Capítulo 3.

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"Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo" -Jorge Luis Borges.


Al día siguiente...

Desperté cerca de las 8:10 am, las clases comenzaban a las 9:30 am, así que aproveché para tomar una ducha rápida con agua caliente, afuera estábamos a cerca de 3 grados centígrados y seguía descendiendo la temperatura, me duché y decidí ponerme unos jeans de mezclilla clara, botas de color beige y cazadora de piel en color café, me desenrede el cabello y lo dejé suelto, de maquillaje sllo decidí ponerme un poco de rímel en mis pestañas.

Tomé las llaves de mi Nissan negro de 2da mano y me dirigí al instituto.

Las dos primeras horas las tenía de matemáticas, sin embargo en la clase no estaba Mark, supuse que tal vez él no tenía clase en ésta hora, recé mentalmente para qué coincidieramos en alguna otra clase, pues hoy no teníamos biología.

Después de dos aburridas y largas horas en la clase de matemáticas, finalmente sonó el timbre para receso. Revisé mi móvil, tenía 1 llamada perdida de mi madre y 1 mensaje de Diana, primero revisé el mensaje, decía:

"Hey liss, te espero en la cafetería."

Rápidamente teclée:

"Ok, espera, tengo que realizar una llamada".

Envié el mensaje mientras me dirigía hacia los largos pasillos que guiaban a la cafetería, a continuación llamé a mi madre, al tercer tono contestó.

Hola cielo!, solo te quería decir que me dijo tu padre por medio de un e-mail que lamenta mucho no poder venir hoy, pues esta muy ocupado en su trabajo y...

Le interrumpí mientras sentía mi molestia subir como espuma.

-¿¡Qué!? -medio grité. Una pareja que pasaba por mi lado, dejó de besuquearse para mirarme de manera extraña-. ¡Pero todo estaba planeado, iba a ser la primera vez de mi vida en la que iba a ver a mi padre!.

Decidí llevar esta conversación en los baños de chicas, así que me encaminé rápidamente hacia los tocadores, afortunadamente estaban vacios.

-Cariño, en serio, tu padre lo lamenta... y... yo también.

-¿Por qué?.- pregunté curiosa.

Se hizo silencio en la línea.

-Tampoco podré venir hoy, los vuelos estan cancelados por nevadas, además me acaban de solicitar para trabajar en un evento en Francia, lo más seguro es que vuelva en unos cuantos meses.

-¡Oh, genial!.- dije aún más enojada.

-Por favor comprendenos, tu padre y yo trabajamos para que tengas una buena educación y...

Le interrumpí nuevamente.

-Sí lo sé, perdón... hablamos después.

No esperé su respuesta y colgué, a continuación lágrimas de coraje rodarón por mis mejillas, miré mi rostro en el espejo, mis ojos se habían tornado rojos.

Ojillos de demonio, claro.

Pensé amargamente.

Saqué un pañuelo de papel de mi mochila y me sequé las lágrimas y rímel estropeado, a los pocos minutos me tranquilicé por lo que mis ojos regresarón a su color original: marrón.

Aún rodaban unas cuantas lágrimas por mi rostro. Haciendo caso omiso, saqué mi móvil y lo revisé, tenía cinco mensajes de Diana, diciéndome que me diera prisa. Guardé rápidamente mi móvil y salí como un rayo hacia los pasillos, al hacerlo choqué con la pared, lo raro fue que esta me abrazó para evitar que cayera al suelo... pero no era la pared sino Mark... esperen... ¡¿Mark?!, y dije la pared porque estaba helado y era realmente fuerte como el concreto.

-Hey Lissa, ¿estás bien?... que... ¿qué sucede? -dijo mientras me miraba. Me limpié a toda prisa las lágrimas mientras desasía el abrazo.

-No es nada, en serio -sorbí mi nariz.

-Lucy dime -sus ojos eran hipnótizantes-. Tal vez pueda ayudarte.

