VI

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No podía creerme lo fácil que le había resultado a Alejandro convencerme de llevar lo nuestro a otro nivel aceptando la cita.
Reconozco que se lo había puesto relativamente fácil ya que una parte de mi quería ver a donde podía llevarnos, pero después estaba mi parte racional, aquella que me recordaba que volar alto es maravilloso, pero la caída era inminente.

Tras ducharnos, como lo hacíamos de manera habitual, cada uno comenzó a arreglarse para ir a trabajar. Obviamente algún beso robado y subido de tono aparecía esporádicamente, pero ninguno nos quejábamos por ello.

— ¿Te falta mucho? —me preguntó Alejandro cuando se estaba colocando la chaqueta mientras que yo seguía peleando con la rebeldía de mi pelo.

—No ¿Por qué? —para la mayoría de la humanidad esa pregunta era estúpida, pero para mí era mucho más que eso. Decidí dejar de luchar con mi melena haciendo una rápida coleta informal mientras que salí del baño y avancé con unos pasos a la habitación en la que se encontraba Alejandro.

—Quiero llevarte al trabajo —habló como si fuera lo más obvio del mundo mientras que con su mirada recorría el lugar buscando las llaves de su coche. No había día que durmiese en mi casa y no perdiera las llaves, las cuales por cierto se encontraban siempre en el mismo lugar.

—Están en tu bolsillo izquierdo —le ayudé con una pequeña sonrisa —Y ya hablamos de eso, que nos vean juntos en el trabajo lo complicaría todo —dije de manera algo pesada dado que manteníamos esta conversación al menos dos veces por semana. Él a su vez dirigió su mano al bolsillo para así dar con las llaves.

—No entiendo el problema ¿A quién le importa lo que hagamos o dejemos de hacer? Son nuestras vidas, nuestro tiempo libre y podemos pasarlo con quien nos dé la gana. Es más, como jefe voy a proponer la norma de que los empleados puedan tener relaciones entre ellos —sus ojos se posaron en los míos en busca de una respuesta, pero no era capaz de dársela, al menos no totalmente.

—A mí me importa, ya es una mierda soportar a esas dos cada día, así que imagínate si se creen que mantengo mi trabajo por acostarme con el jefe —traté de que entendiera mi malestar. No me podía importar menos lo que pensasen las Medusas, pero tener que aguantarlas cada día mientras me persiguen con este tema, no creo que mí limitada paciencia lo fuese a soportar —Eres el único hombre en la cafetería así que salvo que el resto sean lesbianas al único que le conviene es a ti —finalicé tratando de romper el hielo con una estúpida respuesta como esa. Muy inteligente Abril.

—Quiero ir contigo joder, tan solo quiero llevarte a trabajar, no creo que eso sea un delito —noté como se aceleraba ligeramente su respiración y me percaté del suspiro final al pronunciar la última palabra. No pude evitarlo y me acerqué unos pasos más a él, acordando la distancia entre ambos hasta que nuestras pieles consiguieron rozarse. Rodeé su cuello con mis brazos y acaricié su nuca de manera suave y delicada tratando de calmarle.

60 veces por minutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora