Gerardo, Oleg, Erick, Javier... Sus amigos, compañeros, casi hermanos, todos habían caído intentando proteger a los herederos y ahora, a casi quince años de la muerte del Fantasma, ahora, era su turno y se preguntaba, ¿quién sería el próximo?... ¿José, Santiago o Ramiro?...

Un par de lágrimas rodaron por sus mejillas y aceptó su destino... Dos horas después estaba caminando por un delgado sendero que, a simple vista, terminaba en una reja metálica de un metro de alto junto a un cercado de estacas blancas puestas hasta donde la vista alcanzaba. El terreno era plano y en lo que parecía ser el centro se encontraba un frondoso y colosal árbol de caoba, al que llegó después de unos minutos.

Con solo pararse bajo la sombra de aquel árbol cerró los ojos y con su pie izquierdo golpeó un punto hueco bajo sus pies, al abrirlos vió una hueco rectangular por donde, sin vacilar, se metió.

Sus pisadas resonaban en la quietud del aire contenido en aquel lugar, descendía por unas escaleras y la puerta se cerraba a la altura de su cabeza, bajó unos pocos metros más y se encontró con una habitación cuadrada de gran tamaño en la que solo había una enorme mesa circular metálica, empotrada en el suelo y varias sillas a su alrededor, mas al fondo estaba un sillón de cuero negro, un par de almohadas y una manta azul cielo perfectamente doblada, un reloj de manecillas en la pared, todo perfectamente iluminado por una la luz blanca que contrastaba con el frío aire acondicionado.

Caminó directo al sillón de cuero negro y abrió una puerta casi invisible a la izquierda del sillón, se metió y después regresó cargando una caja que cabía en sus brazos. La colocó en la mesa y la miró con cuidado. La tapa tenía tres símbolos individuales consistentes en un círculo, un triángulo y un círculo mas pequeño dentro de éste. Los tres símbolos eran iguales y estaban puestos a modo de triángulo equilátero, con la única diferencia de un nombre bajo cada uno.

Jairo, Lucios, Alexander... Eran los tres nombres puestos en orden descendentes, siendo el nombre de Jairo el que ocupaba la punta del triángulo...