5-El Heraldo Angelical De La Muerte.

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El sol brillaba con gran intensidad junto a un cielo azul libre de nubes. Los maizales cubrían todo el campo verde del horizonte y solo había un gran terreno seco y árido, sin nada mas que tumbas en medio de aquella belleza de color verde.

Cruces de maderas carcomidas por la humedad y el sol, con la pintura corrida dejaban ver los grandes clavos oxidados que mantenían apenas pegadas y de mala posición los brazos que forman las cruces.

Las cruces metálicas son las únicas que se mantenían de pie en medio de aquel lugar lleno de olvido y soledad.

Todas y cada una formando, irremediablemente, parte de un todo con la terrible etiqueta de: cementerio.

Al fondo de aquel lugar se levantaba una cruz azul de gran tamaño que es visible desde cualquier punto. Su importancia es tal que cuando alguien muere lo llevan primero ahí reverenciando el ataúd para después ser sepultado en su lugar elegido.

El silencio y la soledad absoluta creaban un efecto que no cuadraba con el resto del campo. La entrada, cubierta por una gran verja negra, ahora descuidada por la maleza que la comenzaba a cubrir se movió y crujió al abrirse por una mano blanca bien cuidada con uñas largas y un gran anillo con dos círculos de diferentes tamaños, siendo el mas pequeño de un cristal negro, en el dedo índice.

Era una mujer alta de complexión delgada vestida toda de negro con una chalina cubriéndole el cabello y unos lentes los ojos. Entre sus huesudas manos sostenía un gran ramo de gardenias y claveles.

El sonido de sus tacones se acababan donde comenzaba la tierra del gran mundo bajo las tinieblas.

Con paso firme avanzaba entre las tumbas con la mirada bajo los lentes oscuros perdida en el recuerdo. Finalmente se detuvo frente a una gran tumba de color blanco con una gran cruz de mármol sobresaliente del resto:

“1960-2009 Valerius Madero Alcatraz”.

Colocó sobre ésta las flores y acarició la tumba con tal delicadeza como si fuera aquel al que una vez amó entre sus brazos, dejó escapar un suspiro y tras una breve pausa se llevo las manos a la cara, arrancándose los lentes de una forma teatral y dejando ver esos ojos negros humedecidos por las lágrimas.

—Aquí estoy...—su voz sollozante temblaba—. Otra vez como si tan solo hubiera sido ayer cuando te despediste de mi jurando volver a vernos. Te necesito. No sabes cuanto te he llorado desde que te fuiste. Quisiera no sentirme así pero es imposible dejarte—de pronto su voz cambio adquiriendo una dureza de quien esta lleno de odio y deseo de venganza—. Tu asesino sigue prófugo pero lo voy a encontrar y cuando lo tenga en frente le voy a cobrar tu dolor y mi sufrimiento—guardó silencio un momento y cerró los ojos tratando de no sentirse tan miserable. Su voz dura se transformó en algo delicado.

—¿Por qué no me dijiste que aquel incidente bajo el gravedór te cambió y que al final sabias que tu destino era proteger a los herederos? Hubieran sido diferentes tantas cosas, empezando porque te hubiera protegido con mi vida. Aun ahora eso no tiene ya importancia y lo único que podría mitigar mi dolor en esta terrible situación sería la respuesta a la cuestión que tanto me atormenta ¿por que pudiendo sobrevivir a un balazo en el corazón te dejaste morir sabiendo que a tu muerte los herederos corrían peligro?—.

Con mucho cuidado extrajo de su bolsa un frasco con un liquido rojo, hundió uno de sus dedos y sobre la tumba blanca dibujó un circulo con un triangulo inscrito en su interior y uno mas dentro de este. Acomodó su anillo en el centro y dejó caer una gota de ese liquido sobre el cristal negro. La reacción fue inmediata.

El símbolo se pintó de negro y una luz morada en todas direcciones surcó la tumba adquiriendo la forma de un sol de aspecto venoso y cuando la luz se apago quedo dibujado con ese color negro.

Imperio De Sombras: El Origen De La Oscuridad. (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora