12 De Junio 1994

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—Díme José, ¿es cierto el rumor que me llegó a tan tempranas horas de la mañana?—el aludido lo miró nervioso, sus ojos cafés se encontraron con los azules de su interlocutor, su barba de candado permaneció impasible y se pasó la mano izquierda por su abundante y negro cabello.

—Si—dijo nervioso José y lo miró—. Nacieron en la madrugada y se...—.

—¡Como que, nacieron!—lo interrumpió alarmado el hombre de ojos azules.

—Ese es el problema Alfredo, no es solo uno, son gemelos—la cara de Alfredo se contrajo en una mueca de terror y sorpresa, su piel blanca se volvió pálida y desapareció de él todo rastro de calma.

—¡Pero... Como es posible!—.

—Por mas que le di vueltas al asunto no fui capaz de encontrar una explicación, a menos que... Te hayas equivocado en...—.

—¡Eso jamás!—lo interrumpió furioso Alfredo—. ¡Nunca me he equivocado y ahora menos!, tiene que haber otra explicación—por un momento sus ojos se desenfocaron y después, volvió la mirada hacia José—¿Ya los viste?—.

—Si. Son realmente hermosos, Teresa y Santiago están muy contentos por...—.

—¡Tenemos que matarlos José, ellos no pueden vivir!—la resolución de Alfredo le provocó un asco tan terrible y lo miró con desprecio.

—¡Pero...!—.

—¡Te lo dije antes y te lo digo ahora, tenemos que matarlos, ellos son un peligro para mi y si en su momento no pudimos con el hijo de Valerius, ahora tenemos una oportunidad y tu vas a ser quién la tome! —.

Mas que una petición, esas palabras eran una orden que tenía que cumplir y muy dentro de el lo sabía, no había vuelta atrás, pero... Se preguntaba si sería capaz de hacer tal cosa...

—Lo haré—contestó resignado—. Pero dame tiempo, solo un poco—.

—Está bien, se que lo harás, pero por ahora, necesito que hagas algo mas—.

—¿De que se trata?—.

—Quiero que veas con tus propios ojos a los Solares Montes—.

—¡Que es lo que quieres con ellos?—.

—Según mis datos, el hijo de Valerius y Catalina nacería en diciembre y así pasó, el hijo de Santiago y Teresa nació hoy, tal como dije, aunque son dos y no lo tenía contemplado, ahora quiero saber si el primogénito de los Solares Montes sigue en gestación y si va a nacer en diciembre—.

—Está bien, en cuanto tenga el dato te lo haré llegar y si eso es todo, me retiro—José se paró del sillón de cuero negro, en donde, siempre estuvo sentado y después de un asentimiento, se marchó.

La voz neutral del hombre le desagradó a Alfredo y pensó en eso hasta que escuchó el golpe de la puerta cerrándose.

Sus ojos azules por un momento se desenfocaron y trató de imaginarse a los dos pequeños, pero hasta ese momento, no pudo. Le desconcertaba mucho aquel imprevisto y sabía muy dentro de él, aunque no lo quisiera aceptar, que ese error, ese error sería su perdición si no lograba remediarlo.

Dos horas después, alejado totalmente de aquel suburbio, llegó hasta una imponente construcción en medio de aquel bosque. Su fachada, compuesta por enormes arcos, se veía iluminada por el sol del medio día que, en lo alto del cielo, resplandecía inigualable.

Con sus pasos firmes traspasó la gruesa puerta de hierro, que, abierta de par en par daba paso a un patio rectangular de dimensiones casi imposibles y mientras caminaba no pudo ver mas que en el centro, el agua azul de una piscina, se movía con inquebrantable monotonía, mientras los rayos del sol la traspasaban como si fuera un gran espejo. Frente a el, se encontraba una réplica exacta de la fachada exterior, solo que ésta, en la mitad de cada arco se encontraba un gran pilar cilíndrico, en el que se recargó para esperar.

Imperio De Sombras: El Origen De La Oscuridad. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora