La noche se había cubierto de gruesos nubarrones y a lo lejos los relámpagos dejaban un espectáculo de luces instantáneas. No era temporada y aun así el frío de la noche se dejaba sentir con todo su esplendor.
El ruido de los autos y la risa de los jóvenes al pasar de cerca era algo que se quedaba en su mente y se veía opacado por varias parejas tomadas de la mano y un sin numero de personas caminando por la acera junto a el.
Después de un día muy estresado Santiago se había propuesto dejar a un lado las preocupaciones y darse un momento de placer. Entró a la cafetería y buscó una mesa lo mas alejado del bullicio de las gentes que ahí reían en un clima de completa familiaridad.
Apenas se sentó y un joven llegó hasta el con un cuadernillo para tomarle su orden. Mientras esperaba sacó el teléfono de su bolsillo y se encontró con varias llamadas perdidas. Apagó el teléfono sin mas y por su mente pasaron tantas cosas que lo hicieron llegar hasta ese punto.
El chocolate caliente resbaló por su garganta produciéndole inmediatamente una sensación de placer a su estómago.
Su mirada siguió perdida en un punto dentro de la superficie blanca de la pequeña mesa mientras los sentimientos se agitaban en su interior, de pronto y sin darse cuenta, una mano delicada y bien cuidada se interpuso en su visión de blancura, obligándolo de esa manera a perder el hilo de sus pensamientos.
Alzó la mirada y se encontró con una mujer pelirroja de grandes pechos y una cara adornada por una piel tan delicada y unos labios rojos que apenas de verlos se quedó impactado.
—¿Podemos hablar general?—la desconocida dejó escapar un ligero tono que a Santiago le pareció de lo mas sensual.
—Claro. Tome asiento —la mujer se sentó de frente—. ¿Digame? ¿me conoce de algún lado?—.
—He oído de usted de muchas personas. Antes déjeme presentarme. Mi nombre es Ana Santodomingo—.
—No me hable con formalidades por favor. ¿de que quiere hablar?—.
—Sobre el caso de la futura invasión a la capital—Santiago la miró con interés—. Lo se todo, incluso tengo información de ultimo momento para ti—.
—¡¿A cambio de qué?!—le interrumpió Santiago.
—A cambio de nada, lo único que quiero es acabar con esto de una vez por todas—le contestó con firmeza la mujer.
—¿Por que debería creerte?—.
—Porque es tu hijo quien va a pagar las consecuencia de todo esto si no lo detenemos a tiempo—Santiago se congeló al escucharlo. Esa mujer sabia el paradero de Maximiliano.
—¡Donde está!—dijo casi al mismo tiempo que aprisionaba a la mujer por la muñeca.
—El está bien, pero no lo estará después de la invasión—una preocupación cruzó su rostro y el general la soltó.
—¿Por que dices eso?—.
—Seguramente ya sabes que Alfredo tiene a tu hijo y lo que le espera después de la invasión es mucho peor de lo que podrías imaginarte—.
—Si verdaderamente estas preocupada ¿por que no solo tratas de denerlo?—.
—Porque no hay tiempo. Ya todo esta en el aire y frenar su avance es imposible—.
—Ésta bien. Haré lo que quieras pero tienes que prometerme que cuidarás de el hasta el ultimo momento—.
—Te lo prometo—la mujer hurgó entre las cosas de su bolso y sacó un sobre blanco—. Toma. En el sobre hay un plan de acción y en el disco hay grabaciones de audio y vídeo de tu hijo y el enemigo. Con esto puedes ganar y recuperar a tu hijo antes de que Alfredo intente algo con el—Santiago la miró decisivo.
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Imperio De Sombras: El Origen De La Oscuridad. (En Edición)
Science FictionHace millones de Eones existió una raza de seres supremos, su origen nunca fue revelado, sin embargo, se cree que llegaron de la estrella del norte... Su llegada aquel mundo y la guerra entre ellos por el dominio de los inmortales fue sólo el comien...