Capítulo 1.

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"Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos" -Julio Cortázar.

Bueno, empezaré por el principio, sería un poco grosero de mi parte no presentarme antes de que conozcan a esta loca. Mi nombre es Elizabeth Lucy Rice Waters, mejor conocida como Lissa, tengo 17 años, vivo en Portland... y... bueno ¿por qué no?, también soy estudiante de la preparatoria Lincoln.

Un día como cualquier otro en el regreso a clases...

Caminaba por el pasillo de la escuela, cuando me encontre con Diana.

-¡Hola Diana!, ¿cómo te había ido en las vacasiones?... lástima que ya se terminarón.

Diana es mi mejor amiga desde la secundaria, ella es como mi hermana, le cuento todo... bueno... casi todo.

-¡Hola Liss!, y sí, que mal que ya se acabarón... pues ni modo, a empezar el quinto semestre... ¡PUFF! que aburrición -hizo un berrinche, al tiempo que arrojaba su mochila al suelo -. Oye, por cierto te veo más pálida, ¿qué no te ibas a ir a la playa las Bahamas? -dijo en tono de burla.

-Ay ajá, mira quien lo dice -le fruncí el ceño y le saqué la lengua.

A veces podía ser un pequeño diablillo cuando quería.

-Ok, tranquila pelirroja -dijo mientras me daba un pequeño empujoncito.

-¡No soy pelirroja! -refunfuñé.

En general mi cabello es mas bien color castaño, sí bueno, tal vez sólo tiene una pequeñísima dosis de tono rojizo... ¡pero no soy pelirroja, por dios!, ¡solo soy una morena con toque de rojo y piel pálida!, ¡no me atormenten!.

-Wooo, serena morena... ya, está bien, no quiero que te enojes porque te pones como loca -dijo para después reírse.

Un caso raro en mí, es que siempre que me molesto demasiado se me ponen los ojos de color rojo, y cuando me he tranquilizado regresan a su color original que es marrón.

Diana sabe lo de mis ojos, nunca mentí cuando dije que podía ser un pequeño diablillo cuando quería.

-Bueno, tampoco exageres demasiado, por lo menos no soy como esas personas que cuando se ponen salvajes, destruyen todo lo que encuentran en su camino, y al decir TODO, es para personas con imaginación abierta.

-¡Oye!, yo no lo hago -se quedo pensativa-. Bueno sí... pero solo un poco.

Todavía estábamos en el pasillo de la escuela, habían dado el primer toque que era para que iniciasen las clases, así que todos corrían de un lado a otro para llegar a su aula.

-¿Un poco?, ¡un poco! -me reí -. Ajá así como la vez qu...

Había volteado hacia un lado, cuando de lejos ví a un chico espectacular, un inígualable Adonis, él era alto, tenía un sedoso cabello semilargo color negro azabache, y creo que también era un poco más pálido que yo. A pesar por la distancia pude distinguir el color de sus ojos: un verde demasiado raro pero hermoso. También vestía un pantalón de mezclilla negro, camisa color verde, chaqueta negra y Vans en color negro, le sentaba muy bien el negro por el tono de su piel. A su lado iba una muchacha, ella era un poco más pequeña, al parecer era su hermana pues tenían el mismo tono de piel y el mismo color de ojos, sin embargo ella tenía el pelo color café hasta los hombros, lucía un encantador vestido rojo con unas zapatillas negras... tuve un poco de envidia.

-Liss, Liss... ¡Lissa despierta! -me medio gritaba Diana mientras me zarandeaba para que despertara.

-¿Eh?... eh, ¿de qué me perdí?.

Casi me podía imaginar mi propia cara de estúpida.

Que vergüenza.

-¿Acaso el gato te comió la lengua?.

-Lo siento -dije un poco apenada-. Pero, ¿ya viste a ese chico? -dije mientras señalaba con un rápido movimiento de cabeza hacia el lugar donde se encontraba.

-Hmmm, interesante -decía Diana mientras lo evaluaba con la mirada.

-Creo que es nuevo, nunca lo había visto en el colegio.

-Mmm, tienes razón... pero... no es mi tipo, además tiene un aire de presumido -dijo con fingida voz decepcionada-. Pero ¿qué?, ¿te gusta el presumido?.

-No lo sé... tal vez -dije mientras me perdía en mi imaginación.

Diana soltó una risita, levantó la manga de su suéter para mirar su reloj.

-Venga, vámonos que segurito que el profe ya nos dejó afuera -dijo despreocupadamente y agregó-. Aunque se me antoja una crepa con...

Le interrumpí.

-¡Maldita sea!, ¡la clase, me olvide de la clase!, ¡corre Diana!.

Fue entonces cuando tomé de la manga a Diana y la obligué a correr como un atleta. Pasamos como dos rayos por el pasillo y nos dirigimos a las escaleras al segundo piso, casi atropello a una chica pero la logré esquivar a tiempo, y por poco y choco con los casilleros pero no llegó a suceder... ¿mi secreto?, buenos reflejos.

Cuando llegamos a la clase abrimos la puerta y dijimos Diana y yo al mismo tiempo:

-Disculpe la tardanza, ¿podemos pasar?.

Se escucharón unas cuantas risas de alumnos burlones.

Mentalmente rodé los ojos.

El profesor solo levantó una ceja visiblemente molesto.

Bien Lucy, manos a la obra.

Yo tenía un don, era algo loco, pero podía hacer que la gente hiciese lo que yo quisiera, así que miré al profesor y le dije suavemente:

-Olvide la tardanza... podemos pasar -no fue una pregunta lo que le dije.

Su rostro se tornó un poco confuso, parpadeó varias veces y dijo:

-Bien, pasen... Aún llegan a tiempo.

Diana murmuró algo que le alcancé a entender:

-Claro, a tiempo, con un retardo de 15 minutos.

Le dí un codazo.

-¡Auch! -se quejó.

-Cállate.

Tomamos asiento en nuestros pupitres.

A los 7 minutos ya me estaba durmiendo en mi lugar, cuando de pronto tocarón la puerta, brinqué de espanto, me estiré un poco para ver quién era... y... ¡casi me caí de la silla!. Era nada más y nada menos que el chico del pasillo.

-Hmmm, al parecer te siguió -bromeó Diana, yo solo rodé mis ojos a la vez que trataba de evitar ruborizarme.

Unas cuantas chicas que tenían sus pupitres cerca de la puerta, abrían como platos los ojos, incluso creí ver que a una se le caía la baba.

Ugh, asqueroso.

Aun así no las podía culpar, yo estaba igual que ellas, tanto que hace casi cinco segundos antes me andaba cayendo de mi lugar.

¡Pero vamos!, no es culpa de nadie, demasiada perfección no se vé a diario.

Mi chico de ensueño le decía algo al profesor que no lograba escuchar, al final el profesor asintió y los dejó pasar al aula.

-¡Jóvenes, denles la bienvenida a dos nuevos integrantes! -dijo el profesor mientras les hacía una seña a los dos alumnos para que se presentaran.

Mi chico de ensueño fue el que habló primero.

-Un placer, mi nombre es Mark Marshall Wilson Scott.

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