-En serio Mark, simplemente me enojé por cosillas familiares.

-Entonces siendo así, no tendré que golpear a nadie.

Sonreí y solte una risita.

-Hasta luego Mark.

Él asintió, pude sentir su mirada mientras me encaminaba a toda prisa hacia la cafetería.

Una vez que llegué compré un jugo de arándano, me lo dierón en una linda copa de cristal, a lo lejos ví a Diana, ella me hizo una seña y me dirigí hacia nuestra mesa.

-Disculpa la demora.

Diana me sonrió, observó mi jugo y sacudió la cabeza negativamente.

-¿Otra vez con tu maldito jugo? -dijo a la vez que se llevaba a la boca un trozo de flan.

Le rodé los ojos.

-No tiene nada de malo, además es muy bueno en antioxidantes, por lo que tardaré un poco más en envejecer -le dirigí una sonrisa orgullosa mientras me sentía como toda una Marie Curie.

Ella soltó una carcajada.

-¡A la mierda los antioxidantes! -se siguió riendo-. Tú envejecerás más pronto que yo...

Diana dejó de reirse y de golpe se puso seria para después dar paso a una cara de espanto.

-¡Oh, dios!, ¿eso es una cana? -preguntó mientras levantaba un mechón de mi flequillo.

-¡Ay dios mío! -saqué a toda prisa el espejo del estuche de polvo translúcido.

A continuación Diana estalló en risas.

-Era solo una broma mi pequeño diablillo favorito, tú no necesitas antioxidantes, lo que necesitas son carbohidratos, muchos, muchos carbohidratos, venga, abre la boca.

Me empujó hacia ella, a la vez que trataba de meterme un pedazo de flan a la boca.

-¡Que dem...!, ¡no quiero flan! -me logré soltar de su agarre.

-Está bien... ¡ni te iba a dar!.

Le saqué la lengua.

En eso, se aproximó Alex, el primo de Diana, él era alto, delgado y rubio de ojos azules. En una ocasión Diana me dijo que yo le gustaba a Alex, y... sin embargo era fácil darse cuenta.

-¡Hola, Lissa! -me saludó mientras me inspeccionaba con sus azules ojos, se dirigió a mi lugar y me abrazó, trató de besarme pero rápidamente coloqué mi mano en sus labios y lo alejé.

Quien vio la escena probablemente pasó la famosa frase "te freseas", por sus mentes.

-¡Ehhhh!, ¡tranquilo, saltamontes!.

-Déjala tranquila.

Diana le dio un golpe amigable a Alex en su brazo.

-Ok, ok, ya lo sé -dijo Alex, mientras arrastraba una silla y se sentaba.

Diana lo miró con los ojos entrecerrados.

-¿Qué? -preguntó Alex.

-Ay si, que tal estás Diana... - mi amiga imitó graciosamente la voz de Alex-...¡ya ni siquiera me dices hola!, ¡y eso que soy tu prima!.

Alex se aproximó hacia ella, le dio un abrazo y le quitó un pedazo de flan.

-¡Oye!, deja -Diana se quejó.

-Perdón -dijo Alex con la boca llena de flan-. Pero siempre que voy a la cafetería ya no hay.

-Mmmmm -la mirada asesina que Diana le dio a Alex, me provocó risa, traté de reirme lo más bajo posible.

En eso miré hacia enfrente, y a unas cuantas mesas de distancia estaban Mark y su hermana Alice, ambos estaban leyendo. Miré a Mark, desde la distancia que nos separaba pude admirar sus sensuales facciones: sus pómulos, su boca que estaba un poco fruncida en una mueca muy atractiva, sus pestañas negras, quizás él era Británico. Subió su mirada y me encontró mirándole, me sentí enrojecer pero fui incapaz de mirar hacia otro lado, él le murmuró algo a Alice mientras ponía un marca páginas en su libro para luego dejarlo en su lugar. Mark ahora venía hacia nuestra mesa.

Atada a tu almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora