Capítulo 20.

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"Estábamos, estamos, estaremos juntos. A pedazos, a ratos, a párpados, a sueños" -Mario Benedetti.

Lissa.

Sigo sin poder recordar nada, ese vampiro dice ser mi padre... por más que intento recordar algo no puedo. Quizás tan solo sea cuestión de tiempo... eso espero...

A la mañana siguiente...

Me levanté aún con la memoria en blanco. Sin dejarme deprimir decidí darme una ducha, en mi armario había un vestido tipo princesa de color mostaza, me vestí y bajé al comedor.

Cuando llegué me encontré con 12 pares de ojos rojos que me saludarón cortésmente, al parecer eran amigos de mi padre.

-Hija, toma asiento por favor y ven a merendar algo, ayer no comiste nada.

Asentí mientras recorría una silla para sentarme. Una sirvienta vampiro me dio un vaso lleno de sangre.

Levanté una ceja y hice una mueca.

-Adelante - me animó uno de los vampiros que estaba a un lado mío.

-¿Es qué acaso puedo beber esto? -pregunté incrédula.

-Tu mitad vampiro te permite subsistir de sangre, cariño -dijo mi padre Vladimir.

Convenciéndome me llevé el vaso a los labios.

-Esto es mejor de lo que pensé -dije, para después dar otro gran trago, en realidad estaba hambrienta.

Mark.

-¡Maldito vehículo!, ¡se ha quedado sin gasolina!.

Genial, esto no podía estar peor, en serio.

-¡Tranquilo Mark! -trató de tranquilizarme Alice-. Lanzando palabrotas no lograrás que el tanque se llene de nuevo.

-No me digas, yo creí que sí -dije con sarcasmo.

-Creo que lo mejor sería utilizar nuestra velocidad -dijo Helen mientras hacía caso omiso de nuestra discusión.

-Podrían vernos los humanos -dijo mi padre Christian.

Raymundo, el padre de Lissa, negó.

-Conozco estos sitios, y hay un sendero que nos hará llegar más rápido, además nadie nos verá.

Todos le miramos con la cara de "por qué diablos no nos decías nada".

-¿Qué estámos esperando?, ¡andando! -dijo Helen.

Extrañaba demasiado a Lissa, sentía un nudo de desesperación el no tenerla conmigo a mi lado... cada vez que recordaba el hermoso color café de sus ojos sentía un enorme vacio y...

-¡Mark! -reaccioné cuando sentí el golpe de una piedrilla en la cabeza-. ¿Qué haces allí de pie?, ¡vamos!.

-Lo siento, Alice -dejé mis pensamientos y me obligué a seguir a los demás.

Cuando encontramos el sendero, corrimos a toda velocidad.

El padre de Lissa tenía el ceño fruncido, al parecer estaba pensando en las miles de formas de torturar a Dark Vladimir. No lo culpée, si era así, también me le uniría a él, yo también podía ser rudo cuando quería, después de todo estaba en mi naturaleza serlo.

-¡Esperen! -dijo Raymundo.

Todos nos pusimos alerta en busca de una amenaza.

El padre de Lissa dio unas cuantas zancadas y para la sopresa de todos, lanzó un gran derechazo a un pino blanco, este se partió y cayó a otro pino que estaba al lado, provocando que se cayera en un gran estruendo.

Atada a tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora