Capítulo 26.

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"¿Recuerdas la época donde pensaste que nunca podrías superarlo?. Lo hiciste. Puedes hacerlo otra vez" -Emmanuel Navarro.

-Noo... -susurré sin aliento.

Miré a Lissa y llevé mi mano hacia su mejilla para acariciarla suavemente, un nudo de emociones se había amontonado en mi garganta.

Cero oportunidades.

Ella se había ido.

Se había ido para siempre...

-¡No!, ¡por qué maldita sea! -exclamé totalmente histérico.

La tristeza había sido sustituida por una rabia infinita, imposible de comparar con un odio más grande que jamás había sentido. Fue como si Lissa se hubiese llevado la pequeña parte de humanidad que me quedaba.

Un sillón que estaba a mi lado salió volando por los aires, producto de mi telequinesis descontrolada.

-¡Mark! -exclamó Alice cuando entró rápidamente a donde estaba. Su rostro estaba descompuesto en una mueca de miedo. Por lo que pude recordar ella jamás en toda su vida me había visto en éste estado tan alterado- ¡Dios mío!, ¡cálmate!.

Trató de acercarse hacia mi para tratar de controlarme. Sus manos estaban en posición de defensa.

-¡No me pidas que me calme! -susurré entre dientes apretados, si no me controlaba ahora sería capaz de hacerle daño a Alice, la ira me estaba cegando rápidamente y mis esfuerzos para controlarme eran cada vez más inútiles.

-Mark, soy tu hermana... quiero ayudarte, por favor... -Alice comenzó a acercarse hacia mí.

-¡Vete! -lancé hacia ella una gran onda de telequinesis, mi poder la lanzó fuera de la habitación, justo cuando volaba por los aires logró adaptar una postura bastante ágil, cayó agazapada al suelo con la elegancia y flexibilidad de un gato.

-¡Acaso estás loco! -haciendo caso omiso de mi temperamento feroz, se acercó a velocidad vampírica hacia mí-. ¿Qué te sucede?, ¿por qué reaccionas así? -soltó molesta.

Me tragué el nudo que se había formado en mi garganta.

-Se ha ido, Lissa se ha ido.

El rostro de Alice palideció aún más.

-Vamos, algo se ha de poder hacer, no te desanimes, el rey Raymundo sabrá que hacer...

Cerré los ojos y le grité:

-¿¡Es qué no escuchas!?, ¡ella no volverá jamás!.

Alice suspiró, sus ojos comenzaban a cristalizarse.

-Adiós, Alice -dije mientras me dirigía fuera de la habitación. Alice pareció salir de su trance, reaccionó rápidamente y me tapó la salida. Ella sabía que buscaría la forma de terminar con mi vida.

-No.

-Quítate -le dije sin emoción alguna.

-¡Qué no!.

Fruncí las cejas en un gesto de exasperación.

La empujé a un lado, logré salir, sin embargo ella estaba dispuesta a no dejarme ir a ninguna parte.

Me empujó fuertemente logrando derribarme, furioso, usé mi telequinesis para quitarla de encima. Aún estaba un poco débil, pero forcé mi cuerpo y poder al límite. Alice cayó de costado contra el suelo, de sus manos salierón una especie de látigos de fuego, rápidamente los lanzó hacia mis muñecas y pies. Ella contenía su don, el fuego no me llegaba a hacer daño, solo lo usaba como una especie de cuerda resistente.

Atada a tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora