30-Eclipse. (Parte 2)

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—¡Ya ha empezado!—dijo Alfredo cargado de excitación mientras presionaba con fuerza el cuello del gobernador —. ¡La guerra comenzó y tu serás el primero en morir maldito traidor!—el gobernador sintió como le rompía la garganta con la presión ejercida de su gran brazo.

De pronto, Alfredo se movió un momento y el gobernador pudo ver como de lo que hace unos momentos era el balcón solo quedaban pedazos de piedras maltrechas y llenas de humo, sin embargo, todo eso era insignificante con el precio de tener que morir.

—A-Alfredo... Y-o... N-No quisé...—su voz desapareció en un sonido gutural.

Alfredo lo miraba con un odio profundo mientras lo estrangulaba lentamente. Este es el fin, pensó Aaron y cerró los ojos lleno de resignación.

Su cuerpo, de pronto, salió despedido contra una pared a su izquierda, todo fue tan rápido que no pudo abrir los ojos sino hasta después de sentir como su espalda crujía produciéndole un fuerte dolor y no lo vio.

Alfredo ya no estaba, sintió que su vista se veía engañada por el gran golpe, pero no, cerró y abrió los ojos rápidamente y la vista del balcón destruido sobre el horizonte atestado de edificios había desaparecido, así como Alfredo y en su lugar solo quedaba una opacidad casi tan oscura como un momento antes de llegar la noche.

Sobre el hueco que había dejado el balcón solo pudo ver un pedazo de algo resplandeciente en lo alto del cielo.

Desorientado se paró chocando con los pedazos del gran escritorio y llegó hasta el hueco de la pared desde donde pudo comprobar que no estaba afectado por el golpe, simplemente todo estaba a oscuras mientras el silencio se adueñaba de cada respiración, incluso sintió como su corazón se había parado al contemplar las sombras que se habían dejado caer sobre la gigantesca urbe, no se escuchó nada por unos segundos y después los gritos con aun mas terror emergieron de entre la oscuridad.

Por su mente pasaron tantas preguntas sin ninguna respuesta coherente y trató de imaginarse un escenario de tinieblas sobre el cuál... De pronto un par de grandes manos sobre su garganta lo obligaron apartarse de sus pensamientos y se volvió apenas con la fuerza para ver como Alfredo lleno de desesperación lo estrangulaba ahora si con el vigor propio de querer matarlo rápido para irse.

Sus pies se alzaron unos centímetros del suelo, sus manos caían sobre sus costados sin ninguna fuerza para luchar por su vida y antes de inhalar su ultima bocanada de aire vio como de entre la oscuridad emergía un ángel cubierto por un brillo blanco y lleno de una pureza tan sublime que apenas al sentirse iluminado una sensación de paz y bienestar infinito lo invadió.

Sus ojos se cerraron una vez mas, presos de una paz total que nunca había conocido y otra vez su cuerpo pesado cayó sobre el suelo mientras aquella mano se apartaba de su garganta, cuando los abrió, frente a el, de espaldas, se encontraba aquel cuerpo iluminado de tanta blancura que lo miraba preocupado, justo en ese momento reconoció a su ángel de la guarda. Era Lyam.

—¿Estás bien Aaron?—su voz ardía en preocupación y el gobernador pudo sentirlo.

—Por un momento sentí que no vendrías. Estoy bien —le contestó con una sonrisa y entonces vio como Alfredo se levantaba de una esquina con el brazo destrozado y la mitad de su cuerpo bañado en sangre.

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Aquel golpe lo agarró desprevenido y aunque tuvo suficiente tiempo para bloquear el ataque, no lo vio venir y cuando fue consciente su cuerpo no le respondió para protegerse.

Se levantó con un gran dolor circulando por todo su cuerpo y una herida imposible de curar que destilaba sangre en cantidades imposibles, la mitad de su cuerpo estaba ardiendo en un dolor insoportable que lo hizo caer de rodillas con su brazo derecho abrazándose la parte herida como si su vida dependiera de ello.

Imperio De Sombras: El Origen De La Oscuridad. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora