Capítulo 21.

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"Cada corazón tiene su propia melodía. Y tú conoces la mía" -James Carstairs, Princesa Mecánica.

Lissa

Ya es otro día más, falta poco para la ceremonia y aún así sigo sin poder recordar nada. Mi padre Vladimir sigue insistiendo en que pare de torturar a mi mente, qué tarde o temprano recuperaré mis recuerdos.

No sé por qué tengo la sensación de un mal presentimiento, sin embargo es absurdo aquí estoy segura, quizás solo estoy un poco paranoica... sí eso debe de ser...

Estaba acariciando las teclas de mi piano cuando llamarón a la puerta.

-¡Adelante!.

Con paso elegante y veloz entró mi estilista vampiro llamada Mirta.

-Aver preciosa, hoy te pondré más bella de lo que eres, por qué hoy es un gran día.

-Está bien.- dije con pocos ánimos.

Ella ignoró mi mal humor y siguió hablando.

-¿Cómo te gustaría tu maquillaje?.

La verdad no era muy fan del maquillaje, pero dado que traía consigo una enorme maleta de maquillaje le dije:

-Como mejor sea tu idea, Mirta.

¿Por qué demonios este mal presentimiento que sentía no se iba?.

Pasó un gran rato para que Mirta terminara con mi peinado y maquillaje, ella me había hecho un gran moño con algunos rizos sueltos en las partes de mis sienes, finalizó con un poco de spray por aquí y por allá, de maquillaje me puso base del color de mi piel y en los ojos realizó un hermoso maquillado smokey eye en color rojo oscuro, como toque final colocó lápiz labial en tono dorado.

-Quedaste preciosa, pero aguarda, iré por el vestido.

Salió a toda prisa y en tres segundos ya estaba de vuelta, traía en sus brazos un vestido de escote profundo en "V" y mangas 3/4 , era de tercipelo rojo oscuro con detalles en seda de color dorado, el vestido era largo con caída elegante sin llegar a ser demasiado esponjado.

Me puse el vestido con cuidado de no hechar a perder el peinado, me miré en el espejo, parecía una princesa.

De repente un recuerdo llegó a mi mente: Estaba en una casa, sin embargo esa casa no me era desconocida, a mi lado una adolescente de nombre Diana me hacía rulos en el pelo, después pintaba mis labios de color rojo fresa.

-¡Ahh! -medio susurré asombrada cuando el recuerdo finalizó.

-¿Pasa algo? -preguntó Mirta.

-¿Ah?, eh no... solo... creo que me hace falta un collar como toque final, ¿no crees? -alguna pequeña parte de mi intuición me decía que mintiera.

-¡Oh!, es cierto, ¡no puedo creer que una cosa tan sencilla se me haya pasado por alto! -Mirta se veía dramáticamente aflígida-. ¡Por el señor de las tinieblas!, gracias por acordarme, niña.

Se dirigió a toda prisa hacia el tocador donde estaba una caja elegantemente forrada de negro terciopelo. De ella sacó un collar de hermosos rubíes, lo colocó en mi cuello.

-Son rubíes auténticos -dijo mientras me admiraba en el espejo-. Estás perfecta, ahora si me disculpas debo retirarme, la ceremonia comenzará en unas cuantas horas y necesito juntar las copas con la sangre.

-¿Sangre...?

-Sangre humana, por supuesto -dijo antes de que pudiera añadir "animal".

Tragué saliva.

-Oh, fue una suerte encontrar a varios mendigos a escasos metros del bosque, les daremos un buen uso.

Estaba paralizada, ¿en serio los iban a matar?.

Una parte de mi mente habló:

"No qué vá, solo les darán la bienvenida, un beso y un abrazo".

Hasta en este preciso momento mi mente era irónica conmigo misma.

Antes de volver a pronunciar palabra, Mirta se había marchado.

¿En serio dejaría que masacraran a esas personas?.

-¡Mierda!, ¡me maldigo por tener un corazón de pollo! -gruñí para después dar media vuelta en dirección de los calabozos.

Corrí rápidamente hacia el lugar mientras procuraba no hacer ruido.

Una vez que llegué, me encontré un guardia vampiro, enseguida se dio cuenta de mi presencia.

-Princesa, os suplico retiraos de aquí.

-Necesito un minuto a solas -señalé con un movimiento de cabeza hacia las celdas donde los tenían prisioneros.

-Lo siento, no puedo concederle esa petición.

-¡No es una petición!, ¡es una orden, idiota! -puse a prueba mi don y le miré fíjamente para pronunciar con voz severa pero segura-. Libéralos.

El guardia vampiro vaciló un poco.

-¡Libéralos! -aumenté más mi poder... ¡y funcionó!. El fornido vampiro sacó con hábiles movimientos una llave para después abrir las celdas-. No recordarás ni dirás nada, ¿entendido?.

El asintió obedíentemente.

Había alrededor de 15 prisioneros, entre ellos niños de 6 años.

-Solo no hagan ruido, los sacaré de aquí -todos asintierón y algunos me dierón las gracias en silencio.

Elegí como camino la salida trasera pues en ella no había ningún vampiro.

Los guíe en silencio hasta llegar a la salida, afuera había una hermosa luna llena.

-¿Conocen el camino? -les pregunté, todos negaron. Mi ánimo cayó al suelo, hasta que uno de ellos levantó la mano y dijo:

-Yo los guiaré, conozco un atajo.

Asentí.

A continuación se escucharón una serie de gracias y alagos. Un pequeñín de unos 7 años se abrazó a mis pies como señal de agradecimiento, le devolví el abrazo.

-Por favor, marchaos ya, pueden salir en cualquier momento.

Todos emprendierón su camino por un sendero a paso rápido.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas y me aferré al muro de piedra.

-¡Oh!, quizás el poder me afecta.

Inhale y exhale. Al poco tiempo me recupere.

Miré como el bosque se iluminaba con luz plateada gracias a la enorme y preciosa luna, decidí dedicarme un momento a admirar la belleza de la noche.

Narra Mark.

Después de largas horas y un recorrido sin descanso, por fin habíamos llegado, se podía distinguir el castillo fácilmente.

Nos apresuramos mientras los matorrales de maleza nos cubrían de ser descubiertos.

Debo admitirlo, la luz de la luna no era de mucha ayuda en este instante. Desde donde estábamos pudimos distinguir a 4 guardias custodiando el castillo.

Hice una seña para que todos se acercaran.

-Somos 6, así que: Helen y Ray al primer guardia, Mamá Kathia al segundo, Papá Christian al tercero, y Alice al último.

-¿Y tú que harás? -preguntó con rostro de ángel preocupado Kathia.

-Yo buscaré a Elizabeth.

-¡Que fácil, eh! -dijo Alice.

-¡Ssth!, que nos pueden escuchar, ahora ¡andando!.

Salimos de nuestro escondite y corrimos a una velocidad sorprendente, cada uno se dirigió a atacar al guardia que les correspondía.

Me desvié hacia el lado trasero del castillo, a una distancia lejana pude percibir una figura roja que resplandecía bajo el brillo de la luna, esa figura parecía una diosa... ¡esa figura era Lissa!.

Atada a tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora