Capítulo 22.

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"No soporto la idea de que el universo tenga que destruirse cada vez que te marches" -Edgar Allan Poe.

Llegué a ella en cuestión de segundos, Lissa estaba tan absorta en la belleza de la noche que ni siquiera me escuchó. Suavemente le toqué un hombro con las puntas de los dedos, al hacerlo ella se giró hacia mí mientras se llevaba una mano a el pecho.

Podía escuchar su corazón latiendo aceleradamente.

-¡Lissa, lo siento no fue mi intencion asustarte! -traté de abrazarla para tranquilizarla, al estirar mis brazos para sujetarla ella me empujó para que me alejara.

-¿Qué...?

-¿Quién eres tú?, ¿qué haces aquí? ¿¡qué quieres!?.

-¡Lissa!, esta es una broma de mal gusto, ¡vámonos de aquí!, ¡ahora! -esta vez la atrapé pero logró safarse de mi agarre.

-¡No te conozco!, ¡déjame en paz!, ¡guardias! -gritó mientras se alejaba de mí.

Dios, que le habían hecho a mi amor.

Yo solo me quedé en mi lugar, estático, la inspeccioné con la mirada rápidamente. Pude observar una herida ya cicatrizada a la perfección en su cabeza, solo los ojos de un vampiro podían haberla notado.

Fue justo en ese instante cuando caí en la realidad, ella se había o la habían golpeado y por consecuencia había perdido la memoria. Tan solo pensar en que ellos probablemente le habían puesto una mano encima hizo que una furia se desatara en mi interior, sentí cuando mis colmillos comenzarón a alargarse y afilarse al instante.

Varios guardias habían llegado, rápidamente tomé a Lissa y la sujeté contra mí, aunque se debatía salvajemente.

-¡Soltad a la princesa! -gritó uno de ellos. Al no ver ninguna señal de movimiento por parte mía, agregó-. ¡No queremos que salga herida por culpa tuya!.

Touché.

Hice una mueca de dolor, respiré tratando de despejar mi mente.

Contra toda mi fuerza de voluntad solté a Lissa, ella corrió precipitadamente hacia adentro del castillo.

Los guardias me habían rodeado, sin darme cuenta mi cuerpo estaba agazapado y tensado para defenderse. Eran 4 guardias los que se dirigían a contra mí, inmediatamente usé una barrera de poder, en cuanto los guardias la tocarón salierón volando por los aires. Me dirigí hacia el guardia más cercano y le clavé los colmillos en la garganta mientras desgarraba y bebía su sangre, el guardia vampiro gritaba y jadeaba de dolor, para un vampiro este era el mejor método para provocar un dolor agonizante, bebí hasta saciarme.

Cuando me giré pude ver a los otros 3 guardias que se dirigían a mí, de nuevo, sin embargo uno de ellos se desvió y corrió hacia dentro del castillo.

Cobarde.

Pensé.

Los 2 vampiros caminaban en círculos alrededor de mí, poco a poco iban recortando la distancia, sin pensarlo me arrojé a uno de ellos y le clavé la estaca con un ágil movimiento antes de caer al suelo. Un dolor punzante me hizo soltar un gruñido, el otro vampiro había enterrado una estaca en mi hombro, me levanté y la arranqué, una herida provocada por estaca de plata era bastante dolorosa, sin darme tiempo a realizar ningún otro movimiento ofensivo, el guardia vampiro cargó contra mí y me arrojó al suelo, al hacerlo solté la estaca, me inmovilizó mientras trataba de morder mi garganta, me protegí con mi antebrazo por lo que pude sentir el agonizante dolor de una mordida.

-¿Sabes qué a estas alturas el castillo esta muy bien protegido?, no podrás entrar, idiota -soltó con una sonrisa cínica.

A pesar del dolor me forcé a sonreír de lado.

-No te pregunté, pendejo -mi sonrisa se hizo más grande en un gesto sádico. Al vampiro se le borró la sonrisa.

Aproveché la distracción para jalarlo de los cabellos con fuerza hacia atrás, pude liberarme un poco y usé mi pie para arrojarlo a un lado de una patada, una vez libre lo arrodillé y sujeté su cuello en un ángulo doloroso, inmediatamente le mordí. No había alcanzado ninguna arteria por lo que aún así era más doloroso el proceso, sus alaridos decían lo que estaba viviendo en carne propia. La pelea me había debilitado y no se digan las heridas provocadas por la plata, por lo que decidí morder una arteria, la sangre inundó mi boca, después de unos cuantos segundos fui a por mi estaca y lo estaqué.

Miré mi aspecto, mis brazos estaban llenos de sangre, tenía raspones por doquier y mi ropa estaba hecha jirones, concentré poder para acelerar el proceso de sanación en las heridas más graves.

Escuché unas pisadas acercándose, casi me le aviento encima a Ray.

-¡Tranquilo muchacho!.

-Oh, l- lo siento señor -susurré apenado.

-¿Por qué tienes los ojos rojos? -preguntó Alice.

-Bebí demasiada sangre- hice gestos con mis manos para llamar la atención de los demás-. ¡Iré directo al grano! -avisé-. Lissa perdió la memoria, me enfrenté con unos guardias y ahora debemos entrar al castillo antes de que no podamos hacer nada más.

-¿Qué debemos hacer? - preguntó Helen, sin pedir más explicaciones.

-Tengo un plan, es un poco riesgoso pero es el único que se me ocurre, bien, me pondré el uniforme de alguno de estos sujetos -señalé a los tres vampiros-. Me haré pasar por un guardia, ordenaré que solamente cuiden el lugar de la sala real que es donde me imagino que será la ceremonia, en cuanto los pasillos esten desprotegidos quiero que se dividan y rodeen la sala real, procuren que no los vean, los necesitaré para que me cuiden las espaldas cuando salga como loco con Lissa -dije todo esto en una exhalación.

-¿Y si algo sale mal? -quiso saber Kathia.

Cambié mi peso de un pie a otro y me encogí de hombros.

-Si algo sale mal considérenme muerto -escuché chillidos por parte de Kathia y Alice-. Si me descubrieran estoy seguro que ustedes se darían cuenta al instante, así que quiero que rescaten a Lissa y salgan con ella, olvídense de mí, en cuanto vean que en las paredes empiezan a aparecer grietas deben alejarse lo más que puedan y llevar a Lissa consigo, pues derrumbaré todo el castillo por medio de mi don.

-Eh... está b-bien - tartamudeó Alice-. Cuídate hermano... cuídate mucho y procura mantenerte con vida, ¿sí?.

Le dediqué una leve sonrisa y asentí con la cabeza.

-Bien, lleven a cabo el plan.

Me dirigí hacia el primer vampiro que había atacado, aún seguía con vida por que no le había estacado, comencé a quitarme los jirones de ropa para ponerme su uniforme.

-¿Cual es tu nombre? -le pregunté.

-L- Logan -dijo con voz débil-. Soy... soy el que... da las órdenes a los... demás guardias.

-Perfecto -susurré.

Una vez que tuve puesto el uniforme comencé a adentrarme al castillo.

-¡Mark!, ¿qué hacemos con él? -me llamó en voz apenas audible Christian.

-Asesínenlo, o podría hechar a perder nuestro plan... dense prisa.

Escuché un "ok" de su parte.

Caminé hasta que me adentré al castillo, justo cuando giraba a la izquierda un guardia puso una estaca a centímetros de mi pecho, instintivamente le empujé con furia.

-¡Acaso estás loco, estúpido! -le grité.

-Lo siento guardia... eh, guardia...

Le interrumpí.

-¡Logan! -gruñí, las pupilas de este parecierón hacerse pequeñas-. Soy el guardia Logan, unos sujetos matarón a dos de nuestros guardias... ¡Quiero a todos los guardianes en la ceremonia, la princesa necesita estar protegida!.

-P-pero...

-¡Es una órden!.

-Sí, sí señor.

-¡Date prisa! -le ordené.

Le seguí con la mirada hasta que se perdió de mi vista.

Bien, hora de llevar a cabo el plan.

Pensé.

Atada a tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